La hiperconectividad a través de los dispositivos es adictiva y, como toda dependencia, afecta mente y bienestar. Las abstinencias períodicas son el antídoto.
Cuatro de cada 10 personas no conciben pasar un día alejados de un dispositivo móvil: se informan en internet, se comunican a través de chats, redes sociales, videojuegos online.
Un 25% los encuestados es adicto al móvil; 8 de cada 10 usan estos dispositivos, de manera continua, entre 2,5 y 4 horas diarias; lo primero y lo último que hace el 51% de la población cada día es mirar su smartphone. E inclusive hasta un 14% reconoce que lo consulta mientras conduce.
Si bien el estudio de la OCU recoge un trabajo de investigación y encuesta poblacional de Rastreator.com, representa una postal del siglo XXI que no tiene bandera ni ideología y cuyo diagnóstico cabe, punto más o menos, a cualquier rincón del planeta: estrés tecnológico.
Se trata del estrés digital del jornada a jornada, sea laboral, familiar, de entretenimiento, o bajo cualquier circunstancia, y al antídoto se lo conoce como detox, que implica: desconectarse por un período de los sistemas de mensajería instantánea, internet o las redes sociales.
Es una especie de abstinencia, como la que se requiere como tránsito ineludible hacia los tratamientos contra adicciones.
La pantalla la es, nada más que pasa inadvertida, a diferencia de las sustancias, pero la dependencia es el común denominador.
El profesor de Psicología y Marketing de la Universidad de Nueva York (EE UU), Adam Alter, explicó la similitud entre ambas, al ser que activan las mismas regiones cerebrales y «se alimentan en parte de las mismas necesidades humanas básicas».
El experto en adicciones Miguel Perelló, psicólogo clínico del Centro de Aplicaciones Psicológicas y Terapia de Conducta de Valencia, enumera las razones que configuran a las nuevas tecnologías como «la droga más adictiva»: la accesibilidad, la rapidez de conexión, las experiencias que plantea, el escape temporal de las tensiones que ofrece o el estatus social que simbolizan.
La adicción a los teléfonos inteligentes podría ser hipersocial, no antisocial. «Hay mucho pánico en torno a este tema», se sugiere en Frontiers in Psychology.
El uso compulsivo, la ansiedad que produce no consultar el dispositivo con frecuencia; la «nomofobia», o miedo a salir de casa sin el móvil; el «fomo», o temor a quedarse fuera de un grupo o excluirse por no saber algo; y el “phubbing”, que consiste en aislarse de las personas del entorno prestando más atención al móvil, son algunas de las señales que pueden constituir un factor de riesgo para caer en un problema de adicción.
Cabe distinguir entre los que utilizan las nuevas tecnologías para acceder a una dependencia como el sexo, de los «adictos puros a las nuevas tecnologías», una relación patológica enmarcada en el grupo de las «no tóxicas» y que supone estar enganchados a “juegos, visita a webs y especialmente a Youtube o redes sociales”.
La tecnología «intrusiva» también complicó las esferas de las compras, el trabajo y la pornografía.
Estrés digital
La primera acción para acabar con el «estrés digital» en el que se vive el día a día es la práctica del dotox tecnológico, o desintoxicación digital.
Es sencillo pero difícil, ya que consiste en desconectarse de los dispositivos electrónicos y de las plataformas digitales durante un período determinado, lo que puede incluir apagar el teléfono celular, evitar el uso de redes sociales, limitar el tiempo frente a la pantalla de la computadora y buscar actividades que no requieran tecnología.
El detox tecnológico puede ser una herramienta poderosa para mejorar nuestro bienestar emocional en un mundo cada vez más digitalizado.
Al desconectarnos de la tecnología de manera deliberada y regular, podemos reducir el estrés y la ansiedad, mejorar nuestra concentración y productividad, fortalecer nuestras relaciones interpersonales y reconectar con nosotros mismos.
Las 10 claves a aplicar
* Autoevaluación: reflexiona sobre tus hábitos diarios con respecto al uso de tecnologías. ¿Visitas las redes sociales más de diez veces al día? ¿El móvil es lo primero que miras al despertarte y lo último al acostarte? ¿Consultas el teléfono constantemente mientras caminas o estás con otras personas? Si te identificas con estas señales, considera un detox digital.
* Factor de comparación y desesperación: las redes sociales pueden generar ansiedad y baja autoestima al comparar nuestras vidas con las aparentemente perfectas que vemos en línea. Reconoce este comportamiento y plantea un parón para usar la tecnología de manera más responsable.
* No es eliminar, sino equilibrar: el objetivo no es dejar de usar dispositivos electrónicos por completo, sino encontrar un equilibrio. No es malo el uso, sino el abuso. Establece límites y horarios para desconectar.
* Desconexión gradual: comienza desconectándote durante pequeños períodos de tiempo. Puedes apagar el móvil durante una hora al día o evitar las redes sociales los fines de semana.
* Establece zonas libres de tecnología: designa áreas de tu casa o momentos del día en los que no se permita el uso de dispositivos electrónicos. Por ejemplo, la habitación antes de dormir o la mesa durante las comidas.
* Notificaciones selectivas: desactiva notificaciones innecesarias. Decide cuáles son realmente importantes y limita las distracciones.
* Actividades alternativas: busca actividades que no requieran tecnología, como leer un libro, practicar deporte, meditar o disfrutar de la naturaleza.
* Modo avión nocturno: activa el modo avión durante la noche para evitar distracciones y mejorar la calidad del sueño.
* Comunicación cara a cara: prioriza las conversaciones en persona en lugar de las interacciones virtuales.
* Reconoce los beneficios: observa cómo te sientes después de desconectar. Es probable que experimentes menos estrés, mayor concentración y una sensación de liberación.
Apagón
Veronica Dobronich, cofundadora de gimnasio de emociones, puntualiza el impacto que produce ese «apagón» en el bienestar emocional:
* Reducción del estrés y la ansiedad: el uso excesivo de la tecnología puede contribuir al estrés y la ansiedad. Constantemente estar pendientes de las notificaciones, correos electrónicos y actualizaciones de redes sociales puede sobrecargarnos mentalmente y dificultar nuestra capacidad para relajarnos. Al desconectarnos, permitimos que nuestra mente descanse y reducimos los niveles de estrés y ansiedad.
* Mejora de la concentración y productividad: la tecnología puede ser una gran distracción. Las notificaciones constantes nos interrumpen en nuestras tareas y dificultan nuestra capacidad para concentrarnos. Al desconectarnos, podemos dedicar tiempo a actividades que requieran un enfoque completo, lo que puede aumentar nuestra productividad y eficiencia.
* Fomento de las relaciones interpersonales: a menudo, el uso excesivo de la tecnología puede interferir en nuestras relaciones interpersonales. Pasamos más tiempo frente a la pantalla que interactuando con las personas que nos rodean. Al desconectarnos, podemos dedicar tiempo de calidad a nuestras relaciones, lo que fortalece los vínculos emocionales y mejora nuestra satisfacción interpersonal.
* Reconexión con uno mismo: el constante bombardeo de información y estímulos externos puede alejarnos de nosotros mismos. Al desconectarnos, tenemos la oportunidad de reconectar con nuestras emociones, pensamientos y necesidades internas. Esto nos permite cultivar una mayor conciencia de nosotros mismos y promover un mayor autoconocimiento.
Fuentes NA