La población activa supera por ahora a la pasiva, pero la diferencia se está acortando: las mujeres tienen menos hijos, más tarde, y hay menos hogares conyugales.
Hasta ahora, más población trabaja que la que es pasiva en Argentina, pero se encendió luz amarilla en el tablero demográfico: la cantidad de nacimientos disminuyó un 38% de diez años a esta parte, y los niños hasta 12 años ocupan 23% de la población.
Al mismo tiempo, las mujeres de 60 años y más representaban, en 2022, el 18,4% de la población y los varones el 14,6%.
Un juego de pinzas se cierne sobre el bono demográfico nacional, ya que se achica la base de la pirámide y se extiende la expectativa de vida:
- En América Latina, en 1950, la expectativa de vida al nacer, en promedio, era de 48,6 años, mientras en 2023, según la CEPAL, podría estar en algo más de 75 años.
- Los nacimientos disminuyen ininterrumpidamente desde 2014, con una merma del 36% en 2022.
En envejecimiento de la población resultante, en un contexto en el que la edad jubilatoria es de 60 años para las mujeres y 65 años para los hombres, no se nota tanto, actualmente, por el estancamiento en el desarrollo del país, pero comprometería una bonanza futura ante un eventual déficit demográfico.
La coordinadora de la orientación socio-demográfica de la Maestría en Generación y Análisis de Información Estadística de la Universidad, Gladys Massé, aclaró en ese sentido que “desde el punto de vista teórico se considera el bono demográfico como una ventana de oportunidad en la medida en la que las políticas de pleno empleo y, en particular, aquellas que involucran al trabajo formal hacen experimentar un aumento en la productividad y en el desarrollo económicos así como en la mejora social”.
Argentina —según la experta- podría estar atravesando los últimos años para aprovechar los aspectos positivos del bono demográfico, debido a que, a pesar de que se trata de una población envejecida, aún no se ha producido un envejecimiento demográfico significativo y la proporción de la población potencialmente activa es relativamente alta en comparación con la población dependiente. Para ello resulta imprescindible asegurar una economía de pleno empleo básicamente formal”.
Menos hijos por madre
De todos modos, el crecimiento de la población viene condicionado por la disminución de la tasa de hijos por mujer, sobre todo en las clases de media para arriba, debida a varios factores, como el retraso de la edad para comenzar la maternidad, en muchos casos para no interrumpir una carrera profesional y por la merma de hogares de estructura conyugal.
A nivel nacional, el índice de nupcialidad que indica la cantidad de matrimonios por cada 1.000 habitantes señala tasas variables con una tendencia a la baja entre 2001 y 2022.
Si bien la tasa mayoritaria de nacimientos se produce en mujeres de 25 a 29 años, es posible observar un aumento en la maternidad de mujeres en el rango 35-39 y 40-44 años.
La edad promedio de las madres al dar a luz viene aumentando en los últimos años, lo que refleja un cambio hacia la maternidad en edades más avanzadas en comparación con décadas anteriores y, a la vez, marca un avance en torno a la maternidad adolescente.
Desde 2021, la tasa mayoritaria de nacimientos se produce en mujeres de 25 a 29 años y el segundo lugar lo ocupa la franja etaria entre 30 y 34 años. Y es posible observar un aumento en la maternidad de mujeres en el rango 35-39 y 40-44 años.
La maternidad en menores de 19 años muestra un claro descenso en los últimos 10 años.
Disminución de la fecundidad
Según el Censo de 2022, la población de nuestro país denota una marcada disminución de la fecundidad y, a la vez, evidencia una composición por sexo más feminizada y de edad más envejecida.
Se registran menos hijos nacidos vivos por mujer a nivel nacional: de 1.533.421 mujeres con más de 5 hijos en 2001 a 608.617 mujeres, menos de la mitad, con la misma cantidad de hijos en 2022.
Para el total de la población nacional, la edad mediana alcanzó los 32 años (34 las mujeres y 31 los varones).
Lo anterior implica cinco años más que la edad mediana registrada hace 30 años y acredita el envejecimiento de la población en el país.
Asimismo, conforme avanza la edad, las mujeres superan a los varones: la relación para personas de 85 años y más es de 228 mujeres por cada 100 varones.
“Aunque 2022 cerró con un índice de tres puntos, lo que demuestra una posible tendencia al alza que deberá evaluarse en los próximos años”, señala el informe.
Sin embargo, el 2022 fue un año especialmente productivo para la “cultura de la muerte”: la OMS dictó sus nuevas directrices para la práctica de los abortos, se distribuyeron los primeros combos abortivos (mifepristona + misoprostol), se publicó la primera Guía de AIPEO (Anticoncepción inmediata post evento obstétrico) y el Plan ENIA (de erradicación del embarazo no intencional en la adolescencia) se extendió a todos los distritos.
En las provincias
La mayor caída porcentual de los nacimientos entre 2021 y 2022 se dio en Santiago del Estero, con una reducción del 14,3% (los nacidos vivos bajaron de 13.623 a 11.677).
La tasa de natalidad en Argentina (número de nacimientos por cada mil habitantes) fue en 2022 de 10,7 y es el registro histórico más bajo .
Las provincias que presentan una mayor tasa de natalidad son: Misiones (15,2), Chaco (14,7) y Formosa (13,8).
Mientras que las tasas más bajas están en la Ciudad de Buenos Aires (8) y Tierra del Fuego (8,5). Ambos indicadores –nacimientos y tasa de natalidad- bajaron sistemáticamente en los últimos ocho años disponibles.
En el 2014, la tasa de natalidad era de 18,4 y 777.012 nacimientos, cifras que fueron decreciendo progresivamente hasta llegar al registro del 2022 (10,7 y 495.295).
Las provincias en la que el número de nacimientos decreció más entre el 2014 y el 2022 son: Tierra del Fuego (49%), Jujuy y la Ciudad de Buenos Aires (ambas con un declive del 44%), provincia de Buenos Aires y Mendoza (41%), Santa Cruz (40%), la Pampa y Chubut (38%), y Neuquén (37%).
En todas ellas, la disminución de los nacimientos supera la declinación promedio del país (36%).
Además las mujeres alcanzan un nivel educativo superior o universitario más alto que los hombres (33,8 versus 25,4, respectivamente), aunque el 45% de ellas sostiene –en mucha mayor medida que los hombres (24%)– que su salario es menor debido a su género.
Según un informe del Observatorio del Desarrollo Humano y la Vulnerabilidad de la Universidad Austral, dentro del Instituto de Ciencias para la Familia, “desde el siglo pasado comenzó un cambio de una intensidad sin precedentes en la historia de la humanidad, que se refleja en nuevos patrones de fecundidad, mortalidad, migración, urbanización y envejecimiento”.
El informe fue presentado con motivo de los 30 años de la declaración del Día Internacional de la Familia, proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1994.
Las investigadoras Dolores Dimier de Vicente y Lorena Bolzon analizaron cómo han cambiado las familias en nuestro país y el espacio de la mujer en torno de las estructuras y relaciones vinculares.
Sin embargo, existe una importante proporción de economía informal y/o tasas de desocupación elevadas que impactan de manera negativa porque, por ejemplo, no se contribuye completamente a los sistemas de previsión y seguridad social, entre otros factores.