El 14 de marzo de 1877 fallece en el exilio de Southampton, Inglaterra, Juan Manuel de Rosas, un bonaerense que marcó la historia argentina. Gobernador de Buenos Ayres y líder indiscutido de la Confederación, Rosas encarnó la defensa del federalismo en un país en organización.
Su gobierno fue un freno al avasallamiento unitario que buscaba concentrar el poder en la ciudad del Buen Ayre, despojando a las provincias de su autonomía. En un tiempo donde la patria se debatía entre ser una nación soberana o un satélite de las potencias extranjeras, Rosas optó por la defensa inquebrantable de los intereses nacionales.
El legado de Rosas está grabado en la historia argentina por su firmeza ante los intentos de dominación extranjera. La Batalla de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, fue la prueba más clara de su determinación: con pocos recursos, pero con un espíritu inquebrantable, enfrentó la invasión anglo-francesa que pretendía avasallar la soberanía del Río de la Plata. No se trataba solo de una lucha militar, sino de una declaración de principios: la Argentina no se vendía, no se entregaba, no se doblegaba ante los intereses de las potencias imperialistas. Rosas demostró que la soberanía se defiende con convicción y que la independencia no se negocia. Distintos resultados se veían en Asia y África donde sus pueblos caían bajo las botas del imperialismo europeo.
El destino de Rosas fue el de muchos patriotas: la ingratitud. Tras su derrota en la Batalla de Caseros en 1852, fue forzado al exilio y vilipendiado por la historiografía oficial, liberal y atlantista, que buscó reducirlo a una caricatura autoritaria y tiránica. Pero la historia es implacable con quienes traicionan la verdad. Con el tiempo, su figura resurgió como la del verdadero defensor del federalismo, el arquitecto de una Argentina que pudo haber sido grande y auténticamente soberana. Hoy, su legado nos interpela: o defendemos la patria con la misma convicción con la que Rosas resistió al colonialismo, o sucumbimos al destino que nos impongan los intereses foráneos. En tiempos de crisis, su ejemplo sigue siendo una brújula para quienes creen en la Argentina grande, justa y libre.
Juan Manuel de Rosas no fue solo un gobernador: fue la esencia misma del patriotismo. Aún en el exilio, su corazón latió por la Argentina hasta su último suspiro. A 148 años de su muerte, su ejemplo sigue siendo un faro para quienes sueñan con una nación justa, libre soberana y verdaderamente federal.
Luis Gotte
la trinchera bonaerense