Arturo Illia nos enseñó que gobernar es producir resultados, es planificar y es cuidar a los que menos tienen. Y que todo eso se lleva adelante con decencia y sacrificio.
Fue un revolucionario de la honestidad y dejó un legado moral que está más vigente que nunca.
Apenas convertido en presidente promovió una ley de medicamentos modelo regulando su fabricación y comercialización, que concebía a los remedios como un bien social. Promulgó la Ley del Salario Mínimo Vital y Móvil, la producción aumentó un 10% y creció un 9,2% la participación del trabajo en el ingreso. Destinó un 23% del presupuesto nacional a la educación, que durante su gobierno fue luminosa. En la ONU por primera se reconoció que existía una disputa por la soberanía de las Islas Malvinas.
El 28 de junio de 1966 derrocaron al gobierno de la eficiencia y la ética. Fue sometido a un plan golpista desde muchos medios de comunicación pero nunca persiguió a la prensa. Luego de ser destituido, Don Arturo siguió militando hasta su muerte en la Unión Cívica Radical. Nunca quiso ocupar otra candidatura. Una vida al servicio del pueblo y de la patria.