Algo ocurrió en mi aquella primera vez. Algo inexplicable que me perseguiría con el empecinamiento de los perros abandonados en busca de de la más mísera y perezosa caricia. Ha pasado mucho tiempo, pero se aferra a mi como inevitable compañero. Fue un aullido, el cielo mismo quebrándose en cristales, un temblor desgarrador, nacido en el vientre de una mujer, y prolongándose en una voz sufriente, el más hondo y sentido lamento de un dolor salvaje antes nunca conocido.
“Llora, pequeño. Bienvenido de nuevo a casa, cariño. Ya sé que ella te dijo que te amaba más que yo. Pero lo único que sé es que te abandonó y juras no saber por qué. Pero sabes, cariño, que siempre estaré cerca. En caso de que me quieras, vamos y llora, llora pequeño, bienvenido de nuevo a casa.
¿No sabes, cariño, que nadie te amará nunca como yo trato de hacerlo?. ¿Quién aliviará tu dolor y también toda tu angustia?. Pero si tu me necesitas, sabes que siempre estaré cerca. Llora pequeño, como siempre dices que haces. Cuando vagabas por el mundo, decías que tratabas de encontrar el final del camino. Pero después descubriste que el camino acaba en Detroit. Pero, cariño, el camino también puede acabar en Katmandú tratando de encontrar algo que hacer con tu vida, nene. Sólo tienes que hacer una cosa bien en este mundo. Pequeño, tienes una mujer esperándote aquí. Lo único que tienes que hacer, es ser por una vez un buen hombre con una mujer…y ese será el final del camino, nene. Sé que tienes más lágrimas para compartir, pequeño. Llora, llora…¿o nunca te sentiste un poco sólo, pequeño?. Vayamos ahora con tu mamá. Y si alguna vez quieres un poco de amor de una mujer…ven, ven pequeño y llora, llora pequeño”.
Traducción de una canción inolvidable construida al pie de aquel estruendo doloroso que estalló en mis oídos, quizás como umbral postrero y anticipo del final de una vida torturada.
Le decían “la reina blanca del blues”. Fue una luz brillante y efímera que atravesó el cielo de los años ’60. Con el egoísmo de los insatisfechos podríamos decir que fue injusta por habernos negado más de su talento. Sería una crueldad y una miseria porque huyó con su propia vida, tortuosa y doliente. Fue encontrada muerta el 4 de octubre de 1970 en el cuarto de un hotel de Los Ángeles. Murió por sobredosis de heroína, dijeron los forenses. Tenía 27 años. A los pocos meses de su deceso apareció su disco póstumo, “Pearl”, que incluye “Llora, nene”, la canción del grito que ha decidido habitarme para siempre.
Hasta aquí hicimos…CANCIONES. Más sonidos nos esperan.