Con un acto en la Plaza Independencia, bailes típicos, desfile y un gran almuerzo popular se desarrollaron los festejos por el 117° aniversario de Saldungaray.
Cielo plomizo, mañana fría y un gran ausente, el viento, que nunca faltó a los días festivos de la localidad serrana, esta vez, se lo extrañó; pero todo fue festejo, alegría y celebración. Durante meses, una comisión trabajó junto a docentes, instituciones y vecinos, para que su pueblo tenga una fiesta de cumpleaños. Sólido en esto, Saldungaray no se priva, año tras año, de conmemorar a sus fundadores y familias que lo fueron forjando durante más de un siglo.
Con la presencia y acordes de la Banda de la Escuela de Suboficiales de la Armada de Punta Alta, el Intendente Sergio Bordoni y parte de su gabinete, autoridades educativas y concejales, dio comienzo a los actos el tradicional traslado del pabellón nacional, al Salamónico mástil de la plaza Independencia, donde muchos vecinos y nacidos en la localidad esperaban. La gran bandera era portada por descendientes de familias que siguen formando el presente y pasado que los hace perdurar. También integrantes de instituciones llevaron férreamente nuestra bandera. Las estrofas de Aurora resonaban en el lugar y el pabellón llegó hasta lo más alto, con la mirada de los presentes y el incentivo que los colores despiertan en el espíritu nacional.
Seguidamente fue el turno de los oradores, con discursos cortos y mensajes concretos. Primero el presidente de la comisión de festejos, Luciano Fontanes, a continuación Fabián Rulli por la Iglesia Evangélica y el fraile franciscano Guillermo González.
El Delegado Municipal local, Darío Cardoso continuó en la ronda de discursos y lo siguió María Mónica De Larena, bisnieta de Don Pedro Saldungaray, fundador de la localidad.
Como forma de mostrar la proyección del pueblo nacido de los sueños y la semilla de sus fundadores, un lienzo ubicado frente al mástil se fue transformando en un árbol que simbolizó el crecimiento de la comunidad serrana, comenzando con pinceles que iban pintando desde sus raíces hasta las ramas, para llegar al momento en que decenas de personas colocaban las hojas con nombres que representaban a sus descendencias, que con la sabia original fueron arraigando su existencia en el valle del Sauce Grande. El Himno a Saldungaray fue interpretado por Nora Gómez, su creadora, y chicos de la localidad que lo entonaron con un profundo fervor que los identifica.
Los acordes de la banda despidieron a las banderas de ceremonia, y las conductoras del acto, Sandra Pascal y Laura Dietrich, invitaron a continuar disfrutando de los festejos programados, que minutos más tarde se reanudaban con danzas folclóricas. El pericón nacional, emblema de los aniversarios de Saldungaray, estuvo representado por 14 parejas de baile, que intercalaron zambas y chacareras en un poco visto mix de danzas.
También frente al palco dispuesto en la esquina de Pavón y La Plata, llegó una pareja a caballo que representaba a los originarios; y en otro, los fortineros, para descender de su fletes y abrazar la bandera nacional, al igual que la portada diseñada por Pedro Patricio Barret, uno mirando al naciente y otro al poniente.
Tras breves glosas de un payador pidiendo la autorización respectiva al Intendente Municipal, y como cada dos años, los organizadores presentaron un desfile. Esta vez, luego del paso de las instituciones locales con sus abanderados y representantes, lo hicieron familias que pertenecen al pueblo desde muchas generaciones, sin faltar los caballos con sus jinetes y emprendados. Y en el cierre, la Imagen de la Virgen María, presente a modo de procesión, ratificando con orgullo el apodo de «Pueblo de María», instituido a la localidad.
El gimnasio del Instituto Fortín Pavón, esperaba a los 800 comensales que disfrutarían del ya tradicional almuerzo popular con música en vivo.
Si de tradición, arraigo y orgullo se trata, Saldungaray lo tiene todo, sumado al esfuerzo permanente de los vecinos que, junto a las autoridades, trabajan para forjar un futuro mejor.
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