Promesa de lealtad en Pilar:
En un punto de fe que se levanta en el departamento Río Segundo, el general Manuel Belgrano descansó antes de renunciar al Ejército del Norte.
Por sus valores arquitectónicos e históricos, la Capilla Nuestra Señora del Pilar ostenta la doble condición de ser Monumento Histórico Nacional y Monumento Histórico Provincial.
La capilla está ubicada a poco más de 40 kilómetros de la ciudad de Córdoba Capital, en la localidad de Pilar. Forma parte del conjunto de 25 bienes del patrimonio, cuya conservación y difusión corresponde a la Agencia Córdoba Cultura.
Belgrano en Córdoba
En este lugar, el general Manuel Belgrano descansó junto a su compañía, cuando se encontraba seriamente afectado por una salud deteriorada. Aquí mismo, el 11 septiembre de 1819, Manuel Belgrano entregó el mando del Ejército del Norte a Francisco Fernández de la Cruz.
Con relación al traspaso de mando, dice Efrain Bischoff, en Historia de la Provincia de Córdoba: “Soportó las penurias de la vida de campamento junto al Río Xanaes. ´Sigan conservando el justo nombre que merecen por sus virtudes´, arengó a sus soldados. ´Adiós, mi general, Dios nos lo devuelva con salud y lo veamos pronto´, le respondieron sollozando”.
Unos meses después, Belgrano murió en Buenos Aires, el 20 de junio de 1820. Personalidad de múltiples intereses, todos ellos volcados a la evolución intelectual y material del pueblo, supo decir: “Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”.
La despedida
A raíz de este precedente, la Capilla Histórica del Pilar está señalada entre los sitios donde se construyó el sentido de patriotismo y pertenencia a la nación.
El lugar fue una de las postas que se levantaban a lo largo del antiguo Camino Real que conectaba con el Alto Perú. Por ese entonces, el sitio era conocido como la Posta de la Capilla de Doña Gregoria. En sus orígenes, la capilla era un oratorio de adobe, construido entre 1698 y 1711 para honrar a la virgen de Nuestra Señora del Pilar.
Cuando la expulsión de los jesuitas de América, en 1767, la caravana de carretones que transportaba a los misioneros hacia el destierro se detuvo en este lugar para celebrar un oficio religioso.
El padre jesuita, José Peramás, autor de una prolija crónica de la expulsión, cuenta: “Prosiguiendo nuestro camino pasamos el Río Segundo así llamado, y dijeron Misa los P. P. Manuel Quirini y Ladislao Oros en una Capilla de Nuestra Señora del Pilar. Después dijo un Mercedario, con lo que oímos todos Misa. Paramos a las 4 de la tarde y aquí observamos el eclipse de sol que hubo a esa hora y fue grande. Hasta aquí llegó un D. N. Aguirre, que nos acompañó desde Córdoba con tres hijos suyos, de los cuales era uno discípulo mío».