El surgimiento de la pandemia ha cambiado al mundo tal como lo conocíamos. Se debieron apresurar procesos que ya estaban en curso, pero también se tuvieron que montar sistemas desde cero. Es en este contexto que el Covid-19 aceleró el desarrollo y aplicación, por parte de los equipos de salud, de formas novedosas para brindar atención a los pacientes.
La telemedicina es medicina a distancia y puede aplicarse tanto al diagnóstico como al tratamiento de diferentes patologías. Durante el último tiempo se ha logrado aplicar con buenos resultados en pacientes con enfermedades neurológicas crónicas, reduciendo así la necesidad de traslados de los pacientes a centros médicos y favoreciendo también el acceso a los que viven en zonas más alejadas. En esta situación epidemiológica en particular, esto disminuye tanto el riesgo como así también reduce el costo de traslados desde el domicilio hasta la institución y el tiempo requerido para el mismo.
Por otro lado, esto también permitió que todos los equipos médicos pudiéramos continuar el seguimiento de los pacientes y, de esta forma, contribuir a detectar a tiempo complicaciones y minimizar las consecuencias del aislamiento a nivel cognitivo y motor.
Ahora bien, como todo cambio de paradigma, esto también tiene un proceso de adaptación y es allí donde podría decirse que radica la desventaja de la telemedicina: en la adecuación de los pacientes y del equipo de salud. Al evaluar un paciente para iniciar un programa de neurorrehabilitación, se debe considerar qué necesita, plantear objetivos y armar así un plan de tratamiento interdisciplinario buscando mejorar la calidad de la vida, disminuyendo la afectación funcional cuando sea posible. De esa forma se presentan casos que, debido al riesgo que supone realizar rehabilitación con poca supervisión, dan un mejor resultado con planes mixtos de rehabilitación presencial/a distancia o bien únicamente el tratamiento de forma tradicional. Algunos motivos por los cuales esto se da pueden ser por dificultades en el uso de la tecnología o incluso por poca aceptación a la falta de contacto humano. Por esto, es imprescindible evaluar cada caso en particular.
Sin embargo, a pesar de ello, durante el aislamiento obligatorio, nos hemos sorprendido con la capacidad de muchos pacientes y sus familias para participar y adherirse a los tratamientos. La utilidad de la telemedicina está demostrada. En efecto, se han realizado múltiples estudios en diferentes partes del mundo para evaluar la eficacia de los tratamientos y la aceptación de los equipos de salud y de los pacientes. Tal es así que, en estudios realizados en Estados Unidos e Italia durante los últimos años, se evidenció la similitud entre la atención por telemedicina y la presencial, no encontrando diferencias significativas entre ambos sistemas.
Asimismo, una ventaja de gran importancia para este tipo de tratamientos es la facilidad de acceso para la atención rehabilitadora más allá del ámbito hospitalario, en un entorno más ecológico y «real», donde se pueden detectar nuevas limitaciones y evaluar la eficacia de las intervenciones con relación a las actividades de la vida diaria de los pacientes.
En conclusión, desarrollar programas interdisciplinarios de telerehabilitación con actividades personalizadas, pautadas por los terapeutas de manera segura, controlada y manteniendo la privacidad de los pacientes, implica un desafío al que se le ha hecho frente con buenos resultados. Con seguridad, el futuro que lograremos desarrollar viene con nuevas herramientas para el beneficio de una medicina más accesible y moderna.
Por la Dra. Macarena González, neuróloga del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco)
Fuente: Télam