- Lugares, vivencias, historias y leyendas a las que se llega recorriendo caminos.
Caminos que te llevan a recorrer el pasado, sus protagonistas con historias de vida que llenan páginas, y la memoria que no debe dejarlos en el olvido.
Un detonante hizo que esta hermosa tarde invernal, se convirtiera en una investigación y un reencuentro con momentos de un pasado no tan distante, que íbamos conociendo a medida que los kilómetros pasaban.
El detonante fue la pregunta de Lali: «Qué hacemos esta tarde..??», y mi respuesta: «A vos qué te gustaría..??»
«Ir a conocer algún pueblo abandonado», me respondió. Entonces buceando en mi memoria, llegó el recuerdo de una charla con un hombre de Cnel. Pringles en una mesa de cumpleaños. Esa tarde me contaba sobre un pueblo que podría haber sido más grande que el Pringles de hoy, de un malón que arrebató a una mujer, y un hijo mestizo que visionó ese gran pueblo frente a una estación ferroviaria del ramal «Sarmiento» cuyo nombre era «El Pensamiento».
Habían pasado muchos años de aquella charla, con un compromiso de ir juntos al lugar y hacer un documental para «Reflejos de mi Comarca». Pero el tiempo pasó y el viaje jamás se concretó.
Organizamos la salida, matera, termo con suficiente agua caliente, reposeras y ordenando mis ideas, sugerí salir por el viejo camino real desde el puente Blanco en Sierra de la Ventana a Cnel. Pringles, y de allí continuar por el viejo trazado del Ferrocarril Sarmiento para volver a la comarca por Saldungaray.
Ubicamos el GPS en el celu, y salimos. Eran apenas las 14.30. Sabíamos que llegaríamos de regreso caída la noche y sin detenernos demasiado en el trayecto, y así lo hicimos.
Hilvanamos historias pasando por Estación Zoilo Peralta y Stegmann a la vera de la vías del Ferrocarril Roca.
Pisamos la ruta 85 y llegamos hasta la Tacuarita donde cargamos combustible. Allí pregunté a los chicos de la Estación de Servicio por «Cómo está el camino al Pensamiento» y la respuesta fue «Malísimo», con la objeción de que si íbamos despacio llegaríamos.
Dejamos La Tacuarita atrás, y luego de unos 12 km por la ruta 85 rumbo al este, encontramos el cartel indicador, doblamos y desde ahí se nos abrió un camino polvoriento, con sectores de tosca y huellones, pero transitable y para quienes dependen de esa vía de comunicación, no habiendo otra, había que usarla.
Rápidamente dimos con el terraplén del viejo ramal, columnas de hierro de las señales que todavía continúan erguidas al paso del tiempo como pinchando el cielo azulado de la tarde, obras de arte como alcantarillas, nos asombraban por el buen estado en que se encontraban y la mayoría, con las vías suspendidas.
El Ferrocarril Rosario a Puerto Belgrano (FCRPB) fue una compañía de capitales franceses que operó una línea de trocha ancha (1,676 m) de vía simple entre las ciudades de Rosario y Puerto Belgrano en Argentina. Puerto Belgrano, junto a la ciudad de Punta Alta, en Buenos Aires. En aquel entonces Punta Alta pertenecía al Partido de Bahía Blanca. La idea original al construir esta línea era poder enlazar los lugares que estuvieran más cerca de Rosario o de Bahía Blanca que de Buenos Aires, quitando así parte del tráfico a las compañías de capitales británicos Ferrocarril del Sud y Ferrocarril Oeste de Buenos Aires.
El trazado de la línea comenzó a circular en 1903; con una longitud de casi 800 km evitaba el consabido modelo radial, con una disposición oeste-este, centralizado en la Capital. El modelo seguía una línea norte-sur, uniendo Rosario con Punta Alta y cortando transversalmente los principales ramales de las compañías inglesas. No fue un ferrocarril económico: su particular diseño hizo necesarias onerosas obras de ingeniería destinadas a salvar empalmes de los ferrocarriles de la competencia, o para franquear la topografía a veces complicada de la zona. En las cercanías de Bahía Blanca aún pueden observarse los siete puentes de hierro que atraviesan el río Sauce Grande y cuyo largo total es de 266 metros.
A pocos kilómetros de bajar de la ruta, llegamos a Estación Pillahuincó, la primera desde Cnel. Pringles con sentido al sur. Encontramos una estructura sólida, con los respectivos carteles de hierro que la denominaban, pero convertida en un criadero de cerdos. Los edificios de Baños y viviendas aledaños aún se conservan en buen estado, claro que sin sus puertas y ventanas originales.
Seguimos camino sin detenernos demasiado, el sol acariciaba la tarde poniendo en 18° el termómetro.
A medida que avanzábamos, hacía memoria sobre aquella charla, sobre la estancia, el lugar y el malón, tratando de componer en mi imaginación, la topografía que me rodeaba y aquellos tiempos, de invasiones de unos sobre otros, de limitaciones para la superviviencia, de proyectar un futuro en un terreno muy hostil para los que llegaban.
Una referencia histórica nos hizo detener y conocer algo más de lo que buscábamos. Estábamos frente a una tranquera desde donde a unos 800 mts. podíamos visualizar el viejo caserón que perteneció a la Flia Vanoli. En ese lugar se desarrolló esa historia contada o entendida a medias. El cartel de referencia cuenta una parte de lo que atesora la fundación del partido de Cnel. Pringles.
Posta de chasques, galeras y carretas fundada en 1881 por Antonio Vanoli y su prima y esposa, Palmira Vanoli de Vanoli, quien hecha cautiva por un malón y luego de 9 meses del asalto a la estancia , dio a luz a Aníbal P. Vanoli, el 1° de marzo de 1885. El mestizo, se dedica a las tareas de la estancia y a la casa de negocios de la familia.
Diez años más tarde construye y funda el almacén de campaña «La Reconquista», almacén que con el tiempo pasó a denominarse «El Pensamiento». Concedió terrenos para la estación de ferrocarril también para un local destinado a servicio policiales y otros para escuelas. Encaró así su proyecto de construcción de un pueblo.
Seguimos el camino, hasta llegar a la siguiente estación: «El Pensamiento», y lo que vimos nos llenó de asombro, curiosidad y admiración. Tratábamos de descubrir de entre un montón de ruinas qué estábamos viendo; lo que fuera un pueblo, que sin dudas había alojado a muchas familias, era en esta tarde serena, un grito en el silencio. Sólo se escuchaban las aves, el relincho de algún caballo o una vaca a lo lejos. Un testimonio duro e impactante entre los sueños y la realidad, la fuerza e impulso y la devastación. Recorrimos uno a uno cada edificio, o lo que queda de ellos. Descubrimos una panadería, donde llegó a mis sentidos el aroma de cuadra con la masa recién hecha, que se entremezclaba con el de las rudas que brotaban por todas partes. Dos inmensos búhos de campanario se me fueron del foco de la cámara, buscando eludir al visitante inesperado. Es tanto lo que nos movilizó, que resulta imposible describir en pocas líneas.
Paredes de 30 y 45 cm que caen, se desmoronan al golpe de la indiferencia y el paso del tiempo.
El pueblo fue fundado el 2 de enero 1920, se proyectó como una ciudad lineal, es decir, una calle importante a lo largo de lo cual se edificaba; calles perpendiculares que delimitan manzanas. El pueblo también se levanta del lado oeste de la estación con unas cuantas casas, casi en su totalidad abandonadas.
La Escuela N° 9 está intacta y funcionando, frente a lo que fue una plaza, donde también había una iglesia proyectada. Se dice que hoy sólo habitan 12 personas en el lugar y la energía eléctrica aún no llegó al pueblo.
Recorrimos la estación, admiramos detalles de su arquitectura y estructura, esos andenes con sus aleros volados hacia arriba, característicos de los ferrocarriles franceses, y muchos detalles que nos permiten visualizar la magnifica época de esplendor del ramal.
Dejamos «El Pensamiento» atrás, con miles de inquietudes y preguntas, pero con la sensación de haber vivido momentos inolvidables.
Para cerrar este relato, nuestra admiración a Aníbal Vanoli, el mestizo que recuperó las tierras de sus ancestros originarios, pero con papeles.