¿Mecanismo de defensa o negacionismo? En este informe, especialistas de distintas disciplinas nos ayudan a entender la actitud frente a lo desconocido. La importancia de una información «saludable».
Mientras las potencias mundiales inician -muy de a poco- a dejar atrás las graves consecuencias del coronavirus, por estos lados aún estamos atravesando el momento más complicado causado por la segunda ola de contagios. Números que causan temor no solo en las autoridades, sino también en la población que anhela volver a una vida más "normal".
Pero en algún momento le vamos a ganar a la pandemia, de eso no hay dudas. Juntos vamos a salir adelante y volveremos a nuestra realidad. Difícil, por supuesto, pero nuestra. Para ello, la vacunación cumple un papel fundamental. Hoy por hoy, pensar en una llegada masiva de dosis es lo único que importa. Alcanzar así la famosa inmunidad de rebaño.
Para ello, hay que dejar atrás otros obstáculos que lejos están de ser los netamente logísticos. O económicos, si usted lo prefiere. Estamos hablando del miedo a las vacunas, de los mitos que las rodean y que, por ejemplo, hacen que haya aún muchas personas sin anotarse para recibirla. No es momento de dudar.
En este informe, como siempre en estos espacios, hablan los que saben.
El titular de Región Sanitaria I, Maximiliano Núñez Fariña, por caso, recordó ante la consulta de este medio que «Bahía Blanca sigue siendo hoy una ciudad de alto riesgo epidemiológico, por el crecimiento exponencial de casos. Cada día estamos un poco peor, esperemos que este período de confinamiento se vea reflejado en un par de días».
Y en cuanto a números concretos, señaló que «hoy en Región Sanitaria tenemos más de 302 mil personas anotadas para la vacuna», pero aclaró que poco más de 140 mil son de nuestra ciudad. «Es un número importante, pero no hay que olvidar que tenemos una población de más de 300 mil habitantes», consideró el especialista.
«Nuestra población objetivo tendría que llegar a las 130 mil personas vacunadas -estamos en poco más del 50%-, con ese número estaríamos cumpliendo con nuestra primera premisa que incluye inmunizar a todo el personal de salud, a los adultos mayores, con o sin enfermedades preexistentes», indicó Núñez Fariña.
Pero, más allá de las estadísticas, ¿por qué falta tanta gente anotarse?, ¿por qué esa resistencia?
«El miedo no se justifica»
Días atrás, el doctor Lautaro De Vedia, expresidente de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), habló con LB24 sobre una nueva vacuna que se aplicará de manera masiva en el país, gracias a un acuerdo que confirmó el gobierno con el laboratorio chino Cansino Bio. El experto comentó que la misma se encuentra en etapa 3 y algunas de las pruebas se han hecho incluso en nuestro país. Y dijo que, aunque falta publicar los resultados de ese paso, es una inmunización que se considera eficaz.
Eso por un lado. Pero en esa misma entrevista, el profesional habló de varias cuestiones, por ejemplo los miedos a la vacunación. “No se justifica de ninguna manera. Para usarlo en lenguaje coloquial, si me traen la peor vacuna la prefiero igual antes que ninguna. Cualquiera de las que se mencionan en el país, y las que aún no vinieron, son todas muy buenas y siempre voy a preferir cualquiera de ellas antes que no vacunarme”.
Y agregó: “Me acuerdo de una paciente que le tocó el turno y cuando fue a aplicársela, como era de determinada marca, no lo hizo. Después tuvo covid, creo que no fue afortunada su decisión y no pude convencerla”.
Un horizonte de esperanza
Desde el Reino Unido, la reconocida patóloga argentina Marta Cohen también aportó su testimonio y conocimientos en la materia. «Se entiende la angustia o desconfianza de mucha gente, esto es una pandemia y las vacunas se desarrollaron en menos de un año, se aprobaron temporariamente con la fase 3 y algunas incluso como la Sinopharm o Sputnik V, con la fase 3 comenzada pero no terminada, eso genera incertidumbre».
«Sin embargo, aquí hemos visto –Inglaterra– con el 72% de la gente adulta vacunada los muertos han bajado de 2 mil a un promedio de 7 diarios, y los casos de 68 mil a un promedio de 2300. Eso no es solamente por la distancia social, sino también y sobre todo por la vacunación y el hecho de que la gente más vulnerable y que más se puede morir por el virus es obviamente protegida con la vacuna», aseguró la profesional.
A modo de ejemplo, Cohen sostuvo que «una persona de más de 75 años tiene un riesgo de morir de 1 en 8, pero con la vacuna ese riesgo desaparece. Para un individuo de 40 años es 1 en mil, y también desaparece».
«Con la mayoría de las aprobadas en el Reino Unido, no se vio que vacunados mueran por la enfermedad. Sí es verdad que cualquiera de ellas puede producir efectos adversos, desde un shock anafiláctico –reacción alérgica aguda– a una trombosis como sucede con la de Oxford», aseveró la doctora, pero, explicó, «el riesgo de morir por una trombosis activada por la vacuna es una en un millón, por lo tanto obviamente el riesgo beneficio es para vacunarse».
«Cualquier acción de nuestra vida tiene riesgo, vivir es un riesgo, podés cruzar una calle y que te pise un auto, pero no hay ninguna duda de que la vacuna ofrece gran protección. Lo vemos en países como Estados Unidos, Australia o en Europa, donde la población está volviendo a una suerte de normalidad, además de los testeos y la responsabilidad individual de su gente».
Los miedos y el factor psicológico
Carla Verónica Grasso, licenciada en Psicología -MP 53481– habló con este cronista sobre los miedos. Dijo que la función que cumplen en la psiquis humana tienen que ver con la protección, «un mecanismo muy antiguo que opera para protegernos del peligro». Además, señaló que «en la evolución y desarrollo de la humanidad, estos mecanismos variaron».
«En un principio fue necesario construir la noción del miedo en la población, dado que al ser un virus imperceptible y darse en un lugar lejano, no era cotejable para la planificación de Estado y los sistemas de salud. Fue importante instalarlo para generar la defensa».
«Algunas medidas que se fueron tomando, por ejemplo que mermara la circulación, nuevos hábitos de higiene y modalidades vinculares, hicieron posible que se active toda una defensa de búsqueda de protección individual y colectiva», manifestó la profesional.
Y en ese mismo sentido, añadió: «Todo esto fue evolucionando y hubo consecuencias psicológicas en las personas. En mi caso, el consultorio fue mostrando evidencia de lo que estas acciones que fueron instaladas para el cuidado causaban en el psiquismo de la población. Depresión, ataques de pánico, ansiedad, angustia, desmotivación. Pero sabemos que estamos dentro de un plan de cuidado mundial».
«El plan de vacunación sigue esa misma línea, las personas no se vacunan solo por la protección individual, sino también para no ser un agente de contagio. En ese sentido también hay una propaganda que lo estimula, pero al principio al no haber evidencia científica y empírica, había mucho rechazo».
«Esto sucede con el miedo cuando no hay un factor perceptible, ligado a un objeto concreto, por ejemplo el miedo a lo desconocido», argumentó Grasso, y dijo que «son miedos que se plantean mucho más en términos mentales».
Actualidad. «El aumento de contagios e indicadores de mortandad fueron creciendo, trayendo mayor certeza y validando entonces ese miedo a sentir que está en riesgo la vida, produciendo mayor arraigo en modificar ciertas conductas para prevenirlo tanto para uno como para otros. Lo mismo ha sucedido con las vacunas, porque al principio hubo un rechazo dado que aparecía como algo desconocido y eso es natural del ser humano. Pero luego se comenzó a tener mayor información y empezó la población a vacunarse».
Miedo a la muerte y teorías conspirativas
En este punto, la licenciada reflexionó que «también puede observarse como el miedo a la muerte se abroquela encontrando un sentido en las teorías conspirativas. La urgencia de conservación de la vida encuentra en ellas una suerte de aliado que trae alivio, al generar un efecto de creerse a salvo porque conocen la verdad oculta tras la aparición del virus».
«Esto es muy peligroso, dado que termina siendo una suerte de creencia más que un razonamiento basado en evidencia empírica. Se recurre al recurso de que ‘la verdad los hará libres’ y esto termina siendo un credo más cercano a una fe ciega. A pesar de traer cierto alivio de haber hallado la verdad oculta, los desprotege y expone al virus», concluyó.
Por Juan Tucat, redacción La Brújula 24 info@labrujula24.com