Una toma de decisiones, una ley en particular, puede tener esperanzas de cierto éxito si se hace mirando y sometiéndose a la realidad, científica, social, históricas, cultural, pero no intentar inversamente que todos estos factores (la realidad) se adapten a ella. No se trata de lograr la más docta, o que satisfaga a intereses particulares sino aquella que sirva a su fin, que en definitiva es el bien común. Es interesante recordar que la palabra ley (de lex) refiere a una fórmula indicada para llevar a cabo por ejemplo un ritual, a diferencia del ius (justicia) relativo a la naturaleza o al «moros», las normas, los usos. Es decir, la ley nos refiere a un protocolo, un procedimiento a observar, una normativa que permita obtener un resultado y que está en el contexto de la justicia, de las costumbres, de la moral. Una buena ley entonces se adaptaría a la realidad buscando lo mejor en ese contexto del que trata y que sea justa, moralmente correcta. No buscaría como precepto fundamental satisfacer a diferentes facciones, sino lo opuesto, su prueba seria la realidad a la que estaría sometido.
Si a 11 años de esa ley seguimos con inconvenientes con ella vemos que los sectores en lucha por el poder de decidir qué es lo correcto o no, son solo gotas en el inmenso río de la realidad. Heráclito planteaba que nunca se baña en el mismo río ya que, aunque aparentemente el río es el mismo, sus elementos, su cauce, el agua que corre por él, han cambiado. El cambio es el de la vida en su constante e inevitable transformación, de la cual los mortales solo podemos y debemos tomar nota. Existe una leyenda conocida como la paradoja de Teseo, en la cual la pregunta es si en una reparación de un barco, por partes progresivas en el tiempo, este continuaba siendo el mismo.
Quizás señal de esta separación, disociación sería un término extremo solo aplicable en algunos casos, de la realidad, se ve en las críticas a los cuestionamientos de la actual ley. Al preguntarse que pasa y que terminó siendo algo que luego de varios años sigue sin poder servir adecuadamente a sus fines, las criticas sean o ad hominem o si la fecha es la correcta, (ya que existe la de sanción y la de promulgación) o si por un error de tipeo luego subsanado sale mal el numero de la misma, es decir la que se ve la gota, el árbol y no el mar o el bosque.
Evidentemente no están esperando que esa nave navegue, ya que no actúan en la realidad, es decir la ley sea lo que su etimología remite y que sea justa, útil al bien común y a los fines que se supone han sido previamente aceptados como realidad, sino la imposición de un criterio ideológico.
Uno de ellos es si la ley es para fomentar la salud mental de la población o para proteger y reglamentar los procedimientos en enfermos mentales a quienes como tales no menciona nunca la última ley. En el caso de la salud de manera amplia y genérica, es evidente que es un tema de todos, al igual que por ejemplo la justicia o la seguridad, pero entendemos al menos aún por el momento, que la idea de tribunales populares abiertos no han dado muy buenos resultados en la historia, así como a la seguridad en el mismo marco se llamaría caos.
Es evidente que la única forma de entender la realidad es como algo que en constante transformación y que solo adaptándose a ella se puede navegar las aguas de ese cauce existencial. Si frente a una tormenta un barco intentara un comité partidario y satisfacer a las partes con una normativa teóricamente loable, pero nadie saliera a cubierta o al menos mirara el instrumental que le muestra la realidad, el destino de ese derrotero sería incierto, así como la seguridad de todos.
Llevamos respecto a esta última ley más de una década de conflictos y la realidad nos devuelve que los abusos que señalaba se siguen cometiendo, pero de otras maneras, como por ejemplo la sobre medicación o una persona que ha perdido su capacidad civil, corriendo peligro, y pasan años antes que la sociedad por intermedio de la justicia pueda protegerla ya que los comités bizantinos deben ponerse de acuerdo para expedirse.
La evolución histórica de la ley, que tendremos el espacio para contarla en otra entrega, debía adaptarse al estado de la ciencia en ese momento y a los factores sociales, pero especialmente a la prueba de lograr el bienestar de quienes padecen de una enfermedad mental.
En nuestro medio atribuimos una frase de Aristóteles pero que no tiene dueño. «La única verdad es la realidad». Pretender apartarse o desconocer la realidad es de necios o quizás alienados.
No sería muy lógico suponer que algo fundado en elucubraciones facciosas, desconociendo la realidad, no sea una nave que deba ser reparada indefinidamente (el calcetín de Locke).
Abandonar los egos es un buen inicio a la salud mental propia y colectiva.