El ingeniero Alfredo Fushimi se refirió a la obra de Francisco Salamone, haciendo un importante llamado de atención por lo que ocurre con el matadero de Alberdi: “Hay tanto cacareo por las otras obras y por esta nadie dice nada”.
Su pausado hablar no debe generar la falsa creencia de estar ante una persona desinteresada. Todo lo contrario. Maneja su léxico como un cirujano, y cada palabra conlleva una exactitud digna de un orador de la antigua Grecia.
Para el ingeniero Alfredo Fushimi, el arquitecto Francisco Salamone despierta más que admiración. Según recuerda haber leído, y suscribe de ese texto, “Salamone tiene una minoría intensa de fans”.
Y a esa sentencia le sumó que “hay un micro mundo Salamone en que estamos inmersos, que es una generalización de lo que pasa en las redes: cada micro mundo cree que todo el universo es así”.
Profundizando en su idea, resaltó que “a mí lo que me interesa de Salamone es lo mismo que me movilizó la primera vez que lo vi: esos grandes escenarios en medio de la nada. Tengo una gran admiración por la gente que está en obra, desde el jefe hasta el último peón. Y más en esa época. Hoy es llamá al corralón que no llegó la arena. En esa época no era así”.
Siguiendo esa línea, recordó que “la gente no sabía cómo era la mezcla del hormigón, como doblar hierros, cómo hacer encofrados curvos con madera. Eran temas de desafío y de didáctica. Esa es la gran impronta social que dejaron las obras de Salamone. Un montón de constructores nacieron a partir de ahí y se multiplicaron en ese art déco barrial anónimo que está desparramado en todos lados”.
En otro pasaje de la charla, en tanto, resumió su último viaje netamente dedicado a las obras de este disruptivo italiano. “En Alem está la delegación municipal que está bien, está en una esquina. El matadero de Alem es gemelo al de Alberdi pero no fuimos. Después fuimos a Vedia, que está el municipio, que está bien, está el matadero, que está destruido y donde tienen un canil. Se ve que funciona una protectora de animales y está lleno de perros. La ventaja que noto es que cortaron el pasto y plantaron árboles, pero el matadero se viene abajo. De ahí fuimos a Alberdi”.
Continuando con su relato, pero entrando a una zona más delicada, contó que “ahí el Matadero está en medio de un basural a cielo abierto y encima le pusieron cuatro piletas de una planta depuradora, que si haces fotos es una maravilla, porque no hay muchas obras de Salamone que tienen espejos de agua”.
Cerrando el concepto de forma clara y contundente: “hay tanto cacareo por las otras obras y vos tenes una obra de Salamone en un basural a cielo abierto con cuatro piletas depuradoras y nadie dice nada”.