El dueño de Sureña repasó la historia de esta bebida alcohólica, tanto en la comarca como a nivel nacional. “Hasta 1730 la mayoría de la cerveza era importada” comentó.
Hoy se puede decir que la cerveza es pasión de multitudes. Un número más que interesante de argentinos la consume, y con mayor o menor demanda, forma parte de la cultura nacional desde hace cientos de año.
Al respecto Joaquín Serafini, propietario de Sureña, comentó que al mismo tiempo “Sierra tiene una rica historia cervecera. Hay muchos establecimientos que aún están vigentes, otros que vinieron y se fueron y otros que están por venir”.
Yendo directamente a la producción propia, argumentó que “nuestra cerveza lo que tiene de distinto es que no se apega al estilo tradicional, sino busca el paladar argentino, y al mismo tiempo, la gente del interior es distinta a la de Capital. Cumplo 12 años desde que hago cerveza, y como familia, hace 10 que estamos”.
Dando un marco histórico aseguró que “en aquel entonces no teníamos insumos. Había que traerlos de afuera. Levadura no había. Lúpulo muy poco. Maltería había una o dos que le vendían a las artesanales. Tras el boom que hay, es otra la realidad. Este año se agotaron las variedades nacionales más importantes, y está costando traer lúpulos importantes. Estamos en un punto muy importante de la historia cervecera”.
Y dejó un dato relevante: “casi el 7% del consumo nacional es cerveza artesanal. Argentina es el doceavo país del mundo que consume cerveza”.
En otro pasaje de la charla y apuntando a la historia de la cerveza en nuestro país, Joaquín comentó que “hasta 1730 la mayoría de la cerveza era importada. No quiere decir que no se haya fabricado acá. Se sugiere que en el sur ya había plantaciones de lúpulo y había galeses haciendo cervezas”.
Según se sabe, “en esa época hay registros que un farmacéutico inglés comenzó a producir cerveza. Los alemanes son mucho más reservados sobre fórmulas y traer eso. Entonces las primeras cervezas en el virreinato eran inglesas”.
En detalle, se trataban de bebidas “turbias, con la levadura mezclada, sin estar bien molidos los ingredientes y los sacaban del mismo lugar que fermentaban. Por eso las cervezas que más salían eran las oscuras. Era más bien un jugo de malta poco refinado y fermentado. La principal función en ese momento era como punto de reunión y como fuente de vitaminas”.
Continuando con el relato contó que “tras las primeras invasiones inglesas empiezan a haber pequeñas cervecerías en Buenos Aires. Lo que ocurría en el interior no está documentado. Pero el auge de la cerveza se da más cerca del 1900 de la mano de los alemanes”.
Mientras que “comenzamos con las cervezas tipo Ale de los ingleses, y pasamos a las Lagger típicas de los alemanes. A partir de 1850 van estableciendo cervecerías con el máximo exponente en Bieckert, que es el primero que trae un equipo como para abastecer con cierta cantidad al público de Buenos Aires”.