(Télam-Confiar. Por Griselda Acuña de la Red Argentina de Periodismo Científico) Desde antiofídicos hasta repelentes de larga duración, en las provincias de Misiones, Corrientes y Chaco científicas y científicos de distintos grupos realizan investigaciones sobre la flora de la zona con fines medicinales, teniendo como primera fuente de consulta a los pueblos originarios.
La investigación de la biodiversidad con fines medicinales trasciende las paredes de un laboratorio y tiene dos momentos clave, al menos en el Nordeste Argentino.
Uno: la escucha a los pueblos originarios que son, en definitiva, la primera fuente de consulta. Dos: el trabajo en terreno, cuyo relevamiento de especies es posible únicamente mediante un equipo interdisciplinario; participan especialistas en farmacia, en bioquímica, en botánica.
En el caso de Corrientes, Ana María Torres, directora del Laboratorio de Productores Naturales (LabProdNat) de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne), coordina varias líneas de trabajo, siendo la más avanzada el desarrollo de un extracto vegetal con actividad inhibitoria contra veneno de la serpiente llamada yarará.
Los resultados fueron publicados el año pasado en la revista Journal of Ethnopharmacology.
«En los pueblos originarios hay evidencia de uso de plantas cuando se producen accidentes ofídicos (mordeduras de serpientes), generalmente en forma de infusión o cataplasmas. Se llama alexitérica a las plantas que contrarrestan la acción de un veneno, entonces con esta información comenzamos a ver qué plantas había en la región, en forma conjunta con el Instituto de Botánica del Nordeste (Ibone) para la correcta identificación y depósito en herbario», explica Torres en diálogo con Télam-Confiar.
Y continúa: «Hemos trabajado en el transcurso de los años con unas 20 especies. Las que tenemos más estudiadas y con mejor respuesta son Nectandra angustifolia o laurel amarillo, y Cissampelos pareira, que es una enredadera. Con ellas hemos preparado extractos y realizado pruebas in vitro, es decir, en laboratorio y también in vivo, en ratones, como tratamiento local».
«Hemos adelantado los estudios llegando a formular un gel con la especie Cissampelos pareira, que se ha probado in vivo en ratones como tratamiento local con muy buenos resultados (trabajo conjunto con la Facultad de Veterinaria de la Unne). Otras especies estudiadas actualmente son: Baccharis articulata o carqueja, Croton urucurana o sangre de drago», Plantago tomentosa o llantén», detalla la doctora en Química y también docente de la casa de estudios de Corrientes.
«La línea de antiveneno la venimos trabajando hace quince años, y hace tres años que iniciamos otras líneas de investigación, orientada a plantas hipoglucemiantes y también antiinflamatorias con ayuda del Laboratorio de investigaciones Bioquímicas (Libim), de la Facultad de Medicina de la Unne», destaca Torres.
«Tenemos una becaria que está trabajando con la planta Phyllanthus niruri que es el rompepiedras, donde ya estuvimos haciendo prueba in vivo en ratas para ver si podemos disminuir la glucemia postprandial que sería un gran hallazgo para pacientes con diabetes tipo 2. Hasta ahora los resultados van bien», anticipa la directora del LabProdNat, cuyo laboratorio como los otros grupos de investigación intervinientes pertenecen al Instituto de Química Básica y Aplicada del Nordeste Argentino (Iquiba-NEA), instituto de doble dependencia, Unne y Conicet.
En Misiones, el recientemente inaugurado BioLab dependiente de la Agencia de Innovación del Gobierno provincial lleva adelante un proyecto sobre la formulación de repelentes de insectos a base de plantas nativas.
Carlos Altamirano, doctor en Farmacia y docente de la cátedra de Farmacobotánica de la Facultad de Ciencias Exactas, Químicas y Naturales de la Universidad Nacional de Misiones (Unam) lidera el trabajo que comenzó en 2021 y ya entró en su última etapa.
En la investigación se plantean formulaciones alternativas e innovadoras de repelentes, utilizando como fuente de materia prima, extractos y esencias obtenidos de especies vegetales del rojizo terruño.
De manera que tras la selección y recolección de plantas con potencial actividad repelente en la flora autóctona, se realizan extractos y aceites esenciales para caracterizarlos químicamente.
«Hay productos instalados en el mercado, como la citronella; entonces nuestra idea sería tratar de obtener algún equivalente de nuestra flora que pudiera tener alguna actividad similar o superior a la citronella. Estamos también buscando cambiar el tiempo de duración, actualmente la duración de los pesticidas es de dos horas. Supongamos una excursión en el monte o la gente que trabaja en zonas rurales, dos horas es muy poco tiempo», desarrolla Altamirano.
«Estudiamos dos plantas promisorias, la pipí o petiveria alliacea, que nos comentaron los mbya que ellos la usan para evitar la picadura de los mosquitos frotándose la piel. La otra es cordia curassavica, arrancó con una tesis con resultados interesantes y de ahí retomamos», dice el autor de la investigación al tiempo que aclara «lo que planteo es hacer formulaciones con un híbrido, con aceite y hacer un extracto, extrayendo todo lo posible de la planta».
«Tenemos los perfiles químicos, vamos a pasar a hacer las formulaciones y debemos hacer un bioterio, es decir, una jaulita donde vamos a tener a los insectos voladores y podemos realizarnos las pruebas», comenta.
«Otro punto que será clave este año es la cuestión de la toxicidad. Si bien la vía tópica ofrece mayor protección, tenemos que saber si no es tóxico y eso hay que probarlo. Vamos a trabajar con otra cátedra de la Licenciatura en Genética, son tesistas especialistas en análisis genotóxico», detalla.
El proyectos de los repelentes es el resultado de esa interacción entre Altamirano y los pueblos originarios por una actividad ya en ejecución, dado que son los guaraníes los que producen las plantas – ambay, carqueja, cangorosa- que utiliza el BioLab para hacer los extractos que son enviados al Laboratorio de Especialidades Medicinales de Misiones (LEMis) para la fabricación de fitomedicamentos.
«Ellos armaron una cooperativa donde secan y muelen las plantas, y comercializan también a otras provincias; en esas entrevistas, charlando con ellos, surgió lo que ellos usan», recuerda.
Por su parte, el Herbario de la Universidad Nacional del Chaco Austral llamado «Ingeniero Carlos Chifa», funciona desde septiembre de 2021 y tiene la particularidad de ser el primero de la provincia inscripto en el Jardín Botánico de Nueva York, uno de los más grandes del mundo; actualmente, cuenta con más de 6.500 especies y la cantidad va en aumento.
«El herbario es una continuidad del profesor, ingeniero Carlos Chifa, que ya está jubilado. Comenzó a recolectar plantas con usos medicinales, la mayoría autóctonas de Chaco, para enseñar botánica a sus alumnos. Hay ejemplares que tienen 30 años y no están atacados ni por insectos ni bacterias», expresa Télam-Confiar el responsable del proyecto, el farmacéutico, Javier Rodríguez.
En ese sentido, señala: «con la construcción de un nuevo edificio en la Universidad recuperamos esas colecciones y comenzamos a trabajar para crecer en número de ejemplares».
«La metodología para seleccionar exclusivamente las plantas con usos medicinales es a través de encuestas a los pueblos originarios o a la población rural, más que nada del norte de Chaco. La medicina con plantas es cotidiano en algunas zonas por la lejanía de lugares urbanos o centros de salud», explica.
Cedrón, mburucuyá, ambay son algunas de las plantas con fines medicinales relevadas por los académicos en sus visitas a las comunidades. El herbario tiene por función, por un lado, guardar y proteger la biodiversidad, y, por otro, acreditar la identidad de las plantas sometiéndolas a diferentes procesos técnicos.
*Esta nota es una producción de Télam-Confiar, una plataforma con información especializada en ciencia, salud, ambiente y tecnología (www.telam.com.ar/confiar).