(Por Alfredo Ves Losada) Algunos de los estudiantes que integran el equipo tenían una fe ciega y otros eran más escépticos, pero desde que su proyecto para construir un satélite del tamaño de una lata de gaseosa que pueda utilizarse para evaluar el impacto de la pesca en la milla 201 fue seleccionado, los alumnos de un colegio marplatense solo piensa en lograr que el dispositivo esté listo en poco más de tres meses para su lanzamiento desde el Centro Espacial Teófilo Tabanera, en Córdoba.
Se trata de estudiantes del Instituto Industrial Pablo Tavelli de Mar del Plata que forma parte del grupo de trabajo que fue seleccionado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MinCyT) y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae).
El proyecto de este grupo de estudiantes secundarios, llamado TAV-LIGHT 1, prevé la construcción de un dispositivo de menos de 200 gramos de peso (picosatélite), que una vez lanzado sea capaz de reunir información atmosférica y aportar datos para analizar, entre otras cuestiones, cómo afecta a la fauna marina la contaminación lumínica producida por los cientos de buques que operan en el límite de la Zona Económica Exclusiva (ZEE).
La propuesta fue presentada en el marco del proyecto Cansat, una convocatoria internacional impulsada por la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio estadounidense (NASA) y la Agencia Espacial Europea (ESA), que a nivel nacional es llevada adelante por el MinCyT y la Conae con el objetivo de acercar la ciencia y la tecnología a los alumnos de escuelas secundarias, y fue seleccionada entre casi 500.
«Los estudiantes cursaron capacitaciones virtuales sobre sistemas espaciales, tecnología satelital, telemetría e industria aeroespacial, dictadas por la Conae y la Universidad Tencológica Nacional, y a partir de una serie de pautas comunes plantearon una propuesta de trabajo», explicó a Télam Marcos Berón, docente del colegio y coordinador del equipo.
Según detalló, «una misión primaria común era que el satélite sea capaz de medir presión y temperatura en el aire una vez que es lanzado a unos 400 metros, y además, debía tener una misión secundaria y se hacía hincapié en que estuviera centrada en una problemática ambiental local».
El proyecto TAV-LIGHT 1 propuso en ese sentido que el dispositivo pudiera evaluar también el impacto de la pesca ilegal e indiscriminada frente a las costas marplatenses, con el foco puesto en dos cuestiones: la contaminación lumínica de la flota que opera sobre la milla 201 y el efecto de la actividad a gran escala sobre el recurso ictícola.
«La misión primaria consiste en que una vez que sea lanzado y empiece a descender, el satélite sea capaz de medir presión y temperatura en el aire», explicó a Télam Máximo Robledo, estudiante de sexto año del instituto y capitán del equipo.
Robledo precisó que uno de los «diferenciales» de la propuesta elaborada por ellos es que la misión secundaria propuso analizar «la contaminación lumínica producida por los barcos que usan grandes emisores de luz para atraer a los peces» en la milla 201, y su impacto en los ciclos reproductivos y el balance biológico de las especies en la zona.
Además, otro objetivo eventual es aportar información sobre el posicionamiento de los buques que operan en el límite de la ZEE.
El proyecto prevé que los resultados obtenidos sean compartidos y comunicados a instituciones, organismos o grupos de investigaciones vinculados al área.
Tras la selección del proyecto para la siguiente etapa, los estudiantes recibieron un kit de componentes electrónicos, de comunicación y telemetría, y sensores lumínicos y de humedad por parte de la Conae, y deberán correr contra el calendario para ensamblarlos y darle forma al picosatélite.
«Además de ensamblar los componentes y sensores, hay que desarrollar el sistema de seguimiento, el sistema de descenso y todo lo que tiene que ver con la estructura externa del satélite», explicó por su parte Tatiana Morelli, que también forma parte del equipo.
Morelli confesó en diálogo con Télam que era una de las más escépticas a la hora de la postulación, y que «fue una sorpresa total» haber sido seleccionados «porque al hacer las capacitaciones virtuales había cientos de escuelas que participaban, y además como la convocatoria estaba dividida por zonas, Mar del Plata entraba en la misma que todos los colegios de la ciudad de Buenos Aires y la provincia».
Robledo, en cambio, dijo que «tenía toda la fe en el proyecto» porque confiaba «en la propuesta de trabajo sobre una problemática ambiental muy relevante como el impacto de la pesca, que además está muy vinculada a la ciudad».
Luca Antonelli, otro de los miembros del equipo, explicó que a medida que trabajen en el armado del dispositivo, habrá «un seguimiento por parte de un responsable de la Conae» y que «cada miembro del grupo tendrá un rol concreto para avanzar al mismo tiempo en las distintas áreas».
Parte del equipo se concentrará en la impresión 3D de la estructura del satélite, que será plástica y tendrá el tamaño de una lata de gaseosa, de aproximadamente 15 centímetros de alto por 7 de diámetro.
Otros deberán desarrollar el sistema y mecanismo para que el satélite pueda descender tras alcanzar la altura máxima y regrese sano a tierra.
El grupo de trabajo -integrado además por Facundo Juárez y Bernardo Livio como miembros titulares y por Luca Vallina, Santiago Romano y Franco Cascalleres como suplentes- deberá superar las distintas etapas de seguimiento por parte de la organización.
Y en caso de ser uno de los cinco equipos que logren mayores avances en el desarrollo del prototipo, a finales de septiembre viajarán al Centro Espacial Teófilo Tabanera, ubicado 30 kilómetros al sudoeste de la ciudad de Córdoba, para concretar el lanzamiento de prueba.