La expansión de la agricultura en las llanuras sudamericanas elevó el nivel de las napas de agua provocando una mayor propensión a las inundaciones, que tampoco beneficia en períodos de sequía, según un estudio realizado por investigadores de Conicet y la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) y de la Universidad de Lancaster (Reino Unido).
El trabajo, publicado hoy en la prestigiosa revista Science, fue realizado por investigadores del Grupo de Estudios Ambientales (GEA), que funciona en el Instituto de Matemática Aplicada (UNSL-Conicet), y del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas y Naturales de la (FCFMyN- UNSL).
«Lo que hicimos fue analizar minuciosamente trabajos de campo que el grupo de investigación realizó en los últimos 20 años y de otros autores de la zona en relación a cómo se alteraba el balance hídrico cuando se reemplazaba una cobertura de suelo, por ejemplo, pastizales, pasturas o bosques por agricultura», indicó a Télam Javier Houspanossian, especialista en inundaciones y en procesamiento y monitoreo satelital (FCFMyN y GEA) y primer autor de la publicación.
El investigador indicó que, «si bien esto es algo que sucede en la región pampeana desde hace 40 años, en las últimas dos décadas se aceleró muchísimo».
«A su vez -describió- realizamos observaciones de campo en distintos lugares donde nos acercamos incluso por otras investigaciones, como el sur de Córdoba, el nordeste de La Pampa, Santiago del Estero y hablamos con los productores y y todos contaban lo mismo: que hace varios años tenían que hacer pozos muy profundos para encontrar agua (unos 10 metros) y que ahora excavan un metro o metro y medio y ya encuentran».
El especialista señaló que, entre 2016 y 2019, que fue un período húmedo, comenzó a aparecer agua en zonas donde no había antes.
«A partir de toda esta información y de imágenes satelitales comenzamos a mapear estos nuevos cuerpos de agua que aparecen en inundaciones y así encontramos que se trataba de un problema regional, no de una zona puntual», señaló.
En ese marco, agregó: «La principal conclusión a la que llegamos fue que, frente a este cambio en el uso del suelo -en la llanura pampeana desde hace tiempo y recientemente en la chaqueña que se deforesta para hacer agricultura-, cuando hay eventos de exceso de agua se produce recarga en los acuíferos que, con el tiempo, genera ascenso freáticos (napas de agua subterráneas) y después inundaciones».
Houspanossian indicó que también encontraron que «el hecho de agriculturizar el paisaje disminuye la capacidad de extraer agua en los períodos secos, es decir, que no sólo vuelve el suelo más propenso a inundaciones, sino que también dificulta la respuesta frente a la sequía».
«Esto se debe a la poca capacidad de extraer agua en profundidad de las plantaciones de la agricultura por tienen raíces son poco profundas».
El trabajo, entonces, realiza dos aportes fundamentales: «Por un lado, muestra con evidencias que algo que se decía desde hace bastante que estaba pasando, realmente está pasando y es que la región se volvió más propensa a inundarse y que eso tiene un montón de consecuencias», dijo.
«Esto -enfatizó- no solamente altera los períodos de lluvia, sino también los periodos de sequía, o sea, durante las sequías, que en otro momento hubiese sido la oportunidad para utilizar el agua de las napas, no se llega a usar por la incapacidad de las raíces».
Frente a este escenario, Houspanossian planteó que, «para hacer frente a las inundaciones, es necesario, por un lado, aprender a convivir con este estadio hidrológico de napas cercanas».
«Es importante recorrer los diferentes zonas afectadas y empezar a aprender de los diferentes actores sociales qué soluciones están aplicando. Por ejemplo, hay pueblos que en época de inundaciones, bombean y sacan el agua de las ciudades; hay productores que canalizan, es decir, hay distintas obras civiles para ir de a poco mitigando en el momento de mayor inundación», describió.
«También hay ‘soluciones verdes’ que, basadas en vegetación, por ejemplo pasturas, se utilizan para extraer agua porque tienen raíces más profundas; entonces quizás una de las soluciones de larga duración puede ser empezar a ambientar la agricultura y en zonas específicas implantar pasturas que consuman agua a más profundidad que los cultivos, o reforestar en algunas zonas», completó.
En cualquier caso, el investigador indicó que «es muy importante que el productor aprenda a medir la napa freática con la mayor precisión posible y, a partir de esto, desarrolle estrategias».
En este sentido, el Grupo de Estudios Ambientales (GEA) desarrolló sensores de muy bajo costo «para que los productores y los tomadores de decisiones locales puedan tener mediciones fiables de nivel freático», y, en este momento, están avanzando en el proceso de patentamiento de ese producto.
De la investigación publicada en Science también participaron Esteban Jobbágy, Raúl Giménez, Juan Whitworth-Hulse y Marcelo D. Nosetto, todos del GEA (IMASL-Conicet); y Wlodek Tych, Peter Atkinson,Lancaster y Mariana del Environment Centre, de la Universidad de Lancaster.