«Cuando nos fuimos de Esperanza (única base donde invernan familias) mi papá nos dijo que nos despidamos ‘porque esto nunca más’, así que lo había dado como ciclo cerrado y jamás imaginé volver. Pero cuando se dio la posibilidad, no lo dudé», dijo a Télam Moya Ramos.
Celeste Belén Moya Ramos vivió en su adolescencia en la base Esperanza por el trabajo de su padre, un suboficial mayor retirado del Ejército, y tras 17 años regresó como odontóloga de la Fuerza Aérea junto a su esposo, Alejandro Cáceres, con la misión de integrar el grupo sanitario del continente blanco durante esta campaña antártica y con el interrogante de si habrá «quedado con el idilio» de cuando pisó esa misma tierra por primera vez.
«Cuando nos fuimos de Esperanza (única base donde invernan familias) mi papá nos dijo que nos despidamos ‘porque esto nunca más’, así que lo había dado como ciclo cerrado y jamás imaginé volver. Pero cuando se dio la posibilidad, no lo dudé», dijo a Télam Moya Ramos, hoy de 33 años, mientras cebaba mates viendo la proa del ARA Almirante Irízar en el mar Argentino antes de llegar a la base en el marco de la Campaña Antártica de Verano.
La odontóloga que había vivido en la base Esperanza cuando tenía 16 años completó: «Tengo muchos recuerdos de la Antártida, por algo estoy acá de nuevo, fue una experiencia increíble, un antes y un después como familia».
«Vivir allá con mi padre significó, después de muchos años, poder estar todos los días en una misma casa compartiendo con él, que hizo muchas campañas antárticas que duraron un año cada una, y fueron muchos años de no poder verlo», agregó la nueva invernante.
Nacida en El Palomar, a los seis años por el trabajo de su padre vivió en Córdoba, donde pasó casi toda su vida. Allí, estudió odontología en la Universidad Nacional, hizo sus prácticas profesionales en el Hospital de Ejército y, cuando se recibió, a los 23 años, entró al cuerpo de profesionales de la Fuerza Aérea.
Sus últimos diez años los pasó destinada en el Centro asistencial Retiro, en Ciudad de Buenos Aires.
Al repasar sus días antárticos, Celeste Moya Ramos se emocionó al recordar, sobre todo, a su hermana menor, que tenía ocho años cuando vivieron en la Base Esperanza, en 2007.
De la Antártida, a sus 16 años, recuerda que hacían ‘pijama party’, miraban películas, se encerraban a escuchar música con el reproductor MP3 y les gustaba caminar. «Muy adolescentes», remarcó entre risas.
«Para mi papá fue un premio poder ir con la familia. Él es enfermero del Ejército. Es un antártico e hizo un sacrificio muy grande para llevarnos en su momento», destacó.
El regreso a la Antártida
En esta ocasión, la odontóloga llegó a la base con su marido, Alejandro (32), con quien eligió compartir la vida hace diez años.
«El tema de ir a la Antártida con mi esposo siempre estuvo muy hablado porque uno se junta en una reunión y siempre hay uno o dos antárticos y se habla del tema. La verdad es que siempre estuvo muy vivo el recuerdo, nunca se apagó», reconoció la también flamante locutora.
Alejandro Cáceres, de especialidad «prevención del incendio y rescate» y licenciado en Instrumentación Quirúrgica, también pertenece a la Fuerza Aérea y su rol en la Base Esperanza estará en el área de logística, administrando víveres, entre otras cosas, para que «todos tengamos lo mismo y alcancen, con calidad de vida», explicó la joven.
«En Esperanza armamos un muy buen grupo de sanidad con la enfermera Ayelén Borges, la médica pediatra Celeste Argüelles, y con profesionales de las otras bases con los que estamos en contacto. Somos unas quince personas conectadas para ayudarnos en nuestras distintas especialidades. Verme en un lugar tan alejado haciendo lo mío es increíble», remarcó la dentista de la base que también se desempeñará como locutora en LRA36 Radio Nacional «Arcangel San Gabriel», única radiodifusora en la Antártida.
Sobre este segundo rol, dijo: «Tampoco dudé de la faceta radial. Me avisaron que había que cubrir uno de los tres puestos como locutora y producción. De hecho, cuando estuve en Esperanza de adolescente también tuve la posibilidad de hacer un programa interno de radio con Belén y Natalia Pietrafesa (hijas del jefe de base de la campaña 2007) y era algo que salía solo para la gente de la base».
«Ahora estoy pensando contenido, entrevistas, qué decir y qué no, es una responsabilidad enorme porque no soy del ambiente. Lo bueno es que se armó un buen grupo y le estamos poniendo lo mejor», destacó.
Entre las nuevas locutoras de la radio para este año se encuentran también Verónica Córdoba y Soledad Treviranus, mientras Daniela Neris oficiará como operadora.
Para cumplir con estas funciones las cuatro se formaron con profesionales de Radio Nacional en un curso coordinado por el director de Radiodifusora Argentina al Exterior (RAE), Adrián Korol, y dictado por la locutora Ana Carella junto al técnico en electrónica y radio operador integrante del Comando Conjunto Antártico (Cocoantar) que invernó durante 2023 y trabajó en la radio desde la Base Esperanza, Juan Benavente.
«Cuando le dije a mi papá que invernaría de nuevo se alegró muchísimo. Me preguntó si estaba segura, y le dije que sí. También me dijo: ‘sabé que la experiencia va a ser distinta'», acotó.
Ante el nuevo desafío, la odontóloga y locutora se pregunta si se habrá «quedado con el idilio de cuando tenía 16. Capaz no es así como lo recuerdo. Tengo toda la expectativa de verme ahí de nuevo, con otras herramientas, otra edad y en otra situación».
POR ORNELLA RAPALLINI, CORRESPONSALÍA ITINERANTE SECTOR ANTÁRTICO ARGENTINO – Télam