Las emociones, no son meramente individuales o psicológicas, sino que más bien constituyen una parte vital de la vida política con gran influencia en todos sus aspectos.
Sara Ahmed, es una escritora feminista que se ocupó de investigar las emociones, entre ellas la del odio, como parte de los mecanismos institucionales y de la política cultural. Para la autora más que definir este sentimiento es importante analizar el modo en que circula, qué es lo que produce, como se va adhiriendo a ciertos cuerpos, quitándole valor o legitimando la opresión.
La importancia del odio, no radica en el sujeto que lo siente, sino en cómo ese sujeto de poder lo hace circular en las instituciones y lo retroalimenta. Le da cuerpo. Crea una narrativa de lo que está bien o está mal. Define arbitrariamente lo esperable de cada uno de los integrantes de una institución.
La misoginia femenina, es una forma de odio entre mujeres.
A mi entender hay una misoginia femenina en el Ministerio de Ambiente de la Provincia de Buenos Aires o al menos así es como se siente. Y se viene produciendo entre la Subsecretaria de Política Ambiental Tamara Basteiro y la Ministra Daniela Vilar, contra una mujer trabajadora del Sistema de Áreas Naturales Protegidas, la que escribe esta nota.
El 19 de diciembre pasado debía recibir mi medalla por los 35 años de servicio, en un acto que se llevó a cabo en La Plata, pero la Subsecretaria Basteiro me negó los pasajes oficiales que por derecho me corresponden, para viajar a ese acto.
¿La razón? por lo que pude saber, parece que a la funcionaria no le agradan mis opiniones en las redes sociales. ¿Acaso me está siguiendo?
De todas maneras no es la única situación que he padecido. Solo la gota que rebalsó el vaso.
Parece que la señora Basteiro se queja porque opino de ella. Nunca lo hice. Jamás hablé de la “persona” Basteiro, sino que opiné, en el marco del derecho a la libre expresión, de las políticas públicas, algunas llevadas adelante por la funcionaria.
Igualmente sin el aval de la Ministra Vilar, la decisión de la Subsecretaria de negarme los pasajes, sería imposible.
En el año 2022 las Trabajadoras del Sistema de Áreas Naturales Protegidas presentamos un Manifiesto por la situación precaria en la que nos encontrábamos (y aún estamos) en nuestros lugares de trabajo. En la primer reunión virtual, que organizó la Señora Basteiro, para tratar ese tema, nos transmitía tranquilidad, porque la igualdad y el respeto para con las mujeres trabajadoras, se evidenciaría solo con su presencia como funcionaria del sexo femenino. Nada más lejos de eso. Desde aquel Manifiesto se han ocupado de dividirnos.
No les gustan las mujeres “fuertes” que se animan a opinar y mucho menos cuando utilizan argumentos sólidos. Nos quieren sumisas.
Por otro lado el personal del Ministerio de Ambiente percibe una compensación, que no va al básico, y que de manera arbitraria la funcionaria determina su monto para cada empleado. En el caso del personal de las Áreas Protegidas, las Encargadas mujeres de las Reservas Naturales, que de por sí son solo tres, de las cerca de cuarenta unidades de conservación, cobran una compensación menor que los Encargados varones. Con el resto del total de trabajadoras, hay una distribución totalmente inequitativa, al punto que hay compañeras que no cobran nada.
Con los compañeros varones pasa algo parecido, aunque con leves diferencias de menor desigualdad, que las mujeres.
Repito, esto sin el aval de la Ministra Vilar, no sería posible.
Algunas compañeras callan por temor, otras no sienten el malestar o buscan alguna forma de mediación para no pasarla mal, se bancan destratos, hay quienes han pedido el pase o se rindieron, y si les preguntamos probablemente lo nieguen, es lógico, se ha naturalizado la violencia laboral, ninguna de ellas tiene la culpa, nunca la tendrán. Las menos sostienen sobre sus hombros el peso de una administración violenta cegada por el odio.
El gesto de la Subsecretaria, para conmigo, y la forma en que distribuye las compensaciones son mensajes que ponen en circulación un tipo de misoginia femenina y opera negándonos a algunas el acceso a derechos “por considerarnos indignas de ejercerlos” (ONU)
¿Que hacer con eso?
No devolver el odio con odio. No retroalimentarlo. No transportarlo. Despegarlo de nuestros cuerpos. Pero sí denunciar. Como dice la autora feminista en su libro Denuncia!, “hay que denunciar no como una fase negativa, sino como una fuerza transformadora y una brújula que nos habla del mundo que queremos” (Ahmed, 2016) y agrego: “del mundo que queremos” sobre todo, LAS MUJERES.