Estadio de Gimnasia y Esgrima de la Plata. “Principios de los ’70. Un entorno magnífico. En lo alto, un cielo limpio; acunando la multitud, los árboles del bosque platense. Entre esa gente, justo en el medio de la cabecera local, hay un negrito delgado, fibroso, con hombros imponentes”. Así comienza el periodista Gabriel Fernández su retrato de José Luis Torres, “El Negro José Luis”, identificado por las fanas triperos como la primera voz de las consignas toscas y llanas que desde su lugar central en el paravalancha entona para que inmediatamente aullen todos. “Seremos negros/ seremos basureros/ pero en La Plata/ mandamos los triperos”.
Sostiene Fernández: “Puede decirse: no fue un buen hombre. Puede decirse: nunca atemperó la discordia horizontal. Puede decirse: su lealtad era imponente. Y también no peleaba para mostrarse valiente: peleaba porque les gustaba pelear”. Pero no sólo el fútbol y su singular manera de vivirlo eran importante en su vida. El rock también lo atrapó hasta convertirlo en un devoto de los recitales de Pappo, Polifemo, V8, Hermética y Los Redonditos. Durante el primer lustro de los 70 fue un entusiasta militante de la Jotapé a la hora de movilizarse, tocar el bombo y pelear por un país mejor.
“En un recital de Pappo protagonizó una riña callejera memorable, a lo Tigre Millán, con un agravante: varios de sus rivales portaban navajas y su grupo rompió muchas cabezas a puro palo y fierro bien buscado.
No fueron los únicos cuchillos que se clavaron en su cuerpo. Hinchas rivales, de Primera y del Ascenso, lograron herirlo, hospitalizarlo pero no vencerlo. Siempre volvía, vendado, a los estadios y a los recitales. Era un estratega de las peleas callejeras, a menos que estuviera atiborrado de drogas y de alcohol: en esos casos, sólo peleaba, sin planificación alguna. En una de sus tardes más oscuras, se lo pudo ver tieso sobre un parante de la cancha de Banfield. Los compañeros lo sostenían, hasta que en una jugada discutida, cayó. Golpeó su cabeza contra un escalón de cemento. Se paró enseguida, con una sonrisa nublada. Se quitó el polvo de la manga izquierda de la remera y volvió a su lugar ante el asombro de quienes lo daban por muerto”.
“Como en los buenos tangos, vivió hasta grande con su mamá. La relación era enternecedora. Aunque parezca extraño, no faltaba el beso en la frente, el elogio desmedido y la comparación con otras mujeres, que derivaba inevitablemente en un triunfo de la Vieja. Como en las buenas películas de piratas y cuando las canas empezaban a surcar sus cabellos, el amor irrumpió y capturó al imposible. Hay quien dice que le hizo bien. Lo cierto es que cuando empezaban a esfumarse los 90, una lobita hizo su irrupción en la agitada vida del Negro José Luis. La bautizó Paloma Azul, sorprendiendo no por los colores, pero sí por un pacifismo que parecía ajeno a su personalidad”.
Skay y la Negra Poli, guitarrista y manager de los Redondos lo tenían “junado” de los recitales, sabían de su ascendencia en los conciertos y de los odios y amores que despertaba. Luego fue el Indio Solari quien se interesó por su figura. Y en ese interés está la clave de la melodía que se viene.
La poesía del Indio es un inmenso paño metafórico. Lugar de disputa de interpretaciones encontradas. Parece un juego o una invitación al libre albedrío de cada subjetividad. José Luis Torres, el Negro José Luis, murió a las 46 años el 7 de junio de 2001, después de haber sido internado por un problema de apariencia menor. Hoy es leyenda y bandera en la tribuna de Gimnasia. Una bandera que nunca falta. Una bandera homenaje que grita al viento el título de una de las más encendidas canciones “ricoteras”, inspirada en ese hombre controversial que ha quedado en la historia del rock como…LA BESTIA POP.
hasta aquí llegamos.
Nos vamos para volver, para seguir escuchando…CANCIONES.