Como la mayoría sabrá, en estas últimas semanas, fuimos noticia no solo a nivel nacional sino también en todo el mundo.
¿El motivo? Una supuesta “invasión” de mi familia en tierras que por derecho nos corresponden.
Ahora bien, claramente la palabra “invasión” está muy mal empleada. ¿Por qué invadiríamos nuestro propio hábitat? ¿Acaso no fuimos nosotros los primeros en llegar?
Otra cuestión que escuchamos y nos preocupa: ¿De dónde sacaron que los humedales no sirven? ¿Quién les dijo que era un buen lugar para construir barrios? ¿Creen realmente que destruyendo parte del mismo, aunque quede algún relicto intacto, no se verá afectada la dinámica del ambiente y que esto no traerá consecuencias para la urbanización y las futuras generaciones?
Son muchas las preguntas que nos hacemos, y son pocas las respuestas que obtenemos.
Ahora que somos famosos, detrás de cada carpincho existen muchísimas especies que también corren peligro como nosotros. En nuestro ambiente y en otros muy diferentes también. Se trata de especies no tan “carismáticas” pero igualmente importantes. No puedo olvidarme, por ejemplo, de nuestras amigas las iguanas de cobre. Ellas viven lejos, habitan únicamente en el Partido de Tornquist, en los cerros a más de 500 metros de altura…
¿Ustedes pueden imaginar que pasaría si avanzaran las construcciones y otras intervenciones modificando totalmente su ya reducido espacio? Ya bastante tienen las pobres y otros habitantes del pastizal pampeano, con el avance de las intervenciones agrícola ganaderas, antenas de radio, etc.
Sin ecosistemas como, por ejemplo, los humedales donde yo vivo, o los pastizales serranos donde habita mi amiga la iguana de cobre, perderíamos nuestra biodiversidad, nuestro suelo y agua se deteriorarían, y con ello los recursos y servicios que estos ambientes nos ofrecen y que resultan vitales para nosotros y para el hombre.
Lo que muchos humanos no saben, es que si estos ecosistemas se mantienen protegidos, esto impacta positivamente sobre la producción y la economía, porque el agua se mantiene más pura, hay suficientes polinizadores para que se formen frutos, hay abundantes nutrientes en el suelo para que las plantas se desarrollen, y a su vez, se mantienen paisajes que son un excelente recurso turístico.
Volviendo al tema del principio, ser invasor es otra cosa.
Una especie exótica es la que no se originó evolutivamente en ese lugar, y si de comparaciones se trata, ¿adivinen quién no se originó aquí?
Cuando el hombre lleva a propósito o accidentalmente organismos de un lugar a otro, estos pueden continuar su vida y aumentar sus poblaciones a un ritmo desmedido, ya que tienen fuentes de alimento y refugio y carecen de sus enemigos naturales.
Estos aumentos poblacionales de las especies exóticas las vuelven especies “invasoras”. Nunca una especie nativa de un área se vuelve invasora, aunque puede aumentar sus poblaciones si les quitan sus enemigos naturales. Nosotros hace rato que no vemos pumas ni yaguaretés, así que por eso somos tan abundantes.
Las especies exóticas invasoras afectan directamente a las especies nativas, porque no les dejan espacio para vivir, y muchas veces afectan la calidad y cantidad de los recursos naturales de los que dependen (alteran el agua, el aire y/o el suelo). Las especies invasoras pueden llevar a las especies nativas a la extinción.
Así que, como podrán ver, nosotros que evolucionamos con el ecosistema, somos nativos y nos vemos afectados por todos los impactos mencionados.
El tiempo corre y es hora de que ustedes humanos, asuman la responsabilidad y el compromiso necesario para reducir el impacto de sus acciones y para educar a las generaciones futuras sobre el valor de proteger los ecosistemas nativos. No habrá justicia ambiental si no hay cambios reales. El vínculo que tienen con el entorno no debe ser de dominio, sino de colaboración y de coexistencia.
Firma: un carpincho preocupado por problemas ambientales.
Imagen: Mural de la Iguana de Cobre (Monumento Natural del Distrito de Tornquist) realizado por la muralista Maria del Mar Celeste Perrella.