Pasaron 46 años del golpe más sanguinario y cruel de nuestra historia: asesinatos, secuestros, persecución, tortura, censura, robo de niños. Sus consecuencias fueron terribles. Las bases sociales y económicas se vieron abruptamente modificadas. Sus efectos negativos son, en muchos sentidos, todavía irreversibles. Hoy recordamos a las víctimas de la dictadura. Abrazamos su recuerdo.
Recordamos también, y celebramos, el fin de aquella terrible pesadilla. El ciclo político que inició Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983 fue el de más alta calidad de nuestra región. Volvió la libertad, se frenaron las persecuciones, se fue el miedo. Los responsables de la violencia y el terror fueron juzgados con la ley y la Constitución Nacional. Frente a la opción de la amnistía y el recuerdo de la violencia política, el gobierno de Alfonsín trajo paz, democracia, vigencia de los derechos humanos, el juicio a las juntas, el fin de la impunidad. Sentó las bases para el ciclo democrático más prolongado de nuestra historia.
Ganamos, y no derrotamos a nadie. Más que una salida electoral fuimos una entrada a la vida. Cumplimos con la promesa de constituir la unión nacional y afianzar la justicia.
Hoy hacemos un llamado a la responsabilidad. Nuestro país vive momentos de angustia y desesperanza. Quienes fueron elegidos para gobernar tienen que dejar de pelearse y ponerse a trabajar. El futuro del país está en el medio. La peor deuda es la de la pobreza. No hay mayor deber que el de hacer que el país crezca sostenidamente y que todos los argentinos puedan acceder a un trabajo, a un ingreso digno, a la posibilidad cierta de que el futuro sea mejor que el presente. Debemos retomar la idea del destino común como nación, y del sentido del deber para que los argentinos vivan mejor.
Nosotros vamos a continuar con el legado de que la democracia es libertad y pluralismo. Pero que también es una mejora en la calidad de vida de todos, más educación y mejor salud. Y la posibilidad cierta de que se puede progresar a partir del talento, el esfuerzo y un país que garantice condiciones dignas e igualitarias para que todos puedan desarrollarse.