El calentamiento global es una realidad y las cifras límite estimadas por los científicos están cada vez más cerca. En el día mundial sobre esta lucha, cuál es el estado del planeta y qué dicen los expertos internacionales que analizan esta situación
Desde hace años que la sombra del calentamiento global crece. Aquello que, al principio, era una advertencia ahora comenzó a mostrar su peor cara. Con sequías cada vez más largas, temperaturas más altas, inundaciones que dejan regiones enteras bajo agua e incendios forestales, por nombrar solo algunos ejemplos, el planeta dejó de dar avisos para concretar como realidad la situación que lo aqueja. En el Día Internacional contra el Cambio Climático, las seis claves que alertan a los científicos sobre el futuro de la Tierra.
El punto de partida para evaluar el aumento de la temperatura son las mediciones que se realizaron antes de la Revolución Industrial. Desde ese momento hasta la actualidad, la temperatura media de la Tierra aumentó 1,2 grados centígrados. Asimismo, la NASA indicó que en 1880 la temperatura media del planeta estaba posicionada entre -0,16°C, siendo que en el decenio de 2006-2015 la actividad humana provocó que la temperatura aumentara 0,87 °C (±0,12 °C) en comparación con la era preindustrial (1850-1900).
Ante este panorama, expertos de todo el mundo han realizado advertencias sobre el futuro sombrío que le espera al planeta. En agosto de 2021, un informe realizado por climatólogos internacionales que forman parte de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), que depende de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) instó a los Gobiernos a “adoptar medidas inmediatas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la luz de un cambio climático sin precedentes cada vez más acelerado”.
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“La escala de los cambios experimentados recientemente no tiene precedentes en miles o incluso cientos de miles de años”, alertaron. Incluso, advirtieron que “los cambios debidos a las emisiones de gases de efecto invernadero pasadas y futuras serán irreversibles durante siglos o milenios, en especial los cambios en los océanos, los mantos de hielo y el nivel del mar a escala mundial”.
“Según las proyecciones publicadas en el informe del IPCC, en las próximas décadas los cambios climáticos se incrementarán en todas las regiones. Si el calentamiento global es de 1,5 °C, habrá más olas de calor, se alargarán las estaciones cálidas y se acortarán las frías, y se alterará la distribución de las precipitaciones, con las consiguientes repercusiones en las inundaciones y las sequías. Con un calentamiento global de 2 °C, los episodios de calor extremo alcanzarán con mayor frecuencia umbrales de tolerancia críticos para la agricultura y la salud”, alertaron hace un año.
Entre los puntos que más hacen hincapié los expertos, se encuentra el cambio de la matriz energética. Es decir, que la humanidad debe abandonar los combustibles fósiles para buscar electricidad procedente de fuentes de energía limpia. Según advirtieron hace escasos días, la generación verde “debe duplicarse en los próximos ocho años para limitar el aumento de la temperatura mundial”. “De lo contrario, existe el riesgo de que el cambio climático, el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos y el estrés hídrico socaven nuestra seguridad energética e incluso pongan en peligro el suministro de energías renovables”, señalaron desde la OMM en un informe interinstitucional.
“Debemos responder urgentemente al creciente impacto del cambio climático en los sistemas energéticos si queremos mantener la seguridad energética mientras aceleramos la transición a las emisiones netas cero”, afirmó el doctor Fatih Birol, Director Ejecutivo de la Agencia Internacional de Energía. Mientras que Francesco La Camera, Director General de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), agregó: “Ahora es el momento de acelerar la transición hacia un futuro de energías renovables. Todo lo que no sea una acción radical e inmediata acabará haciendo desaparecer la posibilidad de mantenerse en la senda de los 1,5 °C”.
La pandemia y un confinamiento que no modificó la realidad del cambio climático
En septiembre del pasado año y con las vacunas como principal herramienta ante la pandemia, la OMM aseguró que “la enfermedad por el coronavirus de 2019 (COVID‑19) no retrasó el avance implacable del cambio climático”. “Las emisiones de dióxido de carbono están aumentando de nuevo rápidamente”, indicaron y resaltaron que este horizonte “no se acerca en absoluto a las metas de reducción”, indicaron. “A menos que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento a 1,5 °C será imposible”, afirmó Antonio Guterres, titular de la ONU.
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“La ciencia del clima no da lugar a dudas: estamos avanzando en la dirección equivocada”, afirmaron un año después, en 2022. Es que un nuevo informe multiinstitucional alertó que, “si no se adoptan medidas mucho más ambiciosas” las repercusiones físicas “serán cada vez más devastadoras”, ya que “las concentraciones de gases de efecto invernadero siguen al alza y alcanzan nuevos máximos”.
En ese sentido, el Secretario General de la OMM, el profesor Petteri Taalas, indicó: “La ambición de las promesas de reducción de emisiones para 2030 debe ser siete veces mayor para poder ajustarse al objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C fijado en el Acuerdo de París”, por lo que señalaron que “a medida que el calentamiento global se intensifica, no se puede descartar que se alcancen puntos críticos en el sistema climático”.
“Las crecidas, las sequías, las olas de calor, los temporales extremos y los incendios forestales van de mal en peor, superando récords con una frecuencia alarmante. Olas de calor en Europa. Graves crecidas en Pakistán. Sequías prolongadas e intensas en China, el Cuerno de África y Estados Unidos. La nueva magnitud de estos desastres nada tiene de natural. Son el precio que hay que pagar por la adicción de la humanidad a los combustibles fósiles”, señaló Guterres; y agregó: “Los impactos del cambio climático se están adentrando en un territorio desconocido de destrucción”.
Aumento de la temperatura: de cifras transitorias a un alerta mundial
En mayo de este año, la OMM advirtió que “hay aproximadamente un 50 % de probabilidades de que, por lo menos en uno de los próximos cinco años, la temperatura media anual del planeta supere transitoriamente en 1,5 °C los niveles preindustriales. Y esas probabilidades aumentan con el paso del tiempo”. Esta información fue difundida mediante la publicaciónGlobal Annual to Decadal Climate Update(Boletín sobre el clima mundial anual a decenal). Asimismo, alertaron que “hay un 93 % de probabilidades de que al menos un año del período comprendido entre 2022 y 2026 se convierta en el más cálido jamás registrado, desbancando así a 2016 del primer puesto”.
“El aumento de las temperaturas significa más deshielo, mayor nivel del mar y más olas de calor y fenómenos meteorológicos extremos de diversa índole, así como mayores repercusiones en la seguridad alimentaria, la salud, el medioambiente y el desarrollo sostenible”, afirmó Taalas. Y agregó: “Este umbral de 1,5 °C no es una cifra aleatoria, sino que indica el punto en el que los efectos del clima serán cada vez más perjudiciales no solo para las personas, sino para todo el planeta”
“Mientras no cesen las emisiones de gases de efecto invernadero, las temperaturas seguirán aumentando. En paralelo, los océanos seguirán calentándose y volviéndose más ácidos, el hielo marino y los glaciares seguirán derritiéndose, el nivel del mar seguirá subiendo y las condiciones meteorológicas serán cada vez más extremas. El calentamiento es desmesuradamente más acusado en el Ártico y lo que ocurre en esa región nos afecta a todos”, alertó el experto. Siendo que, “para cada año comprendido entre 2022 y 2026, se prevé que la temperatura media anual en superficie del conjunto del planeta sea entre 1,1 °C y 1,7 °C superior a los niveles preindustriales”.
Es por este motivo que, en el último comunicado emitido por la OMM, indicaron que “es necesario reforzar las medidas de mitigación para evitar que los objetivos del Acuerdo de París queden fuera de nuestro alcance” y destacaron que existe un 66% de probabilidad que, durante el siglo XXI, “el calentamiento global equivaldrá a 2,8°C (oscilación entre 2,3 °C y 3,3 °C), suponiendo que se mantengan las políticas actuales, o a 2,5°C (oscilación entre 2,1 °C y 3,0 °C) si se cumplen plenamente las promesas nuevas o actualizadas”.
Siendo que, en octubre de este año, habían indicado que “a pesar de estos riesgos, solo el 40% de los planes de acción climática presentados por los gobiernos a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) dan prioridad a la adaptación en el sector energético, y la inversión es baja en una medida equivalente”.
Cuáles son los récords que alertan a los expertos
Aunque los nombres propios se suceden continuamente sobre los riesgos de este rumbo, los récords que alertan al mundo no cesan. Según un informe emitido el 1 de julio de 2021, el primero de los seis que se difundieron entre ese año y el 2022, la temperatura marcó un pico en el continente antártico cuando alcanzó los 18,3 grados Celsius el 6 de febrero de 2020, en la estación de Esperanza (Argentina). La anterior cifra máxima registrada en la parte continental, incluidos el continente y las islas circundantes se había identificado el 24 de marzo de 2015, en la misma base argentina, con 17,5 °C (63,5 °F). Vale destacar que para el conjunto de la región antártica —es decir, todo el hielo y tierra situados al sur del paralelo 60° S— el récord es de 19,8 °C, valor registrado en la isla de Signy en enero de 1982.
“Es importante verificar ese récord de temperatura máxima porque ayuda a formarnos una idea del tiempo y el clima en una de las fronteras más lejanas de la Tierra. La Antártida, en mayor medida que el Ártico, carece de observaciones y pronósticos meteorológicos y climáticos continuos y sostenidos suficientes, si bien ambas regiones condicionan en gran medida los patrones climáticos y oceánicos y la subida del nivel del mar”, aseguró Taalas.
Mientras que en octubre de ese año, la OMM advirtió otro récord que “la abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera volvió a alcanzar un nuevo récord el año pasado, y la tasa de aumento anual registrada fue superior a la media del período 2011-2020″. “La concentración de dióxido de carbono (CO2), el más abundante de los gases de efecto invernadero, alcanzó en 2020 las 413,2 partes por millón (ppm) y se sitúa en el 149 % de los niveles preindustriales”, señalaron. Además, puntualizaron que “en cuanto al metano (CH4) y al óxido nitroso (N2O), sus concentraciones equivalieron, respectivamente, al 262 % y al 123 % de los niveles de 1750, el año elegido para representar el momento en que la actividad humana empezó a alterar el equilibrio natural de la Tierra”.
Durante el último mes del pasado año, la OMM reconoció como nuevo récord de temperatura en el Ártico el valor de 38 °C (100,4 °F) registrado en la localidad rusa de Verkhoyansk el 20 de junio de 2020. “Este nuevo récord de temperatura en el Ártico forma parte de una serie de observaciones comunicadas al Archivo de la OMM de Fenómenos Meteorológicos y Climáticos Extremos que constituyen un mensaje de alarma con respecto a nuestro clima cambiante”, declaró el titular del organismo internacional.
Aquello que fueron advirtiendo en distintos documentos, a mediados de este año se confirmaron. Es por eso que indicaron que “cuatro indicadores clave del cambio climático registraron valores sin precedentes en 2021″, estos son concentraciones de gases de efecto invernadero, subida del nivel del mar, contenido calorífico de los océanos y acidificación de los océanos; siendo que el pasado año “la temperatura media mundial superó en aproximadamente 1,11 ± 0,13 °C los niveles preindustriales”.
Por qué los expertos advierten sobre la crisis del agua
En un comunicado emitido en julio de 2021, la OMM advirtió que “los fenómenos peligrosos relacionados con el agua encabezan la lista de desastres en términos de pérdidas tanto humanas como económicas en los últimos 50 años”. “Aquellos que han supuesto las más grandes pérdidas humanas durante ese período son las sequías (650 000 muertos), las tormentas (577 232 muertos), las inundaciones (58 700 muertos) y las temperaturas extremas (55 736 muertos)”, según el Atlas de la OMM sobre mortalidad y pérdidas económicas debidas a fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos (1970-2019).
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En lo que se refiere a pérdidas económicas, los peores desastres naturales representaron 521 000 millones de dólares, cuando se trató de tormentas, y 115 000 millones de dólares por inundaciones, las cuales “infligieron las mayores pérdidas económicas que se registraron en Europa durante los últimos 50 años, cifradas en 377 500 millones de dólares”, indicaron. “Los fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos representaron el 50 % de todos los desastres ocurridos, provocaron el 45 % de todas las muertes notificadas y el 74 % de todas las pérdidas económicas registradas a nivel mundial”, agregaron.
Octubre de 2021 fue el momento en que los expertos alertaron que “los peligros relacionados con el agua, como las crecidas y las sequías, se han intensificado a causa del cambio climático. Se prevé que el número de personas afectadas por el estrés hídrico se elevará considerablemente”. Es por eso que instaron, nuevamente, a que se adopten “medidas urgentes”, siendo que en ese momento indicaron que “3 600 millones de personas tuvieron un acceso inadecuado al agua, como mínimo, un mes al año en 2018. Se prevé que esta cifra superará los 5 000 millones de aquí a 2050″.
Fenómenos climáticos extremos
En julio de 2021, un comunicado de prensa de la OMM afirmó que “los peligros relacionados con el tiempo, el clima y el agua son cada vez más frecuentes e intensos como consecuencia del cambio climático”. “Ningún país —desarrollado o en desarrollo— es inmune a este fenómeno. El cambio climático ya está aquí. Debemos imperiosamente invertir más en la adaptación al cambio climático, y una forma de hacerlo es reforzando los sistemas de alerta temprana multirriesgos”, alertó Taalas.
Según indicaron, “a pesar de la tragedias que se producen como consecuencia de fenómenos meteorológicos, el número de víctimas mortales que provocan está disminuyendo en general gracias a la mejora de las alertas tempranas y la gestión de los desastres. El elevado número de muertes por olas de calor en Europa en 2003 y 2010 dieron paso a nuevos planes de acción sanitaria contra el calor y a alertas tempranas a los que se atribuye haber salvado muchas vidas en la última década”.
“Será fundamental profundizar la investigación sobre los puntos críticos para ayudar a la sociedad a comprender mejor los costos, los beneficios y las posibles limitaciones de la mitigación del cambio climático y la adaptación al clima en el futuro”, indicaron desde la OMM en su más reciente comunicación y añadieron: “La fusión del manto de hielo polar de Groenlandia y la Antártida también se considera un importante punto crítico y tendría consecuencias mundiales debido al considerable aumento adicional del nivel del mar durante cientos o miles de años”.
Es por ese motivo alertaron que “las ciudades, que albergan el 55% de la población mundial y generan hasta el 70% de las emisiones causadas por el hombre son muy vulnerables a los efectos del cambio climático, como el aumento de las precipitaciones intensas, la elevación acelerada del nivel del mar, las crecidas costeras agudas y crónicas y el calor extremo, entre otros riesgos importantes. Estos efectos agravan los retos socioeconómicos y las desigualdades”. Incluso, indicaron que “en la década de 2050, más de 1 600 millones de personas de más de 970 ciudades de todo el mundo estarán expuestas regularmente a temperaturas medias de períodos de tres meses que alcanzarán como mínimo los 35 °C (95 °F)”.
“La cantidad de desastres relacionados con el tiempo, el clima y el agua se ha multiplicado por cinco en los últimos 50 años y ha ocasionado pérdidas diarias por valor de 202 millones de dólares de los Estados Unidos”, resaltaron en el documento emitido en septiembre de este año y agregaron: “Las olas de calor que azotan en verano suponen un riesgo importante para la salud humana, especialmente para los ancianos y los enfermos. Otros factores, como las condiciones socioeconómicas, la urbanización (la isla de calor urbana) y los niveles de preparación, también pueden exacerbar la vulnerabilidad”.
Cuál es la situación en América Latina y el Caribe
Pese a que podría no considerarse una clave, lo cierto es que en julio de este año la OMM advirtió que “los fenómenos meteorológicos extremos y los impactos del cambio climático, como la megasequía, las precipitaciones extremas, las olas de calor terrestres y marinas y el deshielo de los glaciares, están afectando a la región de América Latina y el Caribe, desde la Amazonia hasta los Andes y desde las aguas de los océanos Pacífico y Atlántico hasta las zonas más recónditas de la Patagonia cubiertas de nieve”.
“Las tasas de deforestación fueron las más elevadas desde 2009, y ello no solo perjudicó al medioambiente, sino que además socavó las iniciativas de mitigación del cambio climático. Los glaciares andinos han perdido más del 30 % de su superficie en menos de 50 años”, puntualizaron. “Se prevé que la creciente subida del nivel del mar y el continuo calentamiento de los océanos sigan afectando a los medios de subsistencia, el turismo, la salud, la alimentación, la energía y la seguridad hídrica en las zonas costeras, en particular en las islas pequeñas y los países de América Central”, dijo Taalas.
Al tiempo que alertó que “para muchas ciudades andinas, el deshielo de los glaciares representa la pérdida de una importante fuente de agua dulce que actualmente se destina a uso doméstico, riego y generación de energía hidroeléctrica. En América del Sur, la continua degradación de la pluviselva amazónica sigue siendo uno de los principales motivos de preocupación tanto para la región como para el clima a escala mundial, habida cuenta de la función que desempeña ese tipo de bosque en el ciclo del carbono”. Es que cada actividad realizada por los humanos tiene un correspondiente huella de carbono.
En tanto, el doctor Mario Cimoli, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), aseguró que “el agravamiento del cambio climático y los efectos combinados de la pandemia de COVID-19 no solo han afectado a la biodiversidad de la región, sino que también han estancado décadas de progreso contra la pobreza, la inseguridad alimentaria y la reducción de las desigualdades en la región”.
Los principales puntos del cambio climático en la zona:
– La temperatura registra una tendencia en aumento en América Latina y el Caribe, siendo que la tasa media fue de aproximadamente 0,2 °C por década entre 1991 y 2021, frente a los 0,1 °C por década registrados entre 1961 y 1990.
– Los glaciares de los Andes tropicales han perdido, al menos, un 30 % de su superficie desde la década de 1980, y presentan una tendencia negativa en cuanto a su balance de masas de −0,97 m de equivalente en agua al año durante el período de monitoreo (1990-2020).
– El nivel del mar sigue en aumento, en especial en la costa atlántica de América del Sur al sur del ecuador (3,52 ± 0,0 mm por año, de 1993 a 2021) y en el Atlántico norte subtropical y el golfo de México (3,48 ± 0,1 mm por año, de 1993 a 1991).
– “En la cuenca del Paraná-Plata, los daños a la agricultura causados por la sequía redujeron las cosechas, en especial las de soja y maíz, y ello afectó a los mercados agrícolas mundiales. En el conjunto de América del Sur, las condiciones de sequía provocaron un descenso del 2,6 % en la cosecha de cereales de 2020/2021 con respecto a la temporada anterior”, indicaron en el documento.
Fuente Infobae