En muestras de pacú, sábalo, salmón y trucha que se comercializan en supermercados y pescaderías de la capital cordobesa detectaron sustancias cuyo uso está prohibido en criaderos.
Una investigación realizada por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) detectó la presencia de 42 fármacos en peces para consumo humano que se venden en pescaderías de la ciudad de Córdoba, y advirtieron que esas sustancias podrían significar riesgos para la salud pública.
La información que publica el sitio web UNCiencia, agencia de comunicación pública de la ciencia, el arte y la tecnología de la UNC, detalla que los investigadores analizaron muestras de pacú, sábalo, salmón y trucha que se comercializan en supermercados y pescaderías de la ciudad de Córdoba.
En el 100% de los ejemplares de peces analizados «se detectaron antibióticos (ATBs) de las familias de macrólidos, tetraciclinas y fluoroquinolonas», precisa la información académica, y añade que «son sustancias para tratar enfermedades infecciosas en animales y en humanos».
Asimismo sostiene que algunas de las sustancias están prohibidas en criaderos, y «si bien los niveles registrados están dentro de los límites de las dosis diarias que una persona puede ingerir, de acuerdo a la normativa de referencia, se carece de información suficiente sobre su efecto a largo plazo».
La investigación estuvo a cargo de un equipo de trabajo del Departamento de Bioquímica Clínica de la Facultad de Ciencias Químicas de la UNC y del Centro de Investigaciones en Bioquímica Clínica e Inmunología (UNC/Conicet).
«El hallazgo preocupa por dos razones; por un lado, los antimicrobianos que se aplican en psicicultura son iguales o similares a los de uso humano», y «su administración frecuente e inapropiada puede afectar su efectividad en las personas, debido a que las bacterias pueden desarrollar resistencia hacia ellos», advierte el informe científico académico.
Agrega que «los peces estudiados estuvieron expuestos a una amplia gama de ATBs, ya sea por contaminación ambiental y/o por tratamientos inadecuados durante la cría y producción», por lo tanto la directora de la investigación, Valeria Amé, consideró «necesario realizar más estudios para saber su impacto en la salud».
Los antibióticos se han utilizado en la acuacultura durante más de 50 años, y una de las características de las sustancias mencionadas es que «entre el 30% y el 90% de ellas atraviesa el cuerpo de los peces sin ser metabolizadas y vuelven al agua, excretadas a través de la orina y las heces».
En ese sentido Amé explica que la administración de antimicrobianos autorizados está permitida en los criaderos de animales, y aunque, de hecho, se agregan regularmente al alimento o directamente al agua, «sin embargo, los ejemplares destinados al consumo deben cumplir un determinado tiempo libres de fármacos, previo a su comercialización».
«Este descubrimiento no pretende alarmar a la población, sino que brinda información valiosa que podrá ser aplicada en la generación de estrategias para el uso juicioso y adecuado de antibióticos, promoviendo la producción de alimentos seguros y buscando reducir la contaminación de los sistemas acuáticos», destacó la científica.
Los datos obtenidos en la investigación fueron contrastados con el Límite Máximo Residual (LMR) establecido por la Comisión Europea (CE), CODEX y el Ministério da Agricultura, Pecuaria e Abastecimento de Brasil, que se trata de un valor de referencia que indica el nivel máximo de residuos de antibióticos permitidos legalmente en los alimentos.
Teniendo en cuenta esos niveles, el 82% de las muestras de pacú, el 57% de sábalo y de trucha, y el 50% de las de salmón, excedieron el LMR de al menos un antibiótico, detalló Amé.