Rubén Carolini lo halló en El Chocón hace 29 años, debió imponerse para que los fósiles del carnívoro más grande del mundo quedaran en el país y tuviera su propio museo en Neuquén. Ahora, espera ansioso el estreno de la película de Colin Trevorrow que lo tendrá como el depredador malvado
Rubén Darío Carolini descubrió al dinosaurio carnívoro más grande del mundo en Neuquén y revolucionó la historia. Siempre fue un avezado en la búsqueda de restos arqueológicos, pero nunca imaginó que su hallazgo del 25 de julio de 1993 cambiaría lo escrito en todos los libros referidos a la prehistoria. Sin embargo, jamás hubiese imaginado que su descubrimiento pasaría casi desaparcibido en su propio país, algo que le dice a Infobae todavía le duele.
Admite que hubo alguna medalla en reconocimiento para él, pero que debió defender con garra las piezas petrificadas del Giganotosaurus —que se descubrieron ante sus ojos en El Chocón, como si las hubiera estado esperando unos 100 millones de años—, para que nadie las sacara de la localidad. Por eso, pidió que se levantara un museo que las resguardaran mientras cientos de personas buscaban cómo negociar para llevarlas a otros países.
En ese tiempo, propuso al gobierno provincial de aquel entonces filmar una película documental para que los argentinos y el mundo conocieran quién fue el ser prehistórico que estaba siendo visitado por arqueólogos y paleontólogos de distintas naciones. No tuvo éxito.
Veintinueve años más tarde, le toca esperar ansioso el estreno de Jurassic World Dominion, el nuevo capítulo de la icónica saga, que tendrá como villano al Giganotosaurus Carolinii, su descubrimiento. “Nadie de la producción de ese filme me contactó ni preguntó nada, tampoco debían hacerlo, pero no sé de qué tratará. ¡Solo sé que será el malo! Estoy con ganas de verla”, dice de la que prometen será la película final de la franquicia creada por Steven Spielberg.
La curiosidad del autodidacta
Rubén Carolini responde al llamado de Infobae y admite que no deja de sorprenderse porque luego de casi 30 años, el Giganotosaurus Carolinii vuelve a ser noticia. Recuerda que en mayo de 2009, el gobierno de Neuquén lo homenajeó para agradecer su gran aporte al patrimonio histórico y cultural de la provincia.
Y ahora, una vez más, el hombre que reescribió la historia estaba repasando la suya: nació en 1944 en la localidad de Oncativo, Córdoba. Allí vivió hasta los 11 años y fue a la escuela hasta quinto grado, luego los problemas económicos lo hicieron desistir y comenzar a trabajar. Esa fue su única formación académica, luego se convirtió en autodidacta. Hasta la actualidad, con 77 años, sigue estudiando e investigando porque eso lo apasiona.
Desde niño trabajó para ayudar a la familia, que tenía un campo y cosechaba granos con las máquinas que su padre mecánico construía. Ese oficio que lo llevó con 23 años a la localidad de Cipolletti, donde conoció a su esposa Graciela Belleggia (con quien tiene dos hijas) y comenzó a trabajar como Jefe de Mantenimiento de los grandes camiones en la represa “El Chocón”, hasta 1974 y pasó a Hidronor, hasta su privatización, en 1993. Esos empleos le daban el sustento y la posibilidad de llevar adelante su hobby, su pasión.
“Me dedicaba desde hacía varios años a la búsqueda de fósiles, fui pionero en El Chocón, donde vivía con mi familia. Comencé a buscarlos desde que entré a trabajar a la obra que estaban haciendo, pero recién alrededor del año 80 encontré algo, de casualidad. Era un huesito y con eso fui hasta el Museo de la Universidad de Neuquén y hablé con un paleontólogo que me dijo que había muchos huesos de ese tipo… ¡Sí, pero había que encontrarlo! Luego empecé a salir solo o con mi familia a la buscar en toda la parte de desierto de El Chocón y, como además de mecánico soy herrero y metalúrgico, me fabriqué un buggy para meterme en lugares prácticamente inaccesibles y sin caminos. Con ese arenero tenía más posibilidad y así comencé a encontrar pequeños restos, aunque muchas veces no sabía siquiera la importancia que tenían”, recuerda.
Para saber un poco, se sumergió en libros de Paleontología porque, admite, “siempre me gustó fisgonear en todo lo que corresponde a la vida en la Tierra”. Ya estaba mejor entrenado en el hallazgo de restos y en reconocer su valor.
El gran descubrimiento
El 25 de julio de 1993. Rubén y Graciela comenzaron ese día como cualquier otro, pese a que estaban cumpliendo 23 años de casados. Se saludaron con un beso y cada uno siguió con sus actividades.
Rubén tomó su vehículo, cargó sus herramientas, un alambre de varios metros que usaba de regla y partió a la búsqueda de algún fósil. Llegó hasta un punto donde no había huellas y notó que “del suelo aparecía una roca con forma de bocha”. Todos sus sentidos se pusieron en alerta. Se acercó y se dio cuenta que era un hueso. Comenzó a excavar y quedó de rodillas.
“Descubrí una tibia. Le tomé la medida con el alambre, la tapé, agarré mis cosas y fui rápido a casa para saber la medida exacta: 1.12 metros. Busqué un libro donde tenía el despiece del Tiranosaurio Rex, que se encontró en Estados Unidos, y decía que tenía 90 y pocos centímetros… Me agarré la cabeza. ¡No lo podía creer porque eso significaba que acaba de encontrar al dinosaurio más grande del mundo”, recuerda emocionado.
Con ese sentir, sigue: “Con ese hallazgo se caían las teorías que decían que los carnívoros crecían hasta la medida del Tiranosaurio y la otra que aseguraba que los dinosaurios crecieron más en el Hemisferio Norte que en el Sur. En Argentina tuvimos los dos herbívoros y carnívoros más grandes”, recuerda quien entonces era director de Obras y Servicios Públicos de la Municipalidad.
Ese momento comenzó a dimensionar lo qua acababa de descubrir. “Fue una emoción muy grande. Mientras medía el hueso arrodillado sabía que era grande y podía calcular el tamaño, pero no sabía la medida del Tiranosaurio como tampoco que había más huesos abajo y que estaría todo el dinosaurio articulado. ¡Fue un hallazgo extraordinario! Estaba bien fosilizado, bien petrificado. ¡Se me caían las lagrimas!”, cuenta.
“Después de chequear en el libro, le dije a mi esposa: ¡Graciela, encontré al carnívoro mas grande de la historia y me dice: ‘¡Si, pero te olvidaste de nuestro aniversario!’ No me había olvidado, pero entré corriendo y entusiasmado para tomar la medida del alambre, saber cuánto media ese hueso ¡y no le di un beso!”.
Después de la cena y brindis de aniversario improvisados, llamó a Leonardo Salgado, paleontólogo de la Universidad del Comahue, para contarle la novedad. “Era uno de los que más me habían enseñado y tenía que saberlo esa misma noche. Cuando le dije que el hueso que encontré era más grande que el hueso del Tiranosaurio me contesta: ‘¡Andá a cantarle a Gardel!’. A la mañana siguiente había un auto estacionado en la puerta de mi casa, tapado de hielo. Salgo, le paso la mano por la ventana y era Leonardo que había pasado la noche ahí, me estaba esperando para verlo”, recuerda
Fueron juntos en el auto lleno de escarchas, llegaron al lugar donde la tierra estaba movida, excavó y le mostró: “‘¡Hijo de puta! No sabés lo que encontraste…’, me dijo agarrándose la cabeza. ¡Sí que sabía!”. A las horas, se formó un equipo y se inició la excavación que trabajó por dos meses hasta sacarlo.
“Yo quería que los fósiles quedaran en Chocón porque es Patrimonio Cultural de la Humanidad y ellos (el equipo) me decían que debía ir a un lugar donde hubiera un museo y un laboratorio para limpiarlo y prepararlo porque no podía quedar donde estaba. Propuse armar un museo allí y conseguir un lugar para amar el laboratorio. Le pedí al intendente que me facilitara un lugar y hasta allí llevamos todos los bloques (se movilizan envuelto en yeso) y comenzamos a trabajar”. Los encargados de su estudio fueron el propio Salgado, y otros paleontólogos como Rodolfo Coria y Jorge Calvo. Junto a Carolini recuperaron cerca del 70% de la estructura ósea del dinosaurio.
Con el trabajo en marcha comenzaron a barajar el nombre para bautizar a la nueva especie. “Se decidió ponerle latinizado Giganotosaurus carolinii (giga: gigante; noto: austral; saurus: el lagarto o réptil)”, dice sobre el carnívoro que midió entre 12 y 13 metros, con un cráneo de posiblemente 1,56 metros de largo y un peso aproximado de entre 6 y 8 toneladas.
En 1995 la novedad llega a la tapa de la revista científica Nature, que lo reconoció como el mayor carnívoro incluso que el Tyrannosaurus Rex. También en ese año el Museo Paleontológico de El Chocón pasa a manos del municipio y Carolini fue nombrado su director.
La falta de interés en Argentina
Pese a la satisfacción porque su hallazgo será parte de una película que se verá en todo el mundo, Rubén Carolini lamenta que no haya sido “profeta en su tierra”.
“En Argentina no le dieron mucho valor, ese es el error que hubo con este hallazgo y en muchas cosas que siguen pasando. A las cosas importantes, por lo general, no se le da la importancia que tiene. De Favaloro tendría que haber una estatua en cada pueblo y en cada ciudad argentina y no hay: Los jóvenes no sabe ni quién era ni. Yo soy una persona sencilla, a Favaloro no le piso ni los talones porque yo lo que hice es caminar por el campo como hobby y encontré el dinosaurio y, sin embargo, soy más conocido que él en muchos lugares. Eso no tendría que ser así”.
Con ese sentir, agrega: “Siento que fui protagonista en el descubrimiento y lo que siguió a él, pero lamento mucho que aquí no se le haya dado mucha importancia porque el dinosaurio que encontré no lo aprovechó la Municipalidad de El Chocón ni el gobierno de la provincia”.
Carolini también tenía como afición tomar fotografías y filmar compulsivamente, por lo que documentó todo el proceso. “Propuse usar ese material y hacer algo interesante con la cantidad de material filmado, pero la idea no prosperó”, se apena.
A unos dos meses de que su dinosaurio llegue a la pantalla grande, confía: “Estoy muy conforme por cómo llevé la vida. No pude empezar el sexto grado de la primaria, pero aprendí un montón de cosas. Incluso, en estos días saldrá un libro que escribí y cuento todo esto que hablamos, y mucho más”, dice con orgullo sobre El rastreador del tiempo, un reflejo de su persona y deseos de que las huellas del Giganotosaurus Coralinii no se borren de estos suelos.