Era el destino que ese 14 de marzo del 2023 decidiera pasar mi franco semanal en las playas de Pehuen Co. Era el destino que eligiera bajar por las escaleras de la última bajada antes de Punta Mingo.
Era el destino que un pescador decidiera instalar su red de pesca ahí.
Ni bien la ví sabía que ese día no iba a descansar. Dos hombres conversando, uno con su caña y acompañado de su mujer. El otro ingresa al mar para verificar la red. Como estaban juntos asumí que se conocían, así que me acerqué y le pregunté, al de la caña, si eran de Pehuen. Me dijo que no. Entonces le advertí “las redes están prohibidas cerca de la costa, decile a tu amigo que voy a hacer la denuncia. Que la saque.” Me responde que no lo conocía que solo estaban conversando. No me importó.
Hice la primer llamada a Prefectura Naval. Me tomaron los datos y la respuesta fue: “si esa llega a ser una infracción la llamamos”. A lo que no sé si respondí o quedó en mi mente: “es una infracción. Espero su llamada”.
No vinieron. El tiempo pasaba y hacía calor, me metí al agua. En eso veo que llegan dos pescadores más y deciden sacar la red. No sé si porque me vieron hablando por teléfono o por simple casualidad. A la distancia y con mi ojo entrenado creo divisar un delfín franciscana. Tal es la desesperación por verlo que no me importó la presencia de pescadores, que me miraban enojados. Descubro a un juvenil de apenas unos meses, ahogado en esa red. Mi desesperación fue tal, que solo atino a decir una serie de frases que salieron cual certezas, como si supiera que se iba a cumplir mi profecía: ¡mataron un delfín franciscana, son responsables! ¡Van a pagarlo! Y lo repito cual mantra. Y pagaron. A pesar de las frases machirulas: “vas a tener que probar que esa es mi red” o “dale hacé la denuncia” (como si nadie me fuera a escuchar).
El pescador inmediatamente toma el delfín bebé, que parecía ahogado en la red y lo lleva mar adentro, para evitar que verifique si estaba con vida o lo pueda fotografiar. Veo su esfuerzo por empujarlo hacia abajo, con una fuerza más que innecesaria, algo le está haciendo, profanando su cuerpo. Y si tenía alguna posibilidad de salvación ese pescador se la quitó. Imagino a la madre nadando cerca e intentando desesperadamente ecolocalizarlo.
Vuelvo a llamar a prefectura pero ya con otro tono: “llamo nuevamente por la red de pesca”. Pero esta vez explico, casi a los gritos: “soy Presidente de la ong Sílice, acabo de ver en la red un delfín franciscana ahogado, si no hacen algo ya, vamos a actuar contra todos los estamentos del estado con nuestro estudio jurídico”. Y esto es cierto, tenemos un abogado que nos acompaña. Uno al que le importa la naturaleza. No lo nombramos, en esta nota, respetando su deseo.
A los cinco minutos bajan de Punta Mingo tres prefectos. Se acercan piden a los pescadores que dejen la red. Luego llega un segundo cuatriciclo con dos prefectos más. Mientras uno de los tres pescadores, ni bien vio acercarse a la autoridad de playa, huye disimuladamente junto a su mujer, recién llegada. Es el mismo que me dijo: “lo vas a tener que probar”. Por lo visto estaba probado, sino cual era el sentido de esa cobarde huida.
Y allí empieza la profecía. Un operativo impresionante. Tuve la posibilidad de conocer al Prefecto Sandoval. Su tono lo hacía muy del interior. Llevó adelante todas las actuaciones como corresponde. Hizo el acta de constatación, incautó la red y el producto de la pesca. Y además me agradeció la denuncia. De testigo, tuvo que constar, además de mi firma, la del pescador de caña. Quien lo hubiera imaginado cuando le pedí que le diga a su supuesto amigo que saque la red de pesca.
La gente se acercó a preguntarme qué pasó. Algunos decían sorprendidos: “no sabía que se podía denunciar”. Otros más escépticos: “no sirve para nada, hay como ochenta redes”. A lo que respondí: ahora hay setenta y nueve.
No se pudo agregar en la actuación la muerte del delfín franciscana bebé. Porque su cuerpo, profanado por el pescador, estaba mar adentro. Sin embargo ellos lo saben. Los tres que manejaban la red, la esposa acompañante y el matrimonio con su caña de pescar.
Pero también lo sabe el mar, que cual testigo de esta matanza nos lo va a devolver a la costa, luego de acunarlo un tiempo entre sus olas, para dejarnos el testimonio de un delfín más, muerto por otra red ilegal de pescadores.
Prof. Patricia González Garza
Presidente de Sílice.ong conservacionista
Sílice.ong