“El soberano debe ver, pensar y actuar por toda la comunidad”
(Federico II de Prusia)
El Virreynato
El Virreinato del Río de la Plata fue establecido por una real cédula de 1776 de carácter provisorio y quedó definitivamente instalado al año siguiente con la designación como virrey de Juan José Vértiz y Salcedo.
Las razones de esta creación fueron varias, aunque la inmediata y principal la constituyó el avance de los portugueses que se habían establecido en la Banda Oriental a fines del siglo XVII con la fundación de la Colonia del Sacramento, llave del estuario rioplatense, hecho que constituía una amenaza para España. Durante todo el siglo XVIII el problema se agravó por las contingencias de las guerras europeas que enfrentaron también a Portugal y España, por eso esta envió una importante expedición al mando de Don Pedro de Cevallos que vió reforzada su autoridad de jefe militar con su designación como virrey provisorio.
Otras razones fueron la necesidad de defender las tierras australes de las pretensiones de Francia e Inglaterra que había ocupado las Islas Malvinas; los problemas que surgían por la gran extensión del Virreinato del Perú, al que estaban incorporadas las gobernaciones del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay, que en materia judicial estaba dentro de la jurisdicción de la Audiencia de Charcas; y la importancia económica creciente de la gobernación del Río de la Plata.
En 1782 fue aplicada en el Río de la Plata la Real Ordenanza de Intendentes, El Virreinato fue dividido en ocho intendencias y cuatro gobiernos militares.
En cuestiones de hacienda los intendentes dependían de un superintendente general que residía en la capital del virreinato, pero pronto esas funciones volvieron a recaer en el virrey porque se producían continuos choques de autoridad entre ambos.
En 1783 fue erigida la Audiencia de Buenos Aires, cuyo presidente fue el virrey. Esta creación era una necesidad imperiosa por la gran distancia que separaba a Buenos Aires de Charcas, de cuya Audiencia aún dependía.
En cuanto al perfil económico los Borbones impulsaron el desarrollo económico de Hispanoamérica con la adopción de una serie de medidas que respondían a la doctrina fisiocrática y que era el reflejo del plan que se aplicaba en España.
Estas disposiciones determinaron un aumento extraordinario del comercio, pero siguió conservándose el monopolio porque no se permitía el intercambio comercial con puertos extranjeros. Entre las medidas orientadas a consolidar este modelo algunas fueron producto de los acuerdos europeos como los de la paz de Utrech, como la concesión a Inglaterra de la trata de negros con los dominios Hispanoamericanos y se le permitió enviar anualmente un navío con mercaderías que podían ser vendidos libres de gravámen en Portobelo y Veracruz.
Estas concesiones sirvieron para que los ingleses hicieran un activo contrabando, pues además de los negros traían productos manufacturados y regresaban con cueros y monedas de oro.
En el orden interno se autorizó el comercio Intercolonial de productos de Castilla entre Perú, Nueva España, Nueva Granada y Guatemala.
En cuanto al Río de la Plata el virrey Cevallos dictó el auto de Libre Internación, que declaró libre la circulación de mercaderías desde Buenos Aires al Alto Perú y Cuyo; asestando con esta medida el golpe de gracia al comercio limeño.
Carlos III en 1778 promulgó el Reglamento y Aranceles Reales para el Comercio Libre de España e Indias, que habilitaba trece puertos de la península y veinticuatro en América, entre ellos Buenos Aires.
Los barcos debían ser de construcción nacional; los dueños y oficiales así como las dos terceras partes de la tripulación debían ser españoles.
Se concedieron franquicias comerciales a las manufacturas textiles españolas; liberándose del pago de derechos; los navíos y embarcaciones de construcción nacional que se cargasen con frutos y manufacturas de España, gozarían de grandes privilegios para su transporte a América, y se liberarían de contribuciones los frutos de América que entrasen en la metrópoli.
Se abandonó el sistema de flotas y galeones que fue reemplazo por los navío de registro , beneficiándose Buenos Aires en particular, lo que permitía que este puerto podría hacer la internación de estos productos hacia Perú y Chile; además la corona otorgó el privilegio de comerciar con América a algunas compañías de comercio, hecho que afectó los intereses de Sevilla y Cádiz.
Después de la apertura del puerto, se instalaron el Consulado y la Aduana de Buenos Aires; donde un criollo abnegado y extraordinario patriota se entregará a la libertad de su patria.
Aquí hago una pausa y una observación para que se tenga en cuenta cómo los cambios políticos y económicos del siglo XVIII que se fueron describiendo moldearon un nuevo orden colonial donde los criollos comenzarán a tener un mayor protagonismo, dando lugar a una nueva fase que es la guerra socia y la guerra por la independencia.
Para el final menciono dos acontecimientos muy relevantes que son fruto de los cambios operados en Europa; uno se dará en América con la declaración de la independencia de Estados Unidos el 4 de julio de 1776 dictada por el segundo Congreso de Filadelfia y la sanción de la Constitución de 1787; el otro en 1789 en Francia donde se inició el proceso revolucionario que al derrocar a la monarquía absolutista y con ella el llamado antiguo régimen, puso en vigencia los principios de la filosofía política del siglo XVIII: la soberanía reside en el pueblo.
Francia pasó de la monarquía a la república pero la inestabilidad política fue tan aguda que volvió al absolutismo con Napoleón I, quién instauró el imperio aceptado por los franceses porque les daba orden, paz interna y predominio en el exterior.
Pero ese vasto imperio cuya estructura se mantenía por la fuerza estaba destinado a sucumbir. Cuando ello ocurrió los monarcas que habían sido desplazados por Napoleón fueron restaurados y a la vez Austria, Prusia y Rusia procuraron reestablecer allí el absolutismo.
En América; la situación europea repercutió en forma trascendental porque los pueblos reasumieron su soberanía para decidir su propio destino; primeramente gobernando en nombre del rey prisionero y luego declarando la independencia.