Juan Carlos Gils lleva el mismo nombre que su padre. El 8 de julio de 1948 se estrelló en ese sector de la comarca a bordo de un Douglas C-47, versión militar del DC-3. Hoy, con 75 años, visitará por primera vez el lugar.
Las vueltas de la vida hicieron que recién hoy, a sus 75 años, Juan Carlos Gils pueda cerrar el círculo y completar su historia, una que inició trágicamente el 8 de julio de 1948 con la muerte de su padre, cuando a bordo de un Douglas C-47 se estrelló en el Cerro Tres Picos.
Al respecto, y con la emoción a flor de piel, comentó que “es mi primera visita a Sierra de la Ventana. Este accidente fue en 1948. Mi padre era marino, aviador naval, era teniente de navío y tenía como base, la Base Espora de Bahía Blanca”.
Según recordó, “mi papá había estado un año en los Estados Unidos, en Texas, durante la segunda guerra mundial. Hizo un curso de acrobacia aérea. Trajeron los Douglas C-47 y ahí fue asignado a esa base”.
Continuando su relato, mencionó que “él salió el 8 de julio de la base Espora y regresó manifestando que tenía un problema en el altímetro. Lo inspeccionaron y no encontraron la falla. Era un día muy cerrado Él viajaba con un copiloto y tres suboficiales. Vuelven a salir y sufren el accidente en el Tres Picos”.
En aquel entonces “mi papá tenía 28 años, mi madre 26 y yo 6 meses. Mi madre nunca más se casó y nuestra vida pasó con mis abuelos a Capital Federal”.
En esa línea admitió que “hubo una serie de actos de la marina en el cerro, hubo una misión de rescate de los restos, pero para mi madre fue tan traumático esto, que cada vez que me ofrecieron venir lo rechazaba para no generarle más dolor a ella. Hoy con 75 años es la primera vez que vengo”.
Sobre su vida, admitió que “una persona me dijo un día; vos tenes que terminar una carrera que no fue terminada… no seguí la carrera de mi padre, soy ingeniero industrial. Para mi madre hubiese sido ponerla nuevamente en una situación de dolor y angustia. La carrera la inicié en la facultad de la marina, así que en cierta manera estuve vinculado”.
Por último reconoció que “esto no lo contaba muy seguido, pero mis hijos sí le dan una importancia total. Ellos tienen el sable de mi padre, los diplomas de la escuela de aviación… ellos tienen todo colgado en las paredes de sus casas. El homenaje se lo dan mis hijos, quizás más que yo”.