La experiencia de los pueblos es contundente: “nadie se salva si no es con todos” y, como ya hemos vivido demasiadas experiencias a la hora de pensar en una construcción política decidimos que sea un frente capaz de albergar pensamientos diversos y valores fundamentales.
Su nombre, “25 de febrero” que nos remite a la fecha de cumpleaños de San Martín, Leandro N. Alem, Néstor Kirchner y de la muerte de Julieta Lanteri, tiene vocación de símbolo porque nos vincula con los hombres y mujeres que dejaron su impronta en la historia grande de la patria, que nunca arriaron las banderas de la libertad, la conciencia solidaria, la soberanía, la justicia y el buen vivir de las mayorías populares.
Al cumplirse, este 25 de febrero, 240 años de su nacimiento recordamos al Libertador General Don José Francisco de San Martín, el que nació en Yapeyú y cruzó los Andes para legarnos una patria americana independiente.
La historia oficial se ha ocupado de mostrar a un San Martín cuyas virtudes lo hacían ver como a un ser superior despojado de pensamiento político y toda “otra debilidad humana”, tan inalcanzable como un dios cegador. Sólo podíamos admirarlo, no conocerlo y menos aún, intentar parecernos siquiera un poco a él.
Pero el San Martín que nosotros reivindicamos es el que se consideraba a sí mismo como un hispanoamericano que relacionaba al régimen absolutista con la causa de las injusticias y del atraso del pueblo; el San Martín que encabezó en el Río de la Plata el “Partido Hispanoamericano”, contra el localismo porteño de los Rivadavia; el San Martín que, con Bolívar, fue el más notable luchador por la confederación de Estados en las guerras por la independencia; el San Martín que presionó directamente para que el 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas del Río de la Plata, reunidas en congreso general en la ciudad de Tucumán, proclamaran la independencia del Rey de España y de “toda otra dominación extranjera”.
Reivindicamos al político que gobernó pensando en el bienestar del pueblo, que fomentó la educación, la agricultura y la industria; que creó escuelas y bibliotecas públicas; que abolió la esclavitud y los servicios personales como la mita y el yanaconazgo, que garantizó la libertad de imprenta y la de culto, Y lo hacemos porque nosotros creemos en la política que se sustenta en la idea de una democracia de calidad que funciona en un orden social justo, equitativo e inclusivo.
La figura cumbre de San Martín se inscribe en un trazo histórico que desde el nacimiento mismo de la Patria hasta nuestros días vincula nombres y acciones encolumnadas detrás de un proyecto de país antagónico al de la otra historia. Aquella que nos impusieron como verdad y que hubo que revisar, porque como dice la canción “si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia”. El proceso de reivindicación de las políticas populares e independientes sufrió derrotas; desgraciadas y prolongadas interrupciones. Hoy como ayer transitamos el duro camino de una de ellas, con la obligación de reinventar las utopías de ayer para convertirlas en realidades virtuosas y conocidas.
El presente nos acecha y asfixia. Como otrora la memoria nos dice que quienes gobiernan representando minorías poderosas, avaras e inhumanas aspiran doblegar nuestra voluntad. No podrán. Porque como dijo el Padre de la Patria: “Hace más ruido un hombre gritando que cien mil que están callados”. Y en eso estamos, gritando.