El Ingeniero Agrónomo Jorge Varillas se refirió a las cifras del Proyecto SPRINT el cual pone a nuestro país en el ojo de la tormenta por la utilización de agroquímicos.
El Ingeniero Agrónomo Jorge Varillas se refirió esta mañana a las cifras arrojadas por el Proyecto SPRINT, las cuales dejan en muy mala posición a nuestro país respecto a la utilización de agroquímicos y su impacto negativo en la sociedad.
Al respecto afirmó que “me recibí en el 82, así que imagínate si habré hecho macanas con los agroquímicos. Casado con ingeniera agrónoma y padre de una ingeniera agrónoma, que no me gustaría que pasara las cosas que nosotros hemos hecho mal. Es un tema muy difícil y según con quién lo toques”.
En esa línea aseguró que “una cosa es quien lo vende al producto y otra cosa es el que lo aplica o compra. El que lo vende, lo entiendo; da todas las recomendaciones para que se aplique correctamente… yo voy al médico y me receta el medicamento y la dosis… y cumplimos. Pero en el envase de los agroquímicos decía de 800 a 1000, de 750 a 1200… entonces, ¿Por qué esa variable? Esos excesos son comerciales, es plata para las compañías químicas, no el que vende”.
Al mismo tiempo resaltó que “cada agroquímico reacciona distinto de acuerdo a las condiciones ambientales y a las plantas. Le estamos poniendo esto a las plantas, pero también al piso y a los animales que ahí habitan. Como esos se mueren y no se ve, nadie controla. Como hace pelota a esos bichos, también se acumulan en nuestras grasas durante años. En algún momento alguna célula se dispara loca y nos aparece un tumor. Mi cáncer gástrico fue atribuido en parte a los agroquímicos que utilizaba”.
Recordando, reconoció que “en los 80 dejábamos panza para arriba a los peces en las lagunas para conservar el girasol. Los chacareros nos exigían pasar de más y si no te rajaban. Hay un Concejo de Profesionales de Ingenieros Agrónomos que tienen que tomar cartas en el asunto, ponerse los pantalones largos, y ya que somos quienes recetamos, por más que no se de pelota, y debería ejecutarse y controlarse”.
Por último mencionó que “en el mercado central debería haber un control de laboratorio, donde cuando reciben los alimentos, necesariamente deberían hacer una traza. Por qué el pequeño agricultor hace una pulverizada a último momento, sin respetar los tiempos de cierre. Muchas veces una pataleta al hígado es por el imetoato, y no por un huevo frito”.