«Nuestro descubrimiento permite pensar en el diseño de posibles terapias antivirales contra el dengue y el zika» explicó a Télam Ernesto Ambroggio, uno de los líderes del estudio e investigador del Centro de Investigaciones en Química Biológica de Córdoba (Ciquibic), que depende del Conicet.
Investigadores del Conicet lograron describir un mecanismo clave del proceso de maduración de los virus de dengue y del zika en el interior de las células, lo que podría utilizarse para el desarrollo de tratamientos que permitan evitar la multiplicación de los virus en el organismo.
«Nuestro descubrimiento permite pensar en el diseño de posibles terapias antivirales contra el dengue y el zika basadas en la obtención de moléculas que puedan de alguna manera contrarrestar el proceso que logramos describir y de esa manera interrumpir la replicación viral», explicó este viernes a Télam Ernesto Ambroggio, uno de los líderes del estudio e investigador del Centro de Investigaciones en Química Biológica de Córdoba (Ciquibic), que depende del Conicet.
El estudio fue publicado en»The Journal of Biological Chemistry»
En 2019, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) informó más de 3 millones de casos de dengue en América Latina, el mayor número registrado en la historia para la región; y en cuanto al zika, aunque después del brote epidémico en América en 2016-2017 declinó de manera sensible, todavía se siguen estudiando las secuelas que dejó y no se puede descartar que vuelva a emerger.
El estudio, publicado en «The Journal of Biological Chemistry» «encontró que las proteínas cápside (escudo protector) de los virus de dengue y zika son capaces de unirse en un mismo evento coordinado a membranas lipídicas y ARN viral formando una nueva fase que se la conoce como de ‘gotas líquidas'», explicó Ambroggio.
Para comprender el significado de este descubrimiento hay que explicar lo siguiente: «Al igual que el nuevo coronavirus, los virus del dengue y zika tienen en su interior una molécula de ARN que contiene la información genética para multiplicarse una vez que infectan a una célula», explicó la Agencia CyTA-Leloir.
«Para lograrlo, el material genético debe despojarse de su ‘escudo protector’ formado por la proteína de cápside del virus, que actúa recubriendo al ARN para preservar su integridad», continuó.
De esta forma el ARN atraviesa dos pasos cruciales: debe reclutarse (protegerse) para formar nuevos virus y liberarse para multiplicarse; dos pasos que se conocen como encapsidación y desnudamiento.
Durante la encapsidación, además de cubrirse con la proteína de cápside, el virus recluta lípidos que sirven como una segunda cubierta o barrera protectora.
«En este trabajo estudiamos cómo son los procesos fisicoquímicos que permiten que el ARN del virus se asocie con los elementos de protección que constan de la proteína de cápside y de los lípidos» explicó Andrea Gamarnik, directora del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir (FIL) e investigadora superior del Conicet.
Gamarnik, Ambroggio y colegas descubrieron que las proteínas de cápside de los virus de dengue y zika pueden, de manera simultánea, empaquetar el ARN viral y unirse directamente a los lípidos de una estructura celular llamada «retículo endoplasmático» para así formar los nuevos virus que saldrán de la célula.
«Esto es novedoso ya que soporta, y amplía, el rol de las proteínas de cápside no sólo como partenaires del ARN, sino como directoras de la ubicación correcta del material genético a nivel subcelular para la formación de las nuevas partículas virales», explicó Ambroggio en diálogo con Télam.
Los investigadores comprobaron que ese proceso biológico tiene lugar en un medio que se puede denominar como una «nueva fase líquida».
«El acoplamiento de estas piezas (ARN, cápside y lípidos) ocurre en un medio celular de agua estabilizada, como si fueran ‘gotas’, en comparación con el agua del medio celular que rodea estas fases», explicó por su parte Guadalupe Costa Navarro, también autora del estudio y becaria doctoral del Conicet en el grupo de Gamarnik
Del estudio también participaron Luis Benito Pérez Socas, del Ciquibic, del Conicet y de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), y Luis A Bagatolli, del Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra (Inimec) que depende del Conicet, y de la UNC.