El 14 de marzo de 1877, en Southampton, Inglaterra, se extinguía la vida de uno de los protagonistas más controvertidos y emblemáticos de la historia argentina: Juan Manuel de Rosas. Su fallecimiento marcó el fin de una era y el inicio de un intenso debate sobre su legado, su papel en la historia nacional y su relación con el federalismo, la soberanía y el amor al pueblo.
Rosas, figura central del federalismo rioplatense, enfrentó la oposición de aquellos que defendían una visión liberal y centralista del país. Su defensa del federalismo se basaba en la idea de reconocer las autonomías de las provincias, promoviendo así un sistema político más descentralizado y adaptado a las diferencias regionales y poblacionales de Argentina. Esta postura lo enfrentó a poderosos sectores económicos y políticos relacionados con intereses foráneos, especialmente durante su gobierno entre 1829 y 1852.
El Estado de Buenos Aires, que se había separado de la Confederación Argentina, estando Rosas en el exilio, luego de la batalla de Caseros, es sometido a un proceso criminal en ausencia. La acusación de «reo de lesa patria» y de haber ejercido una «tiranía sangrienta» sobre el pueblo revela “los nobles odios”, al decir de Mitre, con que la política y el mundo académico trataría la figura de Rosas. Historia que se repetirá en 1955.
Es importante destacar que la imagen de Rosas ha sido objeto de una intensa manipulación histórica. Durante mucho tiempo, la historiografía oficial (liberal y mitrista) lo retrató como un tirano sanguinario, mientras que cualquier intento de rehabilitar su figura era censurado, como le sucedió a al historiador Adolfo Saldías. Esta visión sesgada de la historia, promovida especialmente por el mencionado Bartolo Mitre, contribuyó a la demonización de Rosas y a la perpetuación de una leyenda negra que aún perdura.
Sin embargo, el Revisionismo Histórico ha permitido una reevaluación de la figura de Rosas, destacando su defensa de la soberanía nacional frente a los intereses extranjeros. En un contexto en el que potencias como Gran Bretaña expandían su dominio colonial tanto en África como en Asia, Rosas se erigió como un defensor de la independencia y la autodeterminación de nuestra nación. Su resistencia frente a las presiones imperialistas fue fundamental para preservar la soberanía del país en un momento crítico de su historia.
El amor de Rosas por el pueblo es otro aspecto central de su legado. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Rosas mantenía un profundo vínculo con los sectores humildes, sus paisanos, especialmente con los gauchos e indios, a quienes consideraba sus aliados y protegidos. Su compromiso con el bienestar de estos sectores de la comunidad se reflejaba en sus políticas y en su estilo de gobierno. Rosas entendía las necesidades y las costumbres de su pueblo, y se esforzaba por representar sus intereses de manera genuina y desinteresada. Cosa bien diferentes sucederá con las políticas liberales del mismo Mitre, Sarmiento y otros.
El fallecimiento de Juan Manuel de Rosas marca el fin de una etapa crucial en la historia argentina, pero su legado perdurará como un símbolo para los futuros políticos argentinos: su compromiso con el federalismo, su pelea por la soberanía nacional y el amor al pueblo.
A pesar de las controversias y las disputas históricas, sus figuras seguirán siendo objeto de estudio y reflexión, recordándonos la complejidad y la riqueza de nuestro pasado.
Luis Gotte
La pequeña trinchera
Mar del Plata