En el contexto de los desarrollos energéticos que buscan posicionar a Argentina como un actor relevante en el mercado global de gas natural licuado (GNL), ha surgido una controversia significativa entre las provincias de Río Negro y Buenos Ayres. La disputa se centra en la ubicación del megaproyecto de GNL liderado por YPF junto a la petrolera malaya Petronas, lo que revela diferencias estratégicas y técnicas, así como una preocupante falta de planificación comunicacional y visión política por parte de la provincia de Buenos Ayres.
El proyecto, con una inversión estimada de 50 mil millones de dólares, ha generado tanto expectativas como tensiones. Bahía Blanca, específicamente Puerto Galván, se consideraba como uno de los posibles emplazamientos del proyecto. Sin embargo, el gobernador Axel Kicillof expresó su preocupación solicitando a YPF y Petronas información detallada sobre 16 aspectos clave del proyecto, incluyendo las etapas de desarrollo, cronograma de inversiones y efectos sobre la producción y el empleo en la provincia. Hasta el momento, se desconocen detalles específicos, y Kicillof ha destacado la falta de transparencia, particularmente en lo referente al impacto ambiental y los beneficios económicos directos para Buenos Ayres, los cuales parecen ser mínimos: impuestos sobre Ingresos Brutos y Sellos
Desde una perspectiva técnica, expertos advierten que instalar la planta en Puerto Galván podría ser riesgoso debido a su proximidad al Polo Petroquímico de Ingeniero White, lo que podría ocasionar un desastre industrial de gran magnitud en caso de un accidente. Alternativamente, Río Negro no solo ofrece una opción más segura, sino que también podría contribuir a una estrategia de poblamiento en una región con baja densidad poblacional, un factor importante para la soberanía nacional.
Más allá de la disputa política entre el gobierno nacional y Buenos Ayres, esta situación subraya la necesidad urgente de que los gobiernos provinciales adopten una visión geopolítica más amplia. En lugar de concentrarse únicamente en asegurar la ubicación del proyecto dentro de su territorio, Buenos Ayres podría haber adoptado una postura más estratégica, promoviendo una cooperación interprovincial que beneficiara tanto a los bonaerenses como a los rionegrinos.
Un enfoque pragmático habría sido negociar la instalación del proyecto en Río Negro a cambio de compromisos que favorecieran el desarrollo de Buenos Ayres en otras áreas críticas, como la colaboración en el trasvase de aguas del Río Negro hacia el Río Colorado, una iniciativa que podría transformar la región al combatir la desertificación y aumentar su producción.
Además, la construcción de la terminal de exportación de GNL en Río Negro, presenta ventajas logísticas significativas, incluyendo la evitación de costosos dragados y demoras en los canales de acceso que enfrenta Bahía Blanca. Este proyecto podría generar un nuevo polo industrial en el sur patagónico argentino, similar al desarrollo experimentado por La Plata tras la instalación de la destilería más grande del país.
Finalmente, esta controversia evidencia una deficiencia comunicacional en la provincia bonaerense, que depende casi exclusivamente de los medios de comunicación de CABA para difundir y defender sus posiciones. La ausencia de un canal de televisión provincial o un periódico propio limita la capacidad de la provincia para comunicar sus intereses y responder a narrativas impuestas desde la esfera nacional.
La situación actual con el proyecto GNL es un ejemplo claro de cómo la falta de visión estratégica y geopolítica puede comprometer los intereses de una provincia. Buenos Ayres debe desarrollar una política más federal y autónoma, con una visión a mediano y largo plazo, y una infraestructura mediática propia que le permita consolidarse como un actor clave en el escenario político y económico de Argentina. Solo así el gobernador bonaerense podrá asumir un liderazgo estratégico en el ámbito nacional.
Luis Gotte
La trinchera bonaerense