Por Valeria Salech, referente de la ONG Mamá Cultiva.
Para quienes llevamos adelante la lucha por la legalidad del autocultivo de cannabis para la salud, actividad que venimos realizando y para la que no pedimos permiso sino reconocimiento, la presentación del borrador de la reglamentación de la Ley 27.350 de Investigación Médica y Científica del Cannabis y sus derivados por parte del Ministerio de Salud de la Nación (de la cual nuestra ONG participó como integrante del Consejo Consultivo Honorario), abre la oportunidad de corregir, finalmente, la mala reglamentación de una ley cuya sanción celebramos, pero que después no obtuvo ni voluntad política ni financiamiento.
Que el borrador incluya los pilares fundamentales de la soberanía sanitaria: autocultivo, cultivo en red y producción pública, honra las palabras del Ministro González García que afirmó que es posible gestionar de cara a la sociedad.
En esta cotidianeidad tan desafiante de pandemia, las personas que autocultivamos marihuana para la salud revalorizamos la importancia del autocultivo para nuestro bienestar. Ante las dificultades que trajo la Covid-19 al sistema de salud, nuestra autonomía nos permite evitar riesgos al brindarnos la posibilidad de contar con nuestra terapia en casa, en balcones o jardines.
En cuarentena, el cannabis reafirmó su esencialidad y esperamos la pronta reglamentación de este borrador para seguir llevando adelante nuestra terapéutica paradas en el derecho a la salud, con un Estado que ya no nos persiga.
Esta propuesta toma mucho del trabajo conjunto de las organizaciones sociales, universidades y organismos públicos que en febrero de 2020 conformamos la Red de Cannabis Medicinal convocada por Conicet para restaurar el espíritu de una ley comprometida a contribuir de manera positiva a la salud integral de la ciudadanía.
Como mujeres-cuidadoras y cultivadoras vemos con buenos ojos el hecho de que la nueva reglamentación abra el juego a la sociedad civil y a las organizaciones proponiendo también la regulación del cultivo en red, reconociendo el trabajo colectivo que venimos llevando a cabo, de abajo hacia arriba desde la horizontalidad de las prácticas en torno al cuidado integral de la salud, empoderando a les usuaries y fortaleciendo lo comunitario.
El autocultivo y el cultivo en red tienen potencial de funcionar como reguladores del precio del cannabis: basta ver las experiencias en marcha en otros países para saber que existe una fuerte disputa por el poder sobre la planta que tan generosamente nos ofrece todo de sí.
Ante esa disputa, autocultivar brinda la continuidad de los tratamientos de manera orgánica y segura, y no nos convierte en rehenes de los valores del mercado. Nos brinda libertad, y enriquece a la sociedad al dar lugar al saber popular tan rico que existe en nuestro país sobre esta cuestión. Nos espera, una vez publicada la re reglamentación, la tarea de formación de todos los estratos de la esfera pública que implementará esta política pública.
Hoy, la cotidianeidad está siendo reconfigurada, y la nueva normalidad es con autocultivo.