“No es posible darse cuenta acabada de las instituciones de un pueblo, si se prescinde de su historia….La historia nacional está incorporada a nuestra constitución”
Aristóbulo del Valle, Nociones de Derecho Constitucional, 1895.
Atrás había quedado la obra de la Junta Grande, entre ellas la promulgación del decreto del 10 de febrero de 1811, primer reglamento político de la Revolución, redactado por el Deán Funes. Establecía la formación de juntas principales en la capital de cada intendencia, integradas por cinco miembros, cuatro vocales elegidos por el pueblo y el presiente que sería el gobernador intendente. En caso de renuncia o muerte, este cargo sería provisto por la Junta de Buenos Aires, a la que quedaban enteramente subordinadas.
En cada ciudad o villa que tuviera representantes en la capital, se organizarían juntas subordinadas, formadas por tres miembros; el comandante de armas; que ocuparía el lugar de presidente y dos socios elegidos por el pueblo.
Las juntas subordinadas dependían entonces, de las juntas provinciales y éstas de la junta de la capital.
Como se advierte el sistema de juntas o gobierno colegiado se imponía siguiendo el modelo adoptado en España y en América.
La distinción entre juntas provinciales y subordinadas originó conflictos porque ciudades como Tucumán, Jujuy y Mendoza, solicitaban juntas provinciales, sólo dependientes de Buenos Aires, separadas de las intendencias de Salta y de Córdoba respectivamente.
El representante de Jujuy, canónigo Juan Ignacio Gorriti, abogó por la formación de nuestras provincias, al proclamar la igualdad de derechos de todos los pueblos.
Funes, en cambio, propició el federalismo de las intendencias, es decir, mantener la división creada por la Ordenanza de Intendentes de 1782. A Córdoba le interesaba porque así continuaría dominando como capital de intendencia, pero en cambio Jujuy, y así lo entendía Gorriti, seguiría siempre ocupando una posición subordinada.
El sistema implantado por Carlos III en América para centralizar la administración, fue aplicado en 1782 en el Río de la Plata y progresivamente en el resto de las colonias, aunque ya había sido ensayado en Cuba y en México. Este punto es importante de aquí en adelante para comprender como el modelo de centralización impuesto por España es la base de un nuevo orden que no termina de nacer y donde las tensiones entre centralismo y autonomía serán la constante en el largo proceso de la unidad nacional y la creación del Estado.
En este contexto y después de la muerte de Moreno sus ideas fueron difundidas por los jóvenes porteños que se reunían en el café de Marco y con el apoyo de French y Beruti jefes del regimiento de La Estrella, y del doctor Pedro José Agrelo director de La Gaceta formaron la Sociedad Patriótica. Eran porteñistas y deseaban recuperar la preponderancia perdida; fueron los primeros que adoptaron como distintivo las cintas celestes y blancas.
A principios de 1811 había tres partidos políticos: los morenistas; los saavedristas y los provincianos representados en la Junta, es aquí que a instancia de estos últimos se produce la Asonada del 5 y 6 de abril de 1811, el motín apoyado por las fuerzas armadas que respondían a Saavedra, los hermanos Balcarce y Martín Rodríguez. El doctor Joaquín Campana fue nombrado secretario general, procediendo a anular el reglamento del 25 de mayo que refería a que la Junta elegía a sus miembros en caso de acefalía.
Los complotados pidieron que Belgrano fuese llamado para rendir cuentas de su actuación en el Paraguay y que se otorgara a Saavedra el mando militar supremo en todo el territorio dependiente de la Junta.
Con este movimiento quedó establecida la influencia de los saavedristas y los provincianos y por consiguiente la derrota de los morenistas y la disolución de la Sociedad Patriótica.
Independientemente de las luchas intestinas la Junta había desarrollado una activa diplomacia tendiente a conservar la integridad del territorio rioplatense amenazado por ataques exteriores, en especial por la invasión portuguesa.
Para ello se trató de lograr el apoyo extraoficial de Inglaterra, que tenía intereses económicos en el Plata, enviándose a Londres a Matías Irigoyen que no tuvo éxito y a Moreno que murió en la travesía.
Manuel de Sarratea fue comisionado a Río de Janeiro para entrevistarse con el representante inglés Lord Strangford y con la princesa Carlota Joaquina. Esta negociación logró demorar la invasión portuguesa a la Banda Oriental.
A mediados de 1811 la situación era la siguiente:
En Buenos Aires la Junta había quedado en minoría por ausencia de varios de sus miembros.
En el norte la expedición al Alto Perú había sufrido la derrota de Huaqui.
El Paraguay se había separado del antiguo Virreinato.
En el este, no se podía continuar el sitio de Montevideo por falta de elementos y se había mandado una misión para pactar con Elío.
En este contexto los porteñistas y especialmente los morenistas aprovechaban estas circunstancias para desacreditar al gobierno y reclamar la reunión del congreso, que si se concretaba provocaría la disolución de la Junta Grande.
José Alberto Auzmendi