Tercera edad, adultos mayores, ancianos, abuelos, longevos, son algunas de las definiciones naturalizadas socialmente para encasillar a las personas a partir de determinada edad. Sin embargo, para una rama de la kinesiología, sumar canas y décadas, es una etapa más en la que se puede mantener y mejorar la calidad de vida.
“Es importante remarcar que la vejez no es sinónimo de enfermedad y cuestionar los factores socioculturales que permanentemente hacen esa asociación. La vejez es una parte más en nuestro ciclo vital. Por eso debemos continuar educando contra los prejuicios sobre el viejismo y que muchas veces limita el potencial de las personas mayores”, explicó Florencia Ratto, Licenciada en Kinesiología, especialista en el cuidado de personas mayores y colaboradora del Colegio de Kinesiólogos de la Provincia de Buenos Aires (CoKiBA).
Ratto egresó de la UBA y comenzó su carrera como kinesióloga en consultorios hasta que, hace 15 años, se sumó al equipo profesional de una Residencia de Larga Estadía que se ocupa del cuidado de hasta 200 residentes y se “apasionó” con esa especialidad de la kinesiología. Además de su experiencia práctica, complementó su formación con cursos específicos que le permitieron abordar de manera integral las necesidades de los adultos mayores.
El principal desafío en su especialidad, explicó la Licenciada, es “mantener y mejorar las capacidades remanentes de las personas mayores, fomentando la movilidad activa para que puedan realizar, de la manera más independiente posible, las actividades básicas de la vida diaria. Este objetivo tiene un impacto directo en la calidad de vida de los pacientes”.
Según datos del INDEC, en 2022 el 11,9% de la población argentina tenía 65 años o más.
Y de acuerdo con las proyecciones se prevé que esta proporción continúe incrementándose, llegando al 22% en 2050, unos 12,5 millones de personas.
Ratto focaliza los tratamientos según las necesidades de cada persona, enfocándose en mantener o recuperar capacidades para sostener su autonomía. Para ello, emplea herramientas como cuestionarios sobre antecedentes de salud y test de evaluación que permiten elegir terapias físicas y cognitivas adaptadas a cada situación.
La kinesióloga subrayó la importancia de la prevención para evitar lesiones o enfermedades comunes en adultos mayores, como caídas, sarcopenia o úlceras por presión. La actividad física dirigida a mejorar la movilidad, el fortalecimiento muscular y el entrenamiento de la marcha son elementos clave de los tratamientos preventivos.
Evaluar el progreso de los pacientes es otro pilar fundamental de su práctica. Ratto analizó los resultados y su impacto positivo en la calidad de vida y la autonomía de cada persona. “Cada mejora, por pequeña que sea, es un indicador de progreso”, señaló.
En cuanto al trabajo interdisciplinario, destacó el rol clave del kinesiólogo en geriatría. Su labor consiste en mejorar la movilidad, prevenir lesiones, evaluar al paciente, plantear objetivos y programar tratamientos que complementen las intervenciones de otros profesionales dentro de un abordaje integral.
Promover un envejecimiento activo es otro de los desafíos que Florencia consideró fundamentales. Recomendó “mantener una vida social activa, adoptar hábitos saludables y seguir un programa de ejercicios que contribuya al bienestar físico, social y mental”.
La participación de los familiares también juega un papel esencial en la calidad de vida de las personas mayores. La Licenciada enfatizó la importancia de respetar su autonomía, incentivarlos al movimiento activo y hacerlos partícipes en la toma de decisiones.
Por último, mencionó avances recientes en kinesiología geriátrica que le resultan especialmente relevantes, como el enfoque centrado en el buen trato y los derechos de las personas mayores. Este abordaje considera a la persona en su integridad, más allá de sus condiciones físicas.