Una investigadora del Conicet advirtió que la destrucción de estos ecosistemas, que ocupan el 27% del planeta, se debe a los avances de la minería, una situación que pone en riesgo el hábitat de comunidades indígenas y condiciona el normal desarrollo del 30% de todas las Áreas Clave de Biodiversidad.
Las montañas, que albergan entre el 60 y el 80% del agua dulce del mundo y son el hogar del 15% de la población, especialmente de comunidades indígenas, están «en riesgo» por el cambio climático y los avances de la minería, advirtió una investigadora en el marco del Día Internacional de las Montañas que se conmemora este domingo, en el año que Naciones Unidas eligió para fomentar su desarrollo sostenible.
«La montaña es súper importante porque todo lo que pasa en el valle, montaña abajo, depende de lo que ocurre y ocurrió meses atrás arriba de la montaña», aseguró a Télam Bibiana Vilá, investigadora superior del Conicet y representante en el Comité para el Desarrollo Sustentable de las Regiones Montañosas de Argentina.
Vilá explicó que el agua de las lluvias y del hielo que se derrite en las montañas «encauza en ríos» y destacó que entre el 60 y el 80% de los recursos de agua dulce del mundo utilizada para el consumo doméstico, agrícola e industrial proviene de las montañas.
«Uno tiene que quitarse la idea de que la montaña es hostil porque los pueblos han hecho cosas increíbles en ellas», subrayó la investigadora sobre las contribuciones de estos lugares en los que «se domesticaron» productos de uso común para las poblaciones como la papa, el maíz, la quinoa y el café.
La infancia de Bartolina Casimiro, una artesana de 52 años de la nación diaguita, transcurrió «bien arriba» en la montaña Anqcon Killaj (cerro Muñoz), desde donde luego emigró para vivir en la zona baja de Tafí del Valle, en la provincia de Tucumán.
«Cuando éramos chicos teníamos nuestra medicina, nuestras leñas, animales, nuestra agüita que sale de la montaña. Allí ha estado todo el sistema de vida», contó a Télam Bartolina y recordó que en ese lugar «se vive libremente» porque «es un territorio muy amplio», donde «no hay parcelas ni restricciones».
También dijo que perdura en el tiempo una práctica de sus ancestros, «la minga» (intercambio), donde quienes vivían en la montaña bajaban «con los burros cargados de carne, cuero, lana hilada y volvían con los burros cargados de fruta, azúcar, yerba». «Era una vida mucho más sana, más saludable», evocó.
Para las comunidades y pueblos indígenas, las montañas tienen un lugar dentro de sus cosmovisiones y espiritualidades.
En la comunidad de Bartolina, las montañas «tienen una gran importancia» porque de ahí sale su cosmovisión. «Todo lo que es nuestro universo, nuestra casa», compartió la artesana, quien señaló que sus abuelos hacían las ceremonias en lo alto ya que es donde «han vividos miles de años» y donde «ha habido vida».
Las montañas, que ocupan el 27% de la superficie terrestre del planeta, albergan aproximadamente la mitad de la reserva de diversidad biológica del mundo, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Además, estos sitios poseen el 30% de todas las Áreas Clave de Biodiversidad y «muchas montañas tienen ecosistemas con pastizales que son muy importantes para ‘secuestrar’ carbono», indicó Vilá sobre la función ecológica de estos lugares.
Sin embargo, son ecosistemas vulnerables a eventos climáticos como el descongelamiento de glaciares y los impactos antrópicos como la deforestación o la minería y, con respecto al cambio climático, se prevé que la capa de nieve, los glaciares y el permafrost en todas las zonas montañosas continúen disminuyendo en casi todas las regiones a lo largo del siglo XXI.
«Por un lado está el cambio climático: los glaciares están disminuyendo en todo el mundo, es una realidad ineludible. Y el otro tema es la minería a cielo abierto que rompe montañas y utiliza muchísima agua. Además, el agua tiene la cualidad de no estar contaminada en la montaña y el efecto de la minería contaminándola es muy grave», precisó la investigadora.
A 2.200 kilómetros de distancia de la montaña Anqcon Killaj, en la ciudad chubutense de Esquel, se encuentra Evis Millán, integrante del pueblo mapuche y de la lof «Pillan Mawiza», que en Mapuzungun significa «montaña sagrada», en el sentido de «un lugar muy importante donde habitan espíritus» y que se extiende por unas 150 hectáreas a diez kilómetros de la ciudad.
Su pueblo reconoce a los «ngen» como espíritus que «regulan la energía y la armonía de un lugar» y son los protectores de los ríos, los arroyos y las montañas, entre otros lugares.
«Vivieron miles y miles de años y cuidan el lugar. Ese ‘ngen’ de alguna forma se manifiesta para proteger el lugar. Vive ahí, cohabita, sabe protegerlo», explicó Millán, que también integra el Movimiento de Mujeres y Diversidades Indígenas por el Buen Vivir.
Para ella es «sumamente importante cuidar las montañas como pueblo» porque entiende que «ahí está la vida» y destacó la necesidad de «recuperar saberes ancestrales» y «guardar estos espacios» para protegerlos y «empezar a sanar y habitar como tiene que ser».
Para proteger las montañas, Vilá pidió «pensar en los derechos de las comunidades a un ambiente sano y los costos ambientales de las distintas producciones», mientras destacó la necesidad de «políticas específicas para el estilo de vida en las montañas» que contemplen la conectividad, el trazado de caminos, un comercio con «precios justos» y el incentivo a actividades sin impacto ambiental.
«Las defendemos tanto y no queremos que vengan empresas extractivistas a dañarlas porque eso rompe con todo nuestro sistema de vida», concluyó Bartolina.
Naciones Unidas aseguró en un comunicado por el Día Internacional de las Montañas 2022 y su tema ‘Las mujeres mueven montañas’, que se trata de «una oportunidad para promover la igualdad de género y, por tanto, contribuir a mejorar la justicia social, los medios de vida y la resiliencia».
«HAY QUE RECONOCER A LAS MUJERES COMO PROTAGONISTAS EN LAS MONTAÑAS»
Las mujeres de las comunidades que habitan las montañas desempeñan un rol «fundamental» para la protección del medioambiente, los saberes y el desarrollo de su modo de vida, por lo que es «necesario» reconocerlas como «protagonistas» de estos lugares, aseguró la investigadora Bibiana Vilá, en consonancia con el lema del Día Internacional de las Montañas 2022: «Las mujeres mueven montañas».
«Hay que reconocer a las mujeres como protagonistas en las montañas», aseguró a Télam Vilá, que es la representante del Conicet en el Comité para el Desarrollo Sustentable de las Regiones Montañosas de Argentina.
Vilá sostuvo que las mujeres que viven en las montañas suelen ser las «guardianas de conocimiento, especialmente del modo de vida de la montaña» y detalló que muchas de ellas son «pastoras y agricultoras, además de cuidadoras de niños y de ancianos».
«Para mí es muy importante como mujer indígena proteger estas fuerzas de las montañas. A veces se las considera solo como recursos, pero para nosotros son como seres que tienen su fuerza y con quienes co-habitamos este territorio», aseguró Marilyn Cañio, una mapuche de 30 años integrante de la lof Cerro León, ubicada en la localidad El Maitén, al noroeste de la provincia de Chubut.
Para ella «es importante la protección de esos seres, la reciprocidad que hay con la fuerza del territorio porque ellos también nos protegen».
Un «problema» que existe en las montañas es la «emigración», en general de varones jóvenes a raíz de las dificultades para vender los productos de la montaña y así asegurarse su sustento, y también por el modo de vida, indicó Vilá, que también es profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Luján y directora del grupo de investigación Vicam (vicuñas, camélidos y ambiente).
En este proceso, las montañas «se feminizan y se envejecen», resaltó la investigadora, para quien «es muy común tener mujeres más bien ancianas y madres de niños» en estos lugares.
«Estas mujeres están solas y producen artesanías, fibra de llama, son pastoras, agricultoras y de alguna manera garantizan la seguridad alimentaria. Se quedan y sostienen. Son claves para las estrategias contra el hambre, la desnutrición», detalló.
Por eso, consideró que son «necesarias» políticas que contemplen esta realidad y reconozcan el rol de las mujeres en las montañas.
En este sentido enumeró algunos reclamos: «La propiedad igualitaria de la tierra por parte varones y mujeres, que las mujeres sean consultadas cuando hay emprendimientos y cuando existe una propuesta de desarrollo es fundamental que las mujeres tengan voz».