El 15 de septiembre se conmemora el Día Mundial de Concientización del Linfoma, un día dedicado a crear conciencia pública sobre el linfoma, un tipo de cáncer que puede curarse, reconociendo sus síntomas para un diagnóstico temprano.
Un linfoma se refiere a un tipo de tumor que se desarrolla en el sistema linfático, una extensa red que forma parte del sistema inmunológico. Esta red consiste en una serie de vasos o conductos delgados que conectan órganos específicos conocidos como ganglios linfáticos. Estos se encuentran distribuidos en diversas partes del cuerpo, como las axilas, ingles, cuello, tórax y abdomen. El linfoma también se caracteriza por ser un crecimiento anormal de células que afecta la producción de linfocitos, un tipo crucial de glóbulos blancos en la sangre que desempeñan un papel fundamental en el control de infecciones y defensa contra agresiones externas.
Los linfomas se dividen en dos grandes grupos: Linfoma de Hodgkin y Linfoma No Hodgkin. El primero constituye hoy la enfermedad oncológica con mayor incidencia en jóvenes. La segunda, que a su vez existen cerca de 60 subtipos, es el tercer tipo de cáncer con mayor aumento en el número de casos después del melanoma y el cáncer de pulmón.
Aún se desconocen las causas primarias que llevan al desarrollo de los linfomas. Algunas investigaciones relacionan su aparición con factores ambientales y con ciertos productos tóxicos. Sin embargo, no se ha demostrado una relación directa con ninguno de ellos. Se sabe que las personas con un déficit en la inmunidad, tanto congénito como adquirido (HIV-SIDA, pacientes receptores de un trasplante de órganos o que están siendo tratados con drogas inmunosupresoras), presentan un mayor riesgo de desarrollarlos, lo cual se ha vinculado con un fallo en los sistemas de vigilancia del propio organismo.
Los linfomas se manifiestan comúnmente mediante el aumento indoloro de un ganglio o grupos de ganglios o con síntomas generales inespecíficos, como pérdida de peso, sudoración profusa, especialmente durante la noche, fiebres inexplicables sin causa infecciosa evidente, fatiga, falta de energía, pérdida de apetito, tos persistente y/o picazón en todo el cuerpo (usualmente sin lesiones visibles en la piel), sensación de dificultad para respirar o infecciones recurrentes. Aunque el agrandamiento de los ganglios linfáticos suele ser uno de los primeros signos, es importante considerar que en la mayoría de los casos este aumento está relacionado con causas infecciosas más que tumorales. Por este motivo, es crucial buscar atención médica especializada de manera temprana. Un especialista determinará la necesidad de realizar exámenes de laboratorio, estudios de imágenes y posiblemente una biopsia ganglionar para establecer un diagnóstico preciso. Es importante destacar que el 75% de las personas diagnosticadas no estaban familiarizadas con estos síntomas, y el 58% de los pacientes tardaron aproximadamente 6 meses en acudir al médico después de experimentar el primer síntoma.
Realizar un diagnóstico temprano resulta de vital importancia para iniciar el tratamiento adecuado y obtener los mejores resultados posibles. La enfermedad puede presentarse de diversas formas, lo que puede dificultar en algunos casos su diagnóstico debido a la falta de pruebas de laboratorio específicas para detectar los linfomas. Los pacientes que son diagnosticados de manera precoz presentan una probabilidad de supervivencia a los 5 años del 70%. Esta cifra disminuye al 58% en los pacientes que son diagnosticados en etapas avanzadas.
La incidencia de este cáncer está en aumento a nivel mundial, con un crecimiento anual del 3%, cada 90 segundos se diagnostica a una persona con Linfoma No Hodgkin en el mundo, resultando en aproximadamente 200 mil muertes anuales. A nivel global, este tipo de cáncer afecta a un millón de personas. En Argentina se estima que el linfoma afecta a 20 de cada 100.000 personas
La elección del tratamiento se basa en diversos factores, como el subtipo de linfoma, la extensión de la enfermedad y la edad del paciente. Los enfoques terapéuticos abarcan la quimioterapia, la radioterapia y los anticuerpos monoclonales, ya sea en forma individual o combinada. En ciertos subtipos de linfoma, y en circunstancias específicas, algunos pacientes pueden ser candidatos para un trasplante de médula ósea. Los avances más notables de los últimos años en el ámbito de los tratamientos se centran en potenciar la respuesta inmunológica del propio paciente frente al linfoma. Ejemplos de esto son la terapia de células T con receptores quiméricos de antígenos (CAR-T) y los anticuerpos monoclonales bioespecíficos (BiTEs). En el caso del linfoma de Hodgkin, se logra una tasa de curación superior al 90%. Por otro lado, en los linfomas no Hodgkin, el pronóstico varía en función de los diferentes subtipos. Entre los subtipos más comunes, como el linfoma difuso de células grandes B, se alcanza una tasa de curación aproximada del 65%.
Campañas como el Día Mundial de Concientización del Linfoma o la labor de organizaciones como la Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA), resultan muy importantes, ya que logran que se sepa más sobre estas patologías. Bajo la campaña #PodriaSerUnLinfoma, la asociación busca sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de reconocer los síntomas, que son la clave para su diagnóstico temprano y el éxito de los tratamientos, así también, ofrecen a los pacientes acompañamiento y defensa de sus derechos.
Doctora Virginia Prates
Asesora médica de la Asociación Civil Linfomas Argentina (ACLA)
M.N: 82.891
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