Dos peronismos diferentes, dos votaciones distintas. El cordobesismo se imponía por diferencia menor a la esperada. Derrota de Juez. Schiaretti se lanzó, picante para las nacionales. Insfrán con mayoría rotunda y alta participación. Continuidades en las elecciones provinciales.
Se eligieron gobernadores en Córdoba y en Formosa. En dos provincias triunfaron los respectivos oficialismos. Se ratificó la tendencia prevaleciente en la maratón de elecciones similares, amplio favoritismo de los gobiernos locales. El ahora intendente de la capital provincial, Martín Llaryora, prolonga la tradición del cordobesismo justicialista, la de José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. La renueva generacionalmente, se impuso por diferencia inferior a la esperada.
Gildo Insfrán es reelegido en Formosa, llega a su séptimo mandato, supera el 70 por ciento de los sufragios válidos (ver asimismo las notas de Nicolás Fassi y Matías Ferrari).
En Formosa participó cerca del 80 del padrón, un registro alto. En Córdoba rondó el 68 por ciento, el porcentual más bajo que lo habitual pero no decepcionante.
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Cabeza a cabeza: Llaryora superó al candidato cambiemita Luis Juez tras un escrutinio emocionante. Demoró lo suyo aunque usó boleta única de papel en casi toda la provincia y electrónica en algunas localidades del interior.
Llaryora y Juez tienen estilos muy distintos y trayectorias con similitudes. La de “Martín” paso a paso, siempre del cordobesismo, apadrinado por el gobernador Juan Schiaretti. Fue intendente de San Francisco y en 2019 consiguió arrebatarle la capital provincial al potente radicalismo cordobés.
Juez es un dirigente histriónico que cambió de partido asiduamente, díscolo, muy atractivo desde hace añares para los medios nacionales. Fue alcalde de Córdoba y perdió la gobernación a manos de Schiaretti en 2007 por un pelito después de un conteo accidentado y dudoso. Tras una belicosa interna con el radical Rodrigo de Loredo los cambiemitas usaron encuestas poco definitivas para definir que Juez iba por la provincia y De Loredo por la Ciudad de Córdoba. Consiguieron la unidad que no tuvieron en 2019. Les alcanzó para tener un desempeño competitivo que posiblemente impida que Llaryora cuente con mayoría propia en la Legislatura unicameral. Pero Juez pierde de nuevo quedando enfrentado con parte de la dirigencia nacional cambiemita. De Loredo y la UCR quedan expectantes para la elección en la capital provincial que se realizará el 23 de julio y se insinúa peleada.
Llaryora consiguió buenos resultados en la ciudad de Córdoba que gobierna pero en su partido confiaban en sacar una diferencia general más holgada. El festejo se demoró y no se notó euforia entre los principales dirigentes.
El kirchnerismo jamás hizo pie en la provincia, ayer concretaba una de sus peores performances.
El voto en blanco superó el 15 por ciento para los cargos legislativos. Es una de las consecuencias habituales de la boleta única papel, no siempre se llenan todas las categorías. Puede influir también la voluntad del votante. Las interpretaciones quedan abiertas.
De cualquier manera, el cordobesismo peronista prolonga vigencia. Llaryora tendrá que remar en su gestión pero su carrera sigue en ascenso.
Schiaretti, a todo esto, es precandidato a presidente con partido propio en fórmula con el exministro Florencio Randazzo.
Vale la pena hacer un poco de historia.
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Torazo en rodeo propio: El fallecido exgobernador Juan Manuel de la Sota cayó en varias elecciones antes de derrotar al poderoso radicalismo cordobés. El de Amadeo Sabattini a quien Juan Domingo Perón quiso sumar en el antediluviano 1945. El de Arturo Illia, presidente valorado por decisiones valiosas, sentido nacional y austeridad notable mientras la historia oficial subestima que llegó a la Casa Rosada merced a la proscripción del peronismo. El de Eduardo Angeloz, gobernador hegemónico desde 1983, candidato a presidente contra Carlos Menem en 1989. Fue batido pero con un porcentaje que hoy soñarían Juntos por el Cambio… y tal vez Unión por la Patria.
El “gallego” De La Sota destronó al radicalismo en 1999 e instaló una supremacía que sobrevive, alternando como mandatario con Juan Schiaretti. Peronismo localista, bien arraigado, muy opuesto al kirchnerismo. De la Sota quiso trascender a lo nacional. Fue candidato a vicepresidente con Antonio Cafiero en 1988, Menem los batió en una interna. Fue candidato a vice del ministro de Economía Sergio Massa en 2015, tras ser vencido en una interna. Quedaron terceros, después de Mauricio Macri y Daniel Scioli.
Anteayer Schiaretti lanzó su precandidatura a presidente tras haber coqueteado con el Jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta para aliarse a JpC. La furia conjunta de Luis Juez y la exministra Patricia Bullrich le cerró el paso. Larreta no pudo “sumar” un peronista presentable.
Las perspectivas nacionales de Schiaretti parecen bajas pero en Córdoba puede restarle votos en primera vuelta a JpC que lo dejó con la sangre en el ojo. Le pone picante a la inédita competencia de octubre, confiaba en tener un mejor lanzamiento en su distrito.
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Una diferencia como para darse corte: Insfrán se impone como de costumbre con cifras de presentismo y de apoyo que solo pueden subestimarse con prejuicios y simplismo. El candidato de Juntos por el Cambio Fernando Carbajal tuvo un flojo desempeño. El que apoya a Javier Milei, Francisco Paoltroni, no llegaba a los dos dígitos. Esa pugna por un deslucido segundo lugar podría ser gravitante de repetirse en las elecciones nacionales para senador a realizarse en octubre. El peronismo, claro, queda como amplio favorito para retener las dos bancas por mayoría en la Cámara Alta.
Insfrán, cuentan en sus pagos, motivó a la dirigencia y militancia de su fuerza a conseguir alta participación. Un modo adicional de responder a las presiones de la dirigencia radical formoseña, perdedora compulsiva y adicta a la judicialización. El único suspenso previo al veredicto popular era una eventual decisión de la Corte Suprema de Justicia al pedido de inconstitucionalidad de la Constitución formoseña, deducido por la dirigencia boina blanca. El trabalenguas no es (al menos no del todo) culpa de este cronista. Los jueces supremos podían haber resuelto el expediente pero eligieron no expedirse. Un manejo cuestionable, lavarse las manos en vez de definir cual Poncio Pilatos perezoso. Posiblemente porque (como informó Raúl Kollmann en Página/12 días atrás) el juez Juan Carlos Maqueda no estaba dispuesto a votar en trío con Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. No habría mayoría automática.
Durante la previa y ayer diluviaron prejuicios, estigmatizaciones y mentiras. Se repitieron en eco palabras-rótulo como “clientelismo” o “feudalismo”. Se denunció concurrencia masiva de paraguayos con DNI argentino para votar (una migración express no tradicional, pongalé). El desprecio es clásico, tanto como la primacía de Insfrán a la que habrá que buscarle otros motivos, más allá de si se concuerda o no con la decisión del pueblo soberano. O por el sistema electoral, con fárrago de listas colectoras que obligaron a menudo a disponer dos mesas para presentar todas las boletas.
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Lo que viene: Las elecciones provinciales muestran varias constantes. Continuidad de los gobiernos, participación razonable, jornadas cívicas y pacíficas. Predominio de partidos tradicionales de alcance nacional o de fuerzas locales poderosas. Presencia desoladora o ausencia de las huestes de Milei. Nada que sintonice con ciertas pinturas de la época. Nada definitivo ni proyectable de modo lineal pero sí indicios, una especie de melodía que de momento no podemos interpretar del todo.
Córdoba es por población y cantidad de empadronados la tercera provincia argentina, la más grande que votó hasta ahora. Baluarte del macrismo en elecciones nacionales, decisiva en 2015. Para Unión por la Patria los resultados constituyen un desafío. La presencia de Schiaretti como precandidato a presidente, un dato que suma incertidumbre a la neblina.
Allende los resultados, para todos los gustos, siempre vale celebrar cuando los argentinos se expresan. Votando ellos y no cuatro jueces supremos.