Escribe Maximiliano D´Onofrio.
La cuarentena preventiva del coronavirus nos da la oportunidad de reflexionar acerca de varios aspectos de nuestra vida, que a veces naturalizamos: la familia, la crianza, el valor de los productos básicos o bien de nuestra capacidad de desplazarnos. Hoy proponemos reflexionar acerca de nuestra relación con la naturaleza y este tipo de traumas como una de sus posibles consecuencias.
Ya hace más de 10 años hemos comenzado a recibir los avisos de los “cazadores de virus” en relación a los efectos de la destrucción de los ambientes naturales y la propagación de nuevas enfermedades. Estos investigadores encontraron suficientes casos de virus nuevos para el ser humano, que conviven con la vida silvestre, y que comienzan a manifestarse como enfermedades una vez que rompemos el entorno que los contiene.
El Chapare virus y su fiebre hemorrágica en Bolivia relacionado a los desmontes y la arroceras, el brote del Ébola y la fragmentación de bosques tropicales en África, la fiebre hemorrágica argentina y la fiebre amarilla relacionadas a la modificación del pastizal pampeano y la intervención en la selva paranaense respectivamente; son sólo algunos ejemplos trazables. El coronavirus es otro caso de transmisión del patógeno como consecuencia de la manipulación de fauna silvestre.
La propagación de estas enfermedades se puede concebir simbólicamente como la respuesta de la naturaleza a nuestra forma de devastar ambientes con estrategias extractivistas.
Cabe preguntarnos…
¿No parece cada día más vigente la profecía ancestral de que nos ocurrirá lo que le ocurra a la tierra?
¿Puede ser que escuchemos a los entendidos cuando nos anuncian un nuevo producto, un medicamento o cualquier novedad que nos hace más cómoda la vida, pero no lo hagamos cuando nos alertan de cuestiones que la ponen en riesgo?
¿Qué ganancia puede justificar el dolor y la penuria que se vive en estos casos, incluidas las recesiones económicas que aparejan?
¿En cuáles de nuestros actos individuales y colectivos avalamos, financiamos y hasta demandamos bienes o comodidades que traen aparejado semejante precio?
Esta guerra está teniendo alto costo y muchas bajas. Una primera manera de honrar las pérdidas podría ser cuestionarnos estos asuntos entre otros, para llevar a la conciencia nuestro grado de responsabilidad, y tomar la fuerza necesaria para encarar una esperada transición, seria y decididamente hacia otro modelo.
Maximiliano D´Onofrio
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