Esta semana se presentará el estudio de un grupo de trabajo que afirma que la sociedad está atravesando un cambio histórico geológico, marcado por el impacto negativo de la industrialización moderna y la globalización.
Grupo de Trabajo del Antropoceno. Crédito Subcommission on Quaternary Stratigraphy.
Entre el 18 y el 22 de mayo el Grupo de Trabajo del Antropoceno (GTA), un equipo especializado de geólogos de catorce países, presentará en la Casa de las Culturas del Mundo de Berlín los resultados de una investigación de más de doce años. Afirman que la sociedad contemporánea transita desde mediados del siglo XX una nueva época geológica, marcada por el impacto negativo de la industrialización moderna y la globalización: el antropoceno.
Si la evidencia reunida en los últimos dos años es suficiente, la carta cronoestratigráfica internacional -base de la escala geológica de tiempo- será modificada. El Antropoceno aparecerá como el nombre de la época actual, con importantes implicaciones culturales y legales.
La incorporación no solo marcaría el fin de la actual época geológica oficial -el Holoceno, que reinó durante 11.700 años-, sino también el de las condiciones ambientales globales que posibilitaron el surgimiento y desarrollo de la civilización.
“El Antropoceno se originó y utilizó por primera vez en la comunidad científica del sistema Tierra (Earth System Science, o ESS) cuando un miembro destacado, el premio nobel Paul Crutzen, ideó el término y el concepto”, explica en diálogo con elDiarioAR Jan Zalasiewicz, presidente de la Subcomisión Estratigráfica del Cuaternario y fundador del GTA.
“Dentro de esa comunidad grande e influyente el término comenzó a usarse informalmente como una unidad de tiempo geológico. La comunidad geológica empezó a involucrarse unos años más tarde e inició un análisis formal del Antropoceno para ver si podría convertirse en una parte aceptada y ratificada de la escala geológica de tiempo. Ese proceso complejo aún continúa”, señala.
Bahía de San Francisco, uno de los puntos investigados Crédito Copernicus – Sentinel 2