La virulencia de la segunda ola de coronavirus es, a simple vista, abrumadora. Ochenta y seis olavarrienses murieron en el mes de abril y la curva de contagios– transcurrida la sexta semana del último pico- apenas comienza a mostrar una lenta desaceleración.
Este complejo escenario, impacta de lleno en la capacidad de respuesta del sistema integral de salud. A un Hospital Municipal abarrotado, se le agrega la difícil situación de las clínicas locales, cada vez más tensionadas ante la creciente derivación, desde el ámbito público, de pacientes positivos de COVID-19 que cuentan con cobertura de sus obras sociales.
Los datos sobre el comportamiento de la enfermedad, a lo largo de la pandemia, indican que en Olavarría murieron 223 personas. De ese total, 94 decesos se produjeron en el 2020 y 41 vidas se perdieron durante el primer trimestre del 2021. La cifra de 86 fallecidos en abril, resulta contundente en términos comparativos, aunque responda a los números esperables (más mortalidad por más contagiosidad). Si bien empieza a notarse una disminución de los contagios, las jornadas difíciles podrían extenderse unos diez días más. Esto se debe a que, para pensar los efectos actuales en el sistema de salud, deben considerarse los diagnósticos de hasta dos semanas hacia atrás.
A cuarenta días de las medidas diseñadas por el Municipio – para sostenerse en Fase 3- y ante las cifras antes expuestas, una pregunta se impone con claridad: ¿Fueron suficientes las restricciones o debió cerrarse más la circulación social?
Distintos actores de la salud, coinciden en que la respuesta final dependerá de lo que suceda durante los próximos catorce días en el Hospital Municipal: “Aún hay un manejo con cierta prolijidad, quizás esto sea todo. Pero una carga más, con gente joven que presente cuadros severos o hasta con un trauma complejo, sería demasiado” explican.
Esas mismas voces, consideran que lo que vaya a ocurrir en los próximos días, estará más ligado a cuestiones azarosas que a un movimiento de anticipación, propio de la planificación sanitaria: “Había que prevenir, no correr desde atrás” sintetizan.
El delicado panorama en el Hospital Municipal, fue reconocido públicamente por su directora, Silvina Guanuco: “La situación es dinámica: anoche no tenía camas, ahora sí y, por ahí, a la tarde no tengo” expresó el martes pasado, en una entrevista con Radio Olavarría. La frase, graficó los malabares de los agentes sanitarios para cumplir, sobre la marcha, con un frágil sistema de rotación de los pacientes por las distintas salas del nosocomio, a partir de cambios en las condiciones de salud de los asistidos.
En definitiva y más allá de algunas palabras utilizadas por la titular de la Asociación de Profesionales de la Salud, Alejandra Capriata, que tanto escandalizaron a los funcionarios locales, cabe preguntarse si su diagnóstico situacional difería tanto del expuesto, ahora, por las autoridades sanitarias.
En esa misma línea discursiva, se expresó el médico Ricardo Foderé, con una extensa publicación denominada “la salud de la población en grave estado por la pandemia”. Allí consideró que las medidas sanitarias nacionales provinciales y municipales “han fracasado” y ponderó, entre varios factores, “a la virulencia y contagiosidad que se ha favorecido por la interacción humana”.
En su argumentación, planteó duros cuestionamientos al Municipio, y acusó a sus funcionarios de brindar “información maquillada, muchas veces con la foto del Dr. Caputo anotando con planillas en la calle, mientras puertas adentro los agentes de salud están cada vez más recargados de trabajo. Enfermeros al límite de sus esfuerzos, sin descanso, con el desgaste de informar muertes, escuchar el llanto de familiares y comenzar de nuevo con otro paciente agonizante” comparó.
En ese marco, defendió a su colega Alejandra Capriata: “Una doctora que dice lo que los políticos no les gusta escuchar, con mucha trayectoria, afrontando a los poderes de turno, sin menguar sus convicciones. Sin integrar ningún partido político. Políticamente inmanejable” concluyó.
Producto de las dificultades que azotan al sistema de salud local, comenzaron a emerger, a su vez, algunas situaciones angustiantes, referidas a pacientes con otro tipo de patologías. El testimonio de Ceferino Martínez, un hombre que decidió encadenarse en el Hospital, para que le entreguen la historia de su hijo fallecido, es dramático: “No te dan atención, mi hijo estuvo internado y se les fue de las manos” cuestionó, tras detallar como un cuadro de diabetes agravado le costó la vida a su ser querido. En ese mismo sentido, son recurrentes las historias familiares que expresan obstáculos para contar con la atención esperada: “Hay gente con enfermedad coronaria y cáncer esperando una respuesta y se acumulan” reconoce un agente de salud.
Pero volvamos a la situación de los contagios en Olavarría. El secretario de Salud, Germán Caputo, mostró optimismo, a partir de una baja en la demanda de los testeos de personas sintomáticas y los números observados sobre el cierre de la semana: “Si Dios quiere, van a empezar a bajar los contagios” señaló, el jueves pasado al noticiero de Canal Local, durante una jornada de testeos en la Facultad de Ciencias de la Salud. Allí, se practicaron poco más de sesenta hisopados: “Hubo poca gente, eso habla que empezó a bajar un poco la sintomatología” dijo.
Como hemos insistido, a lo largo de las últimas columnas, el Municipio se aferró a la política de testeos masivos como la respuesta preferente para contener el avance de la enfermedad. La realidad marcó que, además de rastrear, aislar y testear a los enfermos, el control efectivo del cumplimiento de los cuidados sociales, en una instancia previa, y las decisiones para robustecer la capacidad hospitalaria, ante un mayor número de pacientes que inevitablemente iban a requerir de atención médica, eran igual de importantes para garantizar un abordaje integral de la pandemia.
En el plano de la circulación y los cuidados sociales, distritos vecinos como Bolívar y Tandil, decidieron avanzar, de forma inmediata, con medidas de mayor restricción ante la suba de los contagios y asumieron el costo político. En Olavarría, el intendente Ezequiel Galli lanzó algunas medidas al inicio del brote, que hasta le valieron el reconocimiento de la Provincia, pero se mantuvo con lo dispuesto en primera instancia y no dispuso nuevos cierres de actividades. Recientemente, firmó un nuevo decreto, “sin ningún cambio”, para las próximas semanas.
La decisión de “continuar como hasta ahora”, se produce en medio de la insistencia de los gremios docentes por revisar la continuidad de la presencialidad escolar, un tema que divide las aguas en la sociedad. En esa discusión, el intendente Ezequiel Galli, se ha mostrado reacio a la posibilidad de interrumpir la concurrencia de los jóvenes a las aulas, en sintonía con los postulados que, Juntos por el Cambio, utiliza para interpelar a su núcleo duro de votantes.
En Olavarría, el debate fue planteado por el Frente de Unidad Docente, en el marco de una reunión de la Unidad Educativa de Gestión Distrital (UEGD). La postura, quedó ratificada por las conducciones provinciales de los gremios Udocba y Suteba.
El sindicato que conduce Roberto Baradel, incluyó a Olavarría en el listado de los ocho distritos más críticos de la Fase 3 y solicitó una revisión al Comité de Crisis bonaerense: “se pidió hacer foco en el análisis de la situación de Olavarría. Para que se produzca el cierre de las escuelas, la Ciudad tiene que entrar en Fase 2. Y eso implica mucho más que cerrar las escuelas y es mucho más costoso. Habría que cerrar todo a las 20:00, incluidos los gimnasios, los clubes y lugares deportivos” indicaron desde el gremio docente.
Más allá de los reclamos sectoriales, una última reflexión es necesaria. La contundencia de las cifras sobre personas fallecidas y contagiadas en Olavarría no parece tener igual correlato en términos de subjetivación: ¿Por qué naturalizamos la muerte y el riesgo a enfermarnos? ¿Por qué relajamos los cuidados cuando la situación es más dramática? Esquemáticamente, considero que la indiferencia opera como mecanismo de defensa, para simular un modo de vida que nos acerque a aquella añorada “vieja normalidad”. Una especie de ese “saben pero igual lo hacen” que tan bien describió el filósofo Slavoj Zizek, para introducir su concepto de la “razón cínica”, con el que explica el funcionamiento de lo social. Sin dudas, la complejidad de una problemática semejante, amerita investigaciones con muchísima más rigurosidad científica y será objeto de análisis por parte de las distintas disciplinas y profesionales de las Ciencias Sociales.
Ante las señales de una cierta “anomia social”, el acento debe ponerse en el rol del Estado y su papel, preponderante, como actor capaz de hacer primar el bien común por sobre los intereses individuales o grupales.
A nivel local, el Concejo Deliberante logró aprobar- por unanimidad- una Ordenanza que contiene una serie de sanciones “ante el incumplimiento de medidas adoptadas en Olavarría, en el marco de la pandemia”, y que ya fue promulgada por el Ejecutivo, a pocos días de su votación.
La norma pasó prácticamente inadvertida, a nivel de la comunidad. A modo de ejemplo: ¿Cuántas personas saben que podrían cumplir tareas comunitarias o pagar multas por no utilizar el barbijo en lugares públicos? O ¿Cuántos responsables de comercios, industrias, empresas, prestadores de servicios o clubes conocen las sanciones económicas que recibirían si incumplen con las medidas de prevención? En definitiva, faltó trabajar el mensaje para que las medidas tuvieran una amplia difusión en la comunidad y pudieran ayudar a la concientización colectiva.
Abril fue el periodo más dramático, desde el inicio de la pandemia en Olavarría. La explosión de contagios y la aparición de las nuevas variantes, derivaron en un impactante aumento de la cantidad de fallecidos. Las cifras, superaron largamente a las del peor mes conocido hasta ahora (octubre del 2020 con 35 decesos).
Aunque la curva de contagios muestra una lenta desaceleración, las próximas semanas serán de una enorme complejidad. Esto se debe, a los efectos intrahospitalarios de los últimos catorce días, que mantendrán una altísima ocupación de camas. “La clave es superar los próximos diez días sin ahogarnos” anticipan algunos profesionales de la salud pública.
En medio de una apatía social hacia las medidas de prevención y atravesados por un clima de cuestionamientos a las decisiones de las autoridades – en cualquier nivel del Estado-, el oficialismo municipal implora para que pase la tormenta y no se ponga en tela de juicio su gestión sanitaria. De costado, aguarda que la Provincia envíe más vacunas, se llamen como se llamen.