Las industrias producen más de 500 mil millones de botellas plásticas por año, un material que si bien está clasificado en siete categorías, sólo dos tipos de componentes están aptos para reincorporarse a la economía circular y volver a ser utilizados.
Portador de una gran nocividad para suelos, mares y fauna -como consecuencia de su tardío proceso de degradación, que algunos casos insume miles de años-, suele pensarse en el plástico como uno de los residuos más reutilizables. Sin embargo, no todos los plásticos pueden volver a formar parte del proceso de economía circular para volver a ser consumidos.
En diálogo con Télam, el Coordinador de la Campaña de Residuos de Greenpeace, Leonel Mingo, explicó que en realidad “los plásticos no son los materiales más reciclables, de hecho la menor parte de ellos es la que se puede reciclar”.
A nivel global, en los últimos 50 años la producción de plásticos se disparó de forma preocupantemente exponencial y en especial en la última década: se produjo más plástico que en toda la historia de la humanidad. Se estima que cada año las industrias producen más de 500 mil millones de botellas plásticas, productos que son considerados de «un solo uso».
«En Argentina hay muy pocos rellenos sanitatrios, son plantas donde los residuos se gestionan en parte, por otro lado, en las plantas a cielo abierto todo lo que se tira ahí no tiene ningún tipo de tratamiento»
Para reconocerlo y clasificarlo, en 1988 la Sociedad de Industrias de Plástico catalogó este material en 7 categorías diferentes: en la primera está el polietileno -PET- que incluye, por ejemplo, a las botellas de agua o gaseosa –de gran consumo a nivel mundial- y es el que más se recicla en Argentina y en todo el mundo.
En segundo lugar están los polietilenos de alta densidad –no reciclable- y dentro de esa categoría se encuentran, por ejemplo, las botellas de lavandina. El plástico PVC –no reciclable- es el que continúa en la lista y lo sucede el polietileno de baja densidad –no reciclable-, un elemento de uso más cotidiano como, por ejemplo, las bolsas de supermercado.
El polipropileno –tapitas de botellas- es el quinto elemento en esta lista y pertenece a los que pueden ser reciclados, mientras que el sexto, el poliestileno –suele utilizarse como aislante- no lo es.
La última categoría está reservada para “otros plásticos” y ahí “la lista se va al infinito”, aseguró Mingo.
Hay dos razones por las que el polietileno de alta densidad, el plástico PVC, el polietileno de baja densidad y el polipropileno no pueden ser reciclados. La primera remite estrictamente al punto de vista químico: la composición de una botella de agua no es la misma que la de una manguera o la de un teléfono; aunque los tres tengan plástico, el proceso de reciclaje podría dañar las máquinas -según su pureza- y resulta, además, aun más contaminante.
El segundo motivo por el cual esos plásticos no son pasibles de reciclaje es porque resulta más costoso su reincerción que la producción de uno nuevo -por eso es fundamental la aprobación de la ley de envases, que regula el excedente que generan las industrias-, como pasa, por ejemplo, con los potes de los quesos untables.
«Hay estudios que indican que el 80% de nuestro cuerpo tiene microplásticos en el cuerpo, el equivalente a consumir una tarjeta de crédito por semana»
El plástico que no se recicla o no recibe el tratamiento adecuado tiene dos destinos posibles: cuando el usuario los desecha en las calles, a través de los desagues fluviales suelen terminar en arroyos, ríos, cuencas o mares y océanos, o en rellenos sanitarios o plantas de basura a cielo abierto.
El gran porcentaje que finaliza en los océanos daña irreversiblemente al hábitat. Por caso, 100 mil mamíferos marinos mueren cada año por esta contaminación. Además, se transforma en partículas contaminantes y viaja por el aire, ya que muchos plásticos que no pueden reciclarse son incinerados, lo que produce un altísimo riesgo para las personas que respiran ese compuesto.
Consultado sobre cómo afecta directamente el excesivo derroche de plástico que se vuelca en tierras y mares, Mingo aseguró que el propio proceso de degradación del material «genera microplásticos», partículas menores a 5 mm que «ya se encontraron en el organismo de diferentes pacientes».
«Hay estudios que indican que el 80% de nuestro cuerpo tiene microplásticos, el equivalente a consumir una tarjeta de crédito por semana», lamentó.
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«En Argentina hay muy pocos rellenos sanitatrios, que son plantas donde los residuos se gestionan en parte. Por otro lado, en las plantas a cielo abierto todo lo que se tira ahí no tiene ningún tipo de tratamiento», lamentó Mingo, y denunció: «Los plásticos reciclados no tienen ningún impacto en el medioambiente».
Además, aseguró que no hubo avances considerables sobre esta problemática respecto de políticas estatales y reafirmó que «hay un estancamiento enorme y preocupante». Sin embargo, enalteció el rol de los recuperadores urbanos, que «tienen una concientización y un conocimiento del trabajo a nivel operativo y técnico envidiable en todo le mundo».
«Si es por ellos, estamos en condiciones de llevar adelante una campaña de basura cero en todo el país, aunque es necesario un trabajo mancomunado entre ellos, la ciudadanía y el Estado», cerró.