La noche de este jueves 4 de agosto una extraña y misteriosa combinación de niebla y nube se sitúa perfectamente por encima de la localidad.
Si uno no diera la ubicación del fenómeno, podría creerse que se tratan de los misteriosos pantanos de Luisiana, en los Estados Unidos, o incluso, de algún montaje de serie de ciencia ficción. Nada de eso.
El extraño suceso se da entre nosotros, y lo más perturbador es que el común de la gente ni siquiera lo percibe.
Una casualidad, como suele ocurrir, la dejó en evidencia. Estar en el momento justo y en el lugar indicado, para retratar lo que a la mente le cuesta digerir y conseguir de esa forma una prueba irrefutable para que ningún escéptico pueda creer que quien trae el relato desvaría.
No fue una, o dos, sino por lo menos tres noches seguidas que el cielo de Saldungaray es visitado. No interesa cómo esté el clima. Esta aparición, debería estimarse, resulta inalterable a cuestiones meteorológicas.
Cuando la calma gana las calles y la oscuridad cómplice hace de las suyas, una espesa niebla –pero a la altura de las nubes- de repente aparece exactamente por encima de la localidad. Ni más lejos, ni más cerca. Como un cuadro. Siempre en el mismo lugar, marcando de manera perfecta la urbanización.
Algún desprevenido mira hacia arriba y dice: “se nubló otra vez”. Y en el error recurrente de una afirmación básica el misterio se acrecienta y la escena se repite. ¿Qué es? ¿Cómo se genera? ¿Por qué aquí y ahora?
Tan sombría es su aparición como también su acto de escape. De buenas a primeras, como si fuese un ilusionismo de Las Vegas, desaparece. No se corre, no se disipa. No baja ni sube. Desaparece.
Testigos presenciales afirman que no hay cambios de temperatura ni mucho menos de humedad en ese momento. No hay explicación lógica. Ahora lo ven y ahora ya no lo ven. Un acto de Houdini que está mutando de curiosidad a perturbación.
¿Qué ocurrirá esta noche en el cielo de Saldungaray? Lo que es seguro: si salen, miren hacia arriba.